Shabbat Jeshvan 6, 5763 - 12/10/02
Comentario de la Parashá Noaj: Señal para mejorar
¡Shalom iekarim!
La Torá pareciera darnos una pista falsa esta
semana cuando nos cuenta que Dios dice:
"Cuando el arco (iris) aparezca en las
nubes, Yo lo veré para acordarme del pacto perpetuo entre Elokim y todo
ser viviente de toda clase que está sobre la tierra."
(Bereshit / Génesis 9:16)
La aparente incongruencia es la siguiente:
¿Acaso Dios, que sabe todo, entiende todo, conoce todo, precisa del arco
iris entre las nubes para acordarse de un pacto que selló con la humanidad?
¿No es ilógico que la Torá nos diga que Dios precisa de señales visibles que
le sirvan de recordatorios?
O Dios sabe todo, o no lo sabe y precisa de ayuda-memorias.
¿Cuál es la idea correcta?
Para el judaísmo la respuesta es bien clara:
Dios sabe todo y no precisa de nada, ni siquiera de señales para acordarse
de pactos y alianzas.
Entonces, ¿cómo comprender este versículo?
Para responder a esta interrogante, hagamos un
poco de historia.
En nuestra parashá nos encontramos con el famoso relato del Diluvio
universal, el Mabul.
Según el pensamiento infantil, esta inmensa lluvia destructora, que borró
los continentes del mapa, fue un terrible castigo que Dios mandó sobre los
habitantes de la tierra.
Pero, cuando se piensa con cabeza adulta se comprende lo que la Torá nos
está narrando. Resulta que con cada generación que los separaba del Edén,
los seres vivos iban perdiendo paulatinamente algunas de sus más altas
cualidades. Situación que sostenida durante varias décadas desencadenó el
triste final denominado: Diluvio.
Tomemos un ejemplo, entre varios que podríamos escoger.
Dios adrede creó inicialmente un ser humano único, para que nadie se
considerara de estirpe superior, o de raza dominante. Dios creó a la
humanidad para que estuviera hermanada, y unida en la búsqueda de ideales
superiores.
Pero, al paso de pocas generaciones aparecieron algunas personas que se
hacían llamar benei haelohim -hijos de los nobles o potentados-, que
segregaban a los que simplemente eran llamados benei haadam -los
hijos de persona-.
Otro ejemplo.
Dios había ordenado que la humanidad se encargara de cuidar la tierra (con
las especies que en ella habitan), y trabajarla, y hacerla alcanzar su
máximo desarrollo.
Pero, en poquísimo tiempo el descalabro que produjo la humanidad en el
ambiente fue terrible, fatal, al punto que arrasó con casi toda la vida
sobre la tierra.
Sin embargo, sabemos que hubo alguien que era
fiel y atento a lo Bueno.
Sabemos que entre tanta maldad y miseria una persona pudo sobresalir y ser
diferente a sus congéneres.
Sabemos que Noaj/Noé fue un tzadik tamim bedorotav -justo íntegro en
su época-.
A pesar de las pésimas influencias y malos ejemplos de sus vecinos, su noble
dedicación a la causa de lo correcto, le condujo a convertirse en el padre
de toda la humanidad posterior y salvador de todas las especies animales.
Desde entonces miles de años han pasado, y
mucho se ha avanzado en varios aspectos.
Aunque, en otros lamentablemente parecería como si estuviéramos
estancados... o empeorando, pues hay cosas que la humanidad pareciera no
aprender de las lecciones del pasado.
Releamos, por favor, los dos ejemplos citados de conductas en épocas de
Noaj, y comparémoslas con actuales de algunos grupos o sectores. ¿Hay
diferencias? ¿No hay hoy en día racistas, separatistas, antijudíos, etc.?
¿No existen personas que por intereses baratos corrompen los tesoros de la
naturaleza? En resumen, en algunas cosas no hemos mejorado...
Ahora bien, les recuerdo que comenzamos este
pequeño estudio para comprender un versículo que parece contradecir la idea
que el judaísmo tiene acerca de la Sabiduría perfecta de Dios.
¿Cómo lo respondemos con lo que hemos planteado hasta ahora?
Una de las respuestas puede ser la siguiente:
La señal del arco iris no es un recordatorio para el Eterno, sino para
nosotros.
Pues, cuando lo vemos entre las nubes no deberíamos reconocer solamente un
efecto óptico, sino también reconocer en él una señal, señal de que nuestra
conducta (personal y colectiva) siempre puede mejorar, y que seguramente hay
aspectos que debemos corregir, algunos que quizás merecen urgente arreglo.
Así recordamos una verdad fundamental: nuestras acciones siempre
desencadenan efectos; y que los resultados adversos suelen ser hijos de las
acciones nocivas.
Si nos ponemos sinceramente a trabajar en el mejoramiento integral de
nuestras vidas, podemos confiar que el arco en los cielos es la señal de que
Dios en lugar de permitir que rápidamente se desencadenen los efectos
perjudiciales causados por nuestras acciones negativas, hará de modo tal de
posibilitarnos una segunda oportunidad, una nueva chance para corregirnos.
Todo está en nuestras manos, y al final lo que cosecharemos será aquello que
hemos plantado. Todos podemos alcanzar el grado de ser: justos en nuestra
época, como Noaj.
Entonces, el arco iris simboliza la Misericordia divina, esa que espera el
retorno del que está perdido, esa que anhela el crecimiento del que se ha
detenido en su camino.
Es la señal de que Dios no nos juzga con rigurosa justicia, sino con
misericordia y justicia, porque de otro modo, ¿quién podría resistir el
juicio?
Que la Misericordia de Dios es la clave de este versículo que estamos
estudiando, lo hallamos en la haftará -lectura complementaria a la
parashá-, cuando el profeta dice: "Aunque los montes se debiliten y las
colinas se derrumben, Mi Misericordia no se apartará de ti. Mi pacto de paz
será inconmovible, ha dicho el Eterno, quien tiene compasión de ti."
(Ieshaiá / Isaías 54:10).
En resumen, mientras hay vida, hay tiempo de
mejorar y alcanzar un grado sobresaliente; es cuestión de trabajar por
ello...
Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relato a
propósito del comentario
Yojay era reconocidamente un perezoso capaz de
cualquier mentira antes de hacer el menor esfuerzo. Como en aquella ocasión
en la cual su amigo Isjac le pidió prestado su burro.
Y Yojay le contestó: 'Lo siento, acabo de alquilarlo, no lo tengo.'
En eso, desde el establo se escuchó claramente el rebuzno del burro.
Entonces Isjac le dijo: '¡Me dices que lo alquilaste y yo lo estoy
oyendo! Vamos Yojay, que así no se comportan los amigos...'
Y Yojay, sin otra idea replica: 'Ah, pero tú me ofendes, ¿acaso le crees
más a lo que dice el burro que a su patrón que te dice que no está?'
De la Parashá
Noaj
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