Shabbat Kislev 18, 5763 - 23/11/02
Comentario de la Parashá Vaishlaj
: El camino a la Teshuvá
Siglos antes de que Dios revelará Su Torá al pueblo de Israel
(por medio de Moshé), entre los hebreos ya existía el concepto de
teshuvá -total y sincero arrepentimiento-.
Una de las evidencias las tenemos de las palabras de nuestro tercer
patriarca, Iaacov, cuando en nuestra parashá: "...dijo a su familia y a
todos los que le acompañaban: –Quitad los dioses extraños que hay en
vosotros, purificaos y cambiad vuestros vestidos. Levantémonos y subamos a
Betel..." (Bereshit / Génesis 35:2, 3).
¿Cuáles son los pasos de la teshuvá que
les está enseñando a su familia y allegados?
Veamos:
-
"dijo": Lo primero es tener el deseo
de arrepentirse. Esto es, algo que nos susurra: "Eh tú, mira que este
camino que llevas NO es el más indicado para tu vida. ¿No es hora de que
lo cambies?". A veces nos percatamos de que esa voz
(interna o externa) está ahí señalando nuestros errores, entonces
estamos capacitados para avanzar a la segunda fase.
-
"a su familia y a todos los que le
acompañaban": El segundo paso es el tomar conciencia del deseo de
arrepentirse. Pues, si el deseo permanece oculto y ajeno a nuestro
pensamiento, ¿cómo haremos para reconocerlo y actuar en conformidad a él?
Así pues, cuando se hace conciente, y meditamos en esto, y entendemos que
es necesario el cambio positivo, llegamos al momento en que lo podemos
compartir con nuestros allegados, y decirles que estamos en camino de
mejorar como seres humanos.
-
"Quitad los dioses extraños que hay en
vosotros": Tras hacernos cargo de nuestro deseo de teshuvá,
comienza el verdadero trabajo de arrepentirse, que implica quitar de
dentro de nosotros aquello que apreciamos mucho (como si
fuera una deidad) pero que en verdad nos extraña, es decir,
que nos hace extraños ¡a nosotros mismos! Los vicios, los hábitos
extraviados, los sentimientos innobles, las acciones perjudiciales
resultan ser a menudo paradójicos, pues por un lado los anhelamos con
ansia, mientras sabemos que nos están dañando. Como el joven capaz de
estudiar, que sabe que si no supera la prueba mañana perderá el curso; y
que en lugar de aplicarse a los libros, prefiere quedar atrapado por el
programa en la TV. ¿No es un acto paradójico, que brinda placer mientras
se sabe que se está preparando diligentemente el sufrimiento?
En resumen, el tercer paso enseñado por nuestro tercer patriarca es:
quiten de ustedes aquello que los aleja de ser verdaderamente ustedes. Si
se logra hacer esto, se puede avanzar al cuarto escalón.
-
"purificaos": Cuando lo dañino ha
sido separado de nuestras vidas, es preciso limpiar lo que está
perjudicado, mancillado, arrugado, trastocado.
Y se debe empezar por clarificar lo que está dentro de sí, pues de lo
contrario se está en riesgo de volver a caer bajo el dominio del dios
extraño.
¿Cómo se facilita el lavado de los errores?
Pues, haciendo lo que es adecuado y correcto.
Volvamos al ejemplo del joven encandilado por la TV y que no estudia para
la prueba. Supongamos que ha reconocido el peligro que esto implica, por
lo cual, apaga la tele. Ese es el paso de quitar lo que desvía.
Pero, ¿cómo hará para purificarse? ¿Acaso meditando mientras mira
el techo? Seguramente que no es la mejor manera. Pero sí lo es si toma los
libros de estudio, y (con disposición o dificultad)
comienza a leer, para luego estudiar.
-
"cambiad vuestros vestidos":
Finalmente se llega al escalón del cambio externo que acompaña al que se
ha producido interiormente. Aquel que ha transitado por el proceso de la
teshuvá tiene un aspecto renovado frente al mundo, pues actúa de
otra manera, y se presenta desde otro lugar.
Esa nueva presentación personal habilita a entrar en contacto con
otras realidades, que antes también estuvieron presentes, pero que no eran
advertidas por estar mareado por los dioses extraños que
dominaban desde el interior.
-
"Levantémonos": Cuando se ha cambiado
favorablemente, se está en condiciones de levantarse, es decir, de
dejar las cosas minúsculas y transitorias, para poder dedicarse a lo que
es realmente relevante y fructífero.
-
"subamos a Betel": Y, por último,
cuando el proceso de teshuvá ha cuajado profundamente en la
personalidad, uno encuentra satisfacción en lo que es correcto, por lo que
el actuar con corrección y en pos de la trascendencia se hace el estilo de
vida cotidiano, dejando muy lejos los errores del pasado, a los que ya no
se quiere retornar.
Entonces, el proceso en titulares sería:
-
Deseo por cambiar.
-
Conciencia del deseo de cambio.
-
Apartarse de lo perjudicial y erróneo.
-
Limpieza interna.
-
Limpieza externa.
-
Nueva perspectiva de vida.
-
Nuevo y mejorado estilo de vida.
¡Shalom iekarim! ¡Les deseo Shabbat
Shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relato a
propósito del comentario
Érase un rey que gobernaba sobre un enorme
reino.
No acostumbraba visitar sus posesiones, ya que desde tres ventanas de la
torreta más alta del palacio podía divisar los extensos campos, mientras
desde la cuarta ventana avistaba el infinito océano.
El rico rey vivía feliz en su castillo en la cima de la lejana montaña, y
presumía que sus súbditos también eran dichosos, ya que, sin dudas gozaban
plenamente viviendo en el paisaje tan esbelto que él contemplaba desde su
alta torreta.
Así que, creyendo en aquello que quería creer, el rey no se enteraba de los
padecimientos de sus súbditos, quienes verdaderamente lo estaban pasando muy
mal, pues en años apenas si habían caído una gotitas de lluvia, y el hambre
y la miseria asolaban incluso las casas más encumbradas.
Algunos intrépidos pobladores sugirieron pedir del rey soluciones, pero
tenían temor, ya que nunca nadie se había atrevido a dirigirse al rey, ¡y
mucho menos para pedir favores! Decían los rumores que aquel que importunaba
al rey, desaparecía sin volver a ser visto nunca más.
Pasaba el tiempo, y las cosas iban empeorando, hasta que finalmente la
desesperación del diario hambre y dolor decidió a un viejo pescador, que se
ofreció voluntariosamente para entrevistarse con el rey. El anciano había
argumentado con sus vecinos: "Ya soy viejo, viví mucho y variado. Y si he
de morir pronto, que sea intentando darle un alivio a mi pueblo, y no
pasivamente por el hambre y la miseria."
Así que con el coraje del agobio, el veterano pescador inició la escalada
rumbo al palacio.
Al arribar, fue recibido en persona por el soberano.
Tímido y angustiado el anciano saludó, y de inmediato se sorprendió de la
afabilidad del rey, jamás hubiera creído que el rey era una persona tan
accesible... ¡y pensar que allí abajo se le temía y se pensaba con temor de
él!
En pocos instantes el rey estaba escuchando acerca del hambre, la pobreza,
la desolación de su nación.
La primera respuesta del rey fue bastante infantil: "No te creo. Si yo
estoy bien, feliz, satisfecho, ¿cómo puede ser que a unos pasos haya gente
en tales deplorables condiciones?"
El anciano visitante estaba por explotar del enojo, pero se contuvo, sabía
que los gritos e insultos no son de provecho, ¡mucho menos contra el rey!
Así que intentó convencerlo con palabras y razonamientos.
Pero, la respuesta del rey entercado fue: "Sigo sin poder creerte. Si tu
miras por las ventanas de mi torre, verás campos inmensos e infinita agua.
¡Cómo me hablas de sequía y pobreza! Lo que me dices contradice lo que es
evidente desde mis ventanas. Te reitero, no me parece coherente con lo que
yo sé lo que tú me estás contando. Mi pueblo está tan lleno como yo, su rey,
lo estoy."
El anciano pescador ya no sabía qué decir, por lo que enmudeció.
Estuvo así un rato, hasta que invitó al rey a que lo acompañara a pescar.
El rey con gusto aceptó.
Bajaron del castillo, y por primera vez en años el rey se acercó a los
poblados.
Vio casas miserables, niños pequeños desarrapados, caballos viejos y flacos
tirando si fuerza de carros vacíos.
Pero, razonó el rey que estaban en una zona de gente pobre, es lógico que en
todo país existan personas con menos recursos.
Sin embargo, el paisaje de penuria se reiteraba una y otra vez.
Y mechado entre los rostros pobres, el rey veía plantíos agotados, árboles
resecos, pastos amarillentos y sin vida.
Y el rey quiso creer que era una cuestión pasajera.
Pero el paisaje era tan monótonamente pobre, que lo que el rey quería creer
no podía sostenerse mucho tiempo en pie.
Por fin llegaron hasta el viejo y destartalado bote del pescador. Ambos
embarcaron, y mientras el pescador con esfuerzo y zozobra remaba, el rey
descansaba y se asoleaba. Luego de un fatigoso trayecto (para el pescador),
arribaron a la zona más alejada del río. Y entonces, el viejo pescador salta
de la barca.
El rey exaltado, grita: "¡Estás loco, no hagas eso!"
Para su sorpresa, apenas si el agua llega a las rodillas del pescador.
El rey: "¿Ésta es la parte profunda del río?"
Pescador: "Sí, Su Majestad. Ya le había dicho que hay sequía desde hace
mucho tiempo..."
El rey: "Pero, pero al menos habrá buena pesca, ¿no?"
Pescador: "No mi rey. Desde hace meses que los peces han desaparecido,
supongo que murieron por la escasez de agua y de alimentos en ella."
Rey: "Pero, al océano, ¿por qué no vas allí a pescar? Yo veo el océano desde
mi torre, y es inmenso, debe estar repleto de rica pesca para ti y los
tuyos."
Pescador: "Mi apreciado rey, ¿con qué fuerzas puedo remar contra el
poderoso océano, si apenas esto es mi comida diaria?" Tras lo cual abre
su morral y extrae unas pocas hojas de no se sabe bien qué, y unos mendrugos
de pan pétreo.
El rey: "Ahora te entiendo. En verdad resultaste un buen pescador de mi
atención. Aprendí de ti que si sólo se presta férrea atención a la propia
perspectiva de las cosas, se está siendo tonto y ciego. Yo lo reconozco, me
comporte como tal. Ahora te ruego que me lleves nuevamente a tierra firme, y
te prometo abrir mis tesoros para alimentar al pueblo, y buscar soluciones
para la sequía."
A partir de ese día, el rey iba a pescar con el viejo pescador a diario. Al
principio sólo extraían ideas y esperanzas, pero con el tiempo pudieron
hallar a los peces que retornaron a los cauces.
De la Parashá Vaishlaj
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