Shabbat Tammuz 26, 5763 - 26/7/03.
Comentario de la Parashá Matot :
Uno hace la diferencia
Esta semana corresponde leer la parashá
llamada Matot ("Tribus") junto a Masei ("Etapas"),
que son la
novena y la última del cuarto tomo de la Torá, el
sefer Bemidbar, conocido en español como "Números".
El mundo es tan diverso, son tantas las
actividades humanas, variadas líneas de conocimiento nos cruzan,
innumerables son los campos de estudio y acción, que difícilmente podemos
tener una perspectiva general de lo que está aconteciendo.
Hay guerras, epidemias, crisis económicas,
golpes de Estado, fanatismo, terrorismo, películas de estreno, niños muertos
por el hambre, frío, chismes de la farándula, vanidad, placer, vicios,
desempleo, desastres naturales, odio racial, daños irreparables a la fauna,
amistad, justicia, avaricia, ambición, actos caritativos, proyectos de ley,
impuestos, estudio, bondad, corrupción, empleados deshonestos, trabajo, descubrimientos
científicos, nuevas teorías, liderazgo, viejos recuerdos, lecciones que repasar,
crímenes, solidaridad, pobreza, marginalidad, analfabetismo, desvergüenza,
aprecio, sonrisas, idolatría, falsedad, matrimonios, convicción, esperanza,
dolor, nacimientos, sepelios, afectos... tanto, tanto y tan diverso que está
aconteciendo exactamente ahora en nuestro mundo, que es virtualmente
imposible mantenerse al tanto de todo esto.
Con tanto estímulo se hace difícil alcanzar la serenidad/sabiduría
como para poder valorar debidamente las cosas y personas.
Hay tantas cosas que llaman nuestra atención, que nos atraen, es tan variada
la oferta, y tan tentadora.
Parece tan poco el poder que el individuo tiene como para cambiar las cosas,
o para guiarlas según el propio criterio.
Por lo cual, a muchos les parece más cómodo y menos displacentero dejarse
arrastrar por las mareas, por las modas, por las ideas que van y vienen, por
las tendencias del mercado, por la presión social, por "el qué dirán".
Incluso no pocos sienten y razonan: el mundo sigue su curso, me baje yo
de él o no, da lo mismo. Así que... ¡para qué me voy a comprometer en
cambiar algo! Me dejo llevar y listo, ¿por qué he de preocuparme o de
ocuparme en arreglar lo que no está bien.
Hace ya más de 3300 años la
Torá en nuestra parashá está atendiendo a este mismo punto conflictivo: el
del compromiso personal con el cambio positivo propio y de la sociedad.
He aquí la breve historia.
Los miembros de las tribus de Gad y Reubén se presentan ante Moshé para
pedir las tierras al oriente del río Jordán, pues eran de buenas pasturas,
por tanto idóneas para esas tribus dedicadas de lleno a la cría de
ganado.
Recién están en el inicio de la campaña de toma de la Tierra que el Eterno
prometiera a Israel como morada, por lo cual, con razón Moshé les contesta:
"¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y
vosotros os quedaréis aquí?
¿Por qué desalentáis a los Hijos de Israel, de modo que no crucen a la
tierra que les ha dado el Eterno?"
(Bemidbar / Números 32:6-7)
Les dice: ¿Tranquilidad para ustedes y zozobra
para la comunidad?
¿Comodidad para unos pocos que se creen listos, a cambio de desmoronar las
bases de la sociedad?
¿Un montón de pasto a mano, en lugar de la fabulosa tierra santa que ha
prometido Dios?
¿Fantasías de placer en lugar de obediencia de los mandamientos?
Luego continúa amonestándoles, recordándoles
las ocasiones en las cuales las personas prefirieron seguir sus deseos de
comodidad, antes que comprometerse en el cumplimiento de las tareas que
tenían asignadas.
Concluye con las palabras:
"Porque si dejáis de ir en pos de Dios,
Él volverá otra vez a dejaros en el desierto;
y destruiréis a todo este pueblo."
(Bemidbar / Números 32:15)
En su reprimenda, el maestro les está
mostrando un secreto
de la humanidad:
el pecado de uno, perjudica a todos. Así como la buena
acción de uno, beneficia al mundo entero. Toda buena obra que corresponde
que el individuo haga y deja sin hacer, es una pérdida para la sociedad.
Es la misma idea que se esconde detrás de la famosa frase talmúdica
(Avot 4:3): "No desprecies a ninguna persona, ni
desvalorices nada; puesto que cada persona tiene su momento y cada objeto su
lugar".
O como el célebre escritor gentil Dostoievsky aprendiera y luego escribiera:
"Todos somos responsables de todo ante todos" (
leyenda en la entrada del Museo de la Cruz Roja en Ginebra, Suiza).
Que bien puede resumirse como: cada persona cuenta, pues de ella depende el
Universo.
El diálogo entre Moshé y los miembros de esas
tribus prosigue un poco más, hasta que finalmente ellos se comprometen a ser
los primeros en ir al frente en las batallas contra los enemigos de Dios e
Israel, para de ese modo luchar en beneficio de toda la comunidad, en
especial para favorecer a aquellos hermanos que aún no hubieran recibido su
porción en la santa Tierra.
Pero antes de marchar a la guerra a favor de los otros, solicitan
autorización para dejar seguros y resguardados a sus posesiones y familias
(¡en ese orden los mencionan!, primero se interesan por proteger sus
pertenencias terrenales).
Y así hicieron.
A instancias de las duras críticas del gran maestro Moshé pudieron aprender
(a medias) que para gozar de la porción propia, es
imprescindible colaborar comprometidamente con el prójimo, pues de lo
contrario, no existe goce, bendición, seguridad o crecimiento.
(Lo aprendieron a medias, pues seguían anteponiendo su
beneficio egoísta a lo que era preciso para el sostenimiento de la comunidad).
Sin compromiso con el cambio positivo, lo único que hay es un placer
pasajero, que cuando se retira, solamente quedan cáscaras vacías y más
hambre para ser satisfecha.
Miremos por un instante nuestra vida
cotidiana.
Pero, no detengamos nuestra mirada en aquello que viene velozmente, y así se
va, lo que es superficialmente divertido o llama nuestra atención.
Sino que detengámonos un instante para observar detenidamente aquello que es
relevante.
Concentrémonos por un momento en captar lo que es importante, y no aquello
que es urgente o novedoso.
Y entonces, cuando veamos y observemos, no podremos menos que preguntarnos:
¿no nos queda muchísimo por hacer para mejorarnos, y ayudar a progresar a
nuestros vecinos?
¿No hay hambrientos para alimentar, enfermos por visitar, descubiertos que
abrigar, solitarios que acompañar, ignorantes que enseñar, y otras decenas o
centenas de obras a nuestro lado que están requiriendo nuestra
participación?
Preguntémonos: ¿Qué es lo que estoy dejando de hacer, y que el mundo precisa
que yo haga?
Y luego, respondamos con sinceridad...
Y si pensamos que nada podemos hacer para
perfeccionarnos, a nosotros y el mundo.
Que los problemas nos superan.
Que las dificultades son enormes.
Que nuestras fuerzas son escasas.
Que nuestra voz es un susurro.
Que los responsables de los cambios positivos son otros.
Y si pensamos que preferimos la comodidad de lo que es sencillo, a lo
desconocido que es comprometerse en construir un mundo mejor.
Entonces, miremos nuevamente el mensaje de la Torá en esta semana: "sabed
que vuestro error os alcanzará" (Bemidbar / Números
32:23).
Es decir, aquello que dejamos de hacer, o adrede hacemos mal, tarde o
temprano tendrá sus consecuencias negativas que nos perjudicarán.
Pero, por supuesto que la persona debe ser
humilde, por lo cual, si tras intentar con todo su corazón y fuerzas no
puede alcanzar su meta, no por eso debe apenarse o sentirse fracasada.
En su esfuerzo sincero, está su premio, y la bendición para el mundo.
Ya lo enseñaron nuestros Sabios talmúdica
(Avot 2:16): "No es tu responsabilidad cumplir
toda la obra (de corregir al Mundo), pero
tampoco estás libre para dejar de hacer la parte que te corresponde".
Y por último, cuando permanecemos mudos ante actos de injusticia, de
desprecio a un semejante, de descontrol, de burlas, de chistes ofensivos, de
crueldad; ¿de qué lado nos estamos poniendo?
¿Somos neutrales?
¿Estaremos del lado de las víctimas o de lado de los agresores?
¿Nuestro silencio no está poniéndonos en el lugar de cómplices,
o en el
lugar de defensores de lo que es bueno,
o en el sitio propio de los
indiferentes?
Cuando estamos ante una elección ética, ya el Talmud nos da la respuesta: "El silencio es como la aprobación" (Iebamot
87b).
Es decir, no hay posibilidad de ser indiferentes.
O se está con lo que es correcto, o no se está.
En todo momento, uno es el que hace la diferencia, porque recuerden:
Dios da a cada ave su alimento (Tehilim
/ Salmos 145:16; 147:9), pero no lo deja depositado en el nido...
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
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