Un estudio
acerca de la Parashá
El obstáculo
Está
escrito en la parashá:
“Y
Hashem Elokim lo arrojó del jardín de Edén, para que labrase la tierra
de la que fue tomado.” (Bereshit / Génesis 3:23).
"El gran maestro era
venerado por sus discípulos y por todo aquel que alguna vez hubiera
entrado en contacto con él. Es que su inteligencia, comprensión,
generosidad y bondad, eran argumentos convincentes para convertir en amigo
al más apartado de los indiferentes. A diario, cientos de personas acudían
para aprender junto al maestro, o a pedir consejo o ayuda. Y el maestro
recibía a todos con simpatía, respeto y muestras de amor.
Sin embargo, en su pueblo había un hombre que no perdía oportunidad para
contradecirlo. Era una persona amargada, solitario empedernido, de mal carácter,
avaro y sin compasión; aunque, sin llegar a ser un criminal. Había hecho
del maestro el centro de su hostilidad, y descubriendo sus puntos débiles,
no pasaba día en que no se los hacía notar públicamente.
Y, el maestro, callaba, nunca le respondía. Jamás argumentaba en su
contra. Ni reclamaba venganza. Mientras que, cuando sus alumnos querían
tratar violentamente al agresor, él les reprendía con ternura, pidiendo
que dejaran que aquel hombre permaneciera en las cercanías.
Sus alumnos no estaban de acuerdo, pero si el maestro decía eso, pues, así
harían.
Un día, el malvado no apareció. Al día siguiente, tampoco. Al tercero,
menos.
El sabio pidió que alguien averiguara que pasaba con aquel sujeto.
Encontraron que había fallecido, solo y abandonado a sí mismo.
Cuando le contaron al maestro, de inmediato éste se hizo cargo de su
sepelio, y de prodigarle honores.
La gente del pueblo no entendía, puesto que, durante años aquel
insolente había molestado abiertamente a todos, en especial al maestro, y
ahora éste le brindaba su respeto, incluso lloraba sobre su tumba. Y con
suma reverencia le preguntaron al maestro por su silencio en el pasado con
respecto al malvado, y a su actual dolor por él.
El maestro respondió: 'Durante años este hombre representó para mí un
reto, porque era el único que estaba para mostrarme mis fallas y errores.
Estaba ahí señalándome si yo no era tan digno como debía serlo. Cuando
me atacaba yo me analizaba, porque quizás él había acertado. Si descubría
que su acusación era injusta, entonces yo comprendía que provenía de un
hombre de seco corazón. Pero, si era apropiada, de inmediato trabajaba
para corregirme.
Y nunca quise que lo apartaran, porque, como ven él me hacía un gran
servicio.
Además, estando cerca, yo tenía la esperanza de que él pudiera aprender
a ser un poco más sociable, más abierto a la vida, hasta incluso... que
se arrepintiera por todos los daños que causaba a los demás y SE
causaba.
Ahora que falleció lloro por él, porque no ha tenido tiempo de
arrepentirse, de enmendar su camino.
Y lloro por mí, porque, ¿cómo haré ahora para no creerme los cuentos
de ustedes acerca de lo maravillosamente perfecto que creen que
soy?'"
Shabbat Shalom les desea Yehuda Ribco
Destellos de la parashá
Sidrá 1ª de la Torá y 1ª
del sefer Bereshit.
Entre pesukim 1:1 y 6:8.
Haftará en Ieshaiá / Isaías 42:5 - 43:10.
Se narra en muy escasos párrafos la creación de todo lo existente en el
universo.
Puede llegar a asombrar esta brevedad. El universo con su inmensa
amplitud, con su vastedad y profundidad, con sus incontables elementos
diversos que lo componen, ¿merece que su Autor sea tan escaso al contar cómo
lo hizo?
¿No sería más lógico hallar numerosas crónicas, fabulosas leyendas,
detalles para el regocijo de los científicos y estudiosos varios?
¿Por qué la Torá se contenta con darnos unos 30 versículos para
contarnos este glorioso momento del nacimiento de Todo? ¿No es poco?
Y cuando lo comparamos, por ejemplo, con la conversación entre Dios y
Moshé en el suceso de la "zarza ardiente que no se consumía"
(Shemot / Éxodo 3 y 4), y encontramos que ese segundo relato es incluso
un poco más extenso... ¿no resulta más humilde todavía la descripción
de la Creación?
Quizás sea, porque uno de los objetivos de la Torá es que la estudiemos
y hallemos en ella lo que guarda para el que busca.
Y quizás, para enseñarnos que la belleza del universo está en su
armoniosa diversidad, que no puede ser encerrada en etiquetas que la
narren.
De la Parashá
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