Las sectas: una introducción antropológica

 

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Por Shaúl Ben Abraham Avinu

Resumen

Lo humano es un complejo de relaciones cuya diversidad abruma a todas las disciplinas sociales que emprenden su estudio. Esta diversidad se expresa de muchas formas, una de ellas son las sectas, aquellos grupos que se califican de pintorescos por su excentricidad o aterran por su fanatismo. En el presente artículo se buscara introducir al campo antropológico este fenómeno tan poco explorado, haciendo un recuento de los sentidos sociales y culturales implicados en estos movimientos. Este documento hace parte de un proyecto personal de análisis del fenómeno desde la teoría antropológica.

El siglo veintiuno será
religioso o no será

Andre Malraux.
Introducción

 

Nada más oculto que aquello en estado constante de exhibición, nada más peligrosamente explicado que lo asumido como normal. Muchas realidades están dormidas en esa naturalidad otorgada desde el ámbito de lo común; es prudente y necesario despertar esas normalidades. Puedo afirmar sin equívocos que este es el caso de un tema que encuentra, precisamente como uno de los mayores obstáculos para su estudio la gran cantidad de información que existe a propósito: me refiero a las sectas. Un tema que está inmerso en el universo de lo religioso, de lo simbólico y, por lo tanto, es una manifestación específica de la cultura.

Teniendo en cuenta que es un fenómeno cultural, ciertamente le corresponde y le compete a la antropología; sin embargo como tema no ha sido asumido por esta disciplina que se precia de buscar y comprender la pluralidad de lo humano. La ausencia de estudios antropológicos en Colombia y otras partes así lo revelan, y al preferirse otros temas dentro del fenómeno religioso, como la religiosidad popular, la mitología y los ritos indígenas, ha permitido que la antropología de la religión en nuestro país y en el resto de América Latina esté por ser construirse.

No podría negar la existencia de trabajos antropológicos en torno a situaciones sociales similares , pero hasta donde he investigado, el tema ha sido tratado desde una perspectiva social, por no decir de orden cívico, perspectiva que considera al fenómeno como un problema comunitario. Pero a nivel del discurso antropológico es muy poco lo que se puede encontrar, y sobre aquellos trabajos me preguntaría ¿hasta dónde no ha sido una antropología disfrazada de sociología, psicología, periodismo, teología, política, moderna heriesología e incluso apología partidista? Al respecto Eugenia Villa Posse, recalcaba esta falta de documentación, a nivel de la disciplina, en un trabajo breve pero muy interesante sobre el movimiento místico-político de la popular Regina 11:

La bibliografía sobre el tema de las sectas es aún muy escasa, dedicando buena parte de sus textos a una presentación- diccionario de sectas en la actualidad colombiana; pero, los conceptos, análisis y características aún se encuentran poco elaborados. Por otro lado, aún se desconocen estudios que relacionen el fenómeno de las sectas y del auge de las expresiones mágico- religiosas con las condiciones socio-económicas de la población urbana de hoy en día; más aun cuando muchas de estas están cumpliendo funciones psicosociales que el Estado, la Iglesia y la familia han dejado de cumplir. (Villa 1994: 216-217)

Ahora bien, bajo estas ideas considero que hay que definir claramente el campo en el que se pretende operar, para no repetir lo que claramente han dicho otras disciplinas. Si bien es cierto no se parte de cero, sí se ha partido de una imprecisión conceptual. Existe, como ya mencioné, el obstáculo de la abundante de literatura no especializada o académica, que sin exageración puede declararse insuficiente para iniciar desde ella una aproximación antropológica . Hay la literatura al respecto va desde los trabajos sociológicos de Yinger (1961), Wilson (1961) o de Weber (1985), hasta los reportajes que ofrecen revistas sensacionalistas como Año Cero, Enigmas o Más Allá, entre otras, que presentan el tema junto a sucesos paranormales. No obstante este tipo de construcciones mentales pueden ser útiles para saber cómo se presenta y desarrolla el tema de las sectas en un ámbito popular antes que se desarrolle en un discurso académico.

Las sectas hacen presencia.

Las sectas se han hecho populares por un acto socialmente reprochado el cual ha configurado gran parte del imaginario con que se las aprecia: los suicidios colectivos. Tan sólo en un periodo de 23 años se han registrado once grandes suicidios masivos, a saber: el de Jonestown (Guyana) el 18 de Noviembre de 1978 del grupo Templo del Pueblo, con un saldo de 912 muertos por envenenamiento; el de Mindanao (Filipinas), el 19 de Septiembre de 1985, cuando 60 personas ingirieron veneno por ordenes del así llamado Gran Sacerdote Datu Magayanon; el de Wakayama (Japón), el 1 de Noviembre de 1986 con un saldo de 7 muertos por incendio pertenecientes a la Iglesia de los amigos de la Verdad; en Seúl (Corea del Sur), el 28 de Agosto de 1987 con 32 muertos por envenenamiento bajo las ordenes de la diosa Park Soon-Ja; el conocido caso de Waco (Texas) de los Davivianos, que el 19 de abril de 1993 dejó 80 víctimas; los cuatro suicidios efectuados dentro de La Orden del Templo Solar, el primero, el 4 de octubre de 1994 en Morin Heights (Canadá) con 5 muertos, el segundo, al día siguiente, en Granges- Salvan y Cheir (Suiza) con 48 muertos; el tercero, un año más tarde, el 23 de Diciembre en St-Pierre de Cherennes (Francia), con 16 muertos y el cuarto dos años más tarde en Saint-Casimir (Canadá), el 23 de Marzo, con 5 muertos; el caso acaecido en San Diego (California) el 26 de Marzo de 1997 de la secta Puerta del Cielo con un saldo de 39 muertos (Jaramillo 1997: 13A). Por último en Uganda, el 17 de Marzo de 2000 donde murieron más de 500 personas pertenecientes al grupo Movimiento de Restauración de los Diez Mandamientos (Jimenes 2000: 15A). Cerca de 1605 víctimas en total, esto sin entrar por el momento a considerar los casos de grupos menores que también han aportado sus víctimas .

Tales actos pueden convertirse en distractores que forman un peligroso esencialismo del comportamiento dentro de una secta, en este sentido poco permitirían hacer un estudio más profundo de las condiciones que se precisan para una acción como la del suicidio colectivo, aun cuando ellos mismos sean objeto de investigación sin alejarse de las realidades que ahí deben concretarse, pues suele evitarse e interrumpirse con la continua y muy común categoría apriorística y detenida de fanático , que es una asociación prejuiciada que no suele tomar en cuenta el elemento psíquico en el que es imbuido un individuo que busca realizarse a través de lo religioso, en el que se tiene presente ante todo que, «…si tenemos en cuenta los principios de economía y placer que rigen los actos de seres vivos, podremos estar seguros de que nadie se adhiere a una secta para sufrir más de lo que antes de ingresar a ella» (Rodríguez 1997: 123). Salvo que una secta sea la unión doctrinal y comportamental de masoquistas y sádicos, que de comun acuerdo – o sin el- adoren o proclamen una espiritualidad.

Teniendo esto en cuenta considero que la clave para un estudio antropológico, según como lo concibo, está en emprender la búsqueda de los sistemas de representación que llegan a subyugar a un adepto sectario, o a uno en potencia y no es cuestión de hacer sólo meras descripciones de sucesos, si bien esto es importante para poder analizar las sectas como un grupo asociado a sistemas simbólicos, que internamente son propagados, y cuya constitución significativa se trasforma por la circulación hermética que se mantiene oculta a los que no están en ella y así, lo que se quiere dar a significar llega a facilitarle la posibilidad de establecer diferencia con los demás, habilitando así, el potencial de constituir pequeñas subculturas.

Sin duda estas subculturas son posibles, especialmente por la ambigüedad del símbolo que permite, en virtud de su complejidad, vehicular una concepción de mundo refinada y exclusivista. De esta manera el termino cultura debe actuar como parte de una red de símbolos, como una entidad semiótica (Geertz 1989). Aquí sólo trataré de mostrar un poco el estado de la cuestión. Pero vayamos más despacio. Primero examinaremos lo que es una secta, para ir contando los principios de base con los cuales actuaré en éste y otros ensayos relacionados.

El termino secta

Existen varias formas de definir secta, empecemos por lo que nos dice la etimología. Este término puede rastrearse inciertamente en el Judaísmo rabínico que llamo minin, es decir «sectarios» o «herejes» a las facciones que estaban separadas de las tradiciones rabínicas, especialmente se referían a los samaritanos y los judeocristianos . La palabra en griego es αίρέσους (airesys) e indica una elección o una dirección y es asociada especialmente a los Nazarenos (cristianos antiguos) de manera peyorativa para indicar que era un grupo adverso en tanto se inclinaba o elegía una conducta o doctrina diferente a la admitida por la ortodoxia. Posteriormente se utilizó para denominar a los grupos disidentes del cristianismo y contrarios a la εκκλησία (eclesya) «congregación.» o «iglesia».

Pero es en latín donde se encuentra una mayor riqueza y un mayor nivel asociativo con la voz castellana «secta», que al parecer proviene de sectum, lo cortado, separado o desgajado (Santidrián 1994:384). Ésta se encuentra íntimamente relacionada con el verbo secare, que presenta la doble acepción de “cortar” como de “seguir”; también, al igual que en griego, se asocia con secedere que quiere decir «separarse de» «o cortar con» .

Secta presenta además esta familia de palabras: el adjetivo sectador(ra) (del latín sectator-oris) y sectario(a), que bien puede ser el que profesa o sigue a una secta o el secuaz fanático e intransigente de un partido o de una idea; sectarismo, celo propio de un sectario; sectil (en latín sectilis) término utilizado como un adjetivo médico que indicaba algo susceptible a ser cortado; secto(a) utilizado mucho como adjetivo botánico, que incluye, lo cortado, como lo profundamente dividido, puede emplearse también como sufijo en voces como palmatisecto (Alonzo1958:3728); de ahí también es el origen de la palabra sector, concepto importante para sociólogos y antropólogos urbanos. Otros en cambio, rastrean su origen hasta la palabra sequi, seguir, de donde proviene séquito, resaltando así la acción de las personas que acompañan o siguen a una persona, en este caso a un líder (Leeuw 1964: 254).

Podemos ver como desde la expresión griega y latina se puede considerar el contraste de la oposición congregación- separación, una dicotomía que todavía subsiste y que además presenta un fuerte contraste con el término religión en tanto que religar; no obstante, estas expresiones están unidas por un sentimiento muy afín, aunque difieran en las formas: la adoración a un ser superior, la aceptación de un orden sagrado y en contraste por uno profano, o bien, por la aceptación de una serie de normas que regulan y aseguran un proyecto de vida con tendencia espiritualizante. Contrario a esta postura, Van Der Leeuw propone como correlato de secta no a la iglesia sino a la comunidad, como un grupo que se une bajo un tipo especial de alianza motivada por acciones religiosas llevadas al extremo (1964: 254). Esta propuesta es bien importante sobre todo si se considera que, en muchos casos, como se mostrará más adelante, la separación del adepto sectario no es sólo con la religión institucional, sino también con todo tipo de instituciones .

En la Reforma el término llegó a ser aplicado a los grupos protestantes desprendidos del catolicismo que negaban y no reconocían la suprema autoridad Papal. Sin embargo hay que tener en cuenta que tal fenómeno suele asimilarse más al cristianismo que a otras religiones, pero esto se debe a la condición parcializada con que se ha visto. Es de resaltar que el término, en tanto elaboración occidental, también permite reflejar una realidad que históricamente ha sido configurada dentro del orden de lo religioso en varios lugares del mundo, así en el hinduismo son incontables los grupos (en este caso Sampradayas o escuelas espirituales) tanto como el número de dioses de su panteón; en el Islam se reconocen setenta y dos sectas; en el budismo, las doce sectas importantes, más centenares de otras menores. En todas ellas, creo suponer bien, deben existir términos propios para definir este fenómeno que desde luego presenta valoraciones distintas (Armas1994: 469).

Algunas Definiciones

Establecido el origen etimológico, se presenta lo más difícil, la definición en el campo académico. Estas son muchas y desde luego contienen contradicciones que no permitirían avanzar. Se presentan declaraciones teológicas altamente peyorativas, por ejemplo la de Manuel Guerra Gómez autor del libro Los movimientos religiosos que define a la secta como:

Un grupo autónomo, no propiamente cristiano, de estructura piramidal, sin crítica interna, fanáticamente proselitista, desentendido de la cuestión social, exaltador del esfuerzo individual, que espera el inminente advenimiento de una era intramundana, ya colectiva (especie de paraíso en la tierra tras una catástrofe cósmica: fin del mundo, guerra mundial o sin ella) ya individual (una transformación maravillosa del adepto, su llegar a ser «superhombre») (Guerra citado por Armas, 1994:48).

Nada más superficial y lleno de frases que totalizan aspectos que potencialmente pueden ser más desentrañables, cada expresión es una categoría en sí misma por explicar, no deja nada claro, sólo enumera, ¿A que se refiere con un grupo autónomo? ¿Y lo de no propiamente cristiano? ¿Es ley que todos tengan una estructura piramidal y no haya crítica al interior? ¿Todas son proselitistas? ¿Se desentienden de la sociedad? Y ¿cómo es eso que al haber una estructura piramidal y se anule la crítica, se presente a su vez una exaltación del esfuerzo individual? Otra definición un poco más simplificada, aunque no menos prejuiciada es la siguiente:

«La secta es el grupo humano que frente a la complejidad del misterio de la fe, del mundo y del mismo hombre, opta por resolver con trazos sumamente sencillos lo que ciertamente no lo es, esta tendencia está relacionada con la razón humana, a la cual se le niega para ejercer la distinción y la crítica que permiten asegurar la verdad.” (Santagada 1981:7)

A esta definición, así como a la anterior cabe preguntar ¿es acaso la fe un misterio complejo? ¿no hay acaso teologías sectarias sumamente elaboradas y complejas? Para algunos autores existe una dificultad en trazar de una manera contundente la diferencia entre una iglesia y una secta. Es el caso de Bryan Willson que no considera adecuado hacer tal oposición y define a una secta como:

«[…] una agrupación voluntaria y exclusivista a la que accede mediante cierto prueba de méritos, dotada de un status de elite, autoidentificable y legitimada en torno a un líder carismático, que exige de sus fieles un sometimiento absoluto.» (Willson citado por Benito 1996:74).

Como se puede leer por estos tres simples ejemplos, el término ha sido cargado de un alto nivel despectivo y no dejan de ser, de alguna manera, advertencias contra un pasado y un presente bastante desalentador y que parece no ofrecer mejoría; por eso no es raro que ciertos grupos como los Testigos de Jehová se defiendan cuando se les llama de tal manera y prefieren llamarse congregación . Toda secta niega ser eso, pero no dudan en llamar así a otros grupos. En Europa, dónde el fenómeno ha seguido con bastante regularidad, se ha buscado otras formas de llamar a estos grupos: nuevas religiones, religiones marginales, movimientos religiosos libres, religiones paralelas, entre otras. Es decir, por no tratarse de fórmulas menos elegantes, podrían tacharse de claros eufemismos clasificatorios para esos grupos no tradicionales.

La sociología ha desarrollado importantes niveles de conceptualización, definición y clasificación de los rasgos comunes y dispares en las sectas, que sobrepasan las formas simplistas de «positivas y destructivas»(cf. Rodríguez 1997:44-51) y corresponden más a un desarrollo para un comunicado de orden civil, o con otros intereses distintos a los teológicos que las presentan con su constante histórica de un ethos, como si el problema fuera de esencialismos: sectas gnósticas, que ofrecen un conocimiento oculto, de tipo montanista, que exaltan la emoción, los carismas y anuncian la eminente llegada del Apocalipsis (Santagada 1981:23); también las distribuyen en: neopaganas (grupos de la nueva era, satanismo, etc.), orientalistas (Hare Krisna, Ananda Marga, meditación trascendental, etc.) neognosticas (Orden de Acuarius, Gnosticismo) y pseudo-cientificas (Cienciología, Movimiento Reeliano). Esta última clasificación es muy parecida a la división que propuso Willson (1959) en: conversionista, adventista, introversionista y gnóstica. La primera de carácter abiertamente proselitista y que busca por esos medios salvar el mundo; la segunda que anuncia la inminente llegada del fin del mundo y la consecuente intervención divina; la tercera, que busca, al apartarse del mundo, una realización espiritual, y por último, aquella que pretende ser la portadora de un conocimiento especial. Siguiendo esto Thomas O´Dea propone una definición:

«La secta […] representa el tipo ideal de organización social opuesto a la iglesia. Se trata de una sociedad cuyos miembros, de creencias estrictas, se unen a ella voluntariamente y viven, de alguna forma, apartados del mundo[…] La secta es expresión de desafío al mundo o de un apartamiento de él; niega en mayor o menor grado la legitimidad de las exigencias de la esfera secular, y da especial importancia a la conversión previa al ingreso a ella.» (1976: 512)

Algunas Características de las sectas

El autor anteriormente citado menciona unos aspectos que pueden ser aislados para posteriormente ser trabajados antropológicamente y de los cuales me valgo para resaltar que la secta es o representa: 1) una organización ideal, es decir, que tiene o crea en la mente de las personas una imagen valorativa y deseable de lo que debe ser un grupo religioso; 2) una propuesta de enfrentamiento, ya sea de tipo moderado o activo, al poder espiritual establecido; 3) un ejemplo de la libertad de elegir, permitiendo de nuevo la valoración del concepto de libre albedrío, aunque este puede perderse al interior del movimiento; 4) un grupo que se mueve en dos tendencias, la primera es una expresión de ruptura con lo tradicional y la segunda un retorno extremo a las tradiciones que en ella se consideran ideales; 5) una suerte de lógica (de base mítica o pseudocientífica) que le da capacidad para formar sus procesos legitimadores, morales y éticos con el fin de ejercer una acción real y activa cuyo objetivo es la de diferenciarse del mundo; 6) ratifica y promueve los procesos liminares (la conversión) haciéndolos conscientes y presentándolos como acontecimientos importantes que convocan a lo divino o lo sagrado para establecer la diferencia con un orden profano.

A lo anterior deben agregarse dos características que vendrían a respaldar, y en unos casos, con un estudio más definido, a revalorar la forma de actuar en el mundo por parte de las sectas, esos aspectos serian: militante, o sea que se presentan activamente enfrentadas al mundo y pasiva, que se aparta de la sociedad, pero no muestra clara oposición. En esta ultima característica podemos describir variaciones de dos tipos, 1) institucionalizada, es decir los grupos que suelen adaptarse al mundo cuando su número de miembros crece por vías proselitistas y da paso a otra generación de relevo, o bien que se extiende por los nacimientos dados al interior del grupo y que garantiza así la continuidad, de esta manera no tardan en volverse instituciones sociales. 2) La establecida que nunca llega a mostrar signos de adaptación social, y que sin importar la desaparición de la generación fundacional se mantienen con su postura hermética y antagónica. Esta última pueden dividirse a su vez en: a) grupos que se desligan de la sociedad, incluso hasta geográficamente, para así formar su comunidad ideal; b) los grupos que aunque siguen mostrando oposición, se mantienen en el seno de los vínculos urbanos (O`Dea 1976:512-513). No obstante, hay que tener en cuenta que estos rasgos pueden encontrarse mezclados. Por ello las sectas no deben ser asumidas como un fenómeno de tipo monolítico, si bien, sobre todo en el aspecto ideológico, puede rastrearse unas mismas señas de identidad que contribuyen internamente a una mayor integración mental del grupo y externamente a una menor aproximación de las perspectivas sociales.

Otras características pueden ser las siguientes. Factor de seguridad y certeza: la verdad y la salvación les pertenece en tanto se mantengan en el grupo. Se presenta un grado alto de afectividad en el que el grupo se considera autosuficiente y no necesita de otros mientras no deseen convertirse a su doctrina, además de llegar a constituir una nueva familia bajo el régimen de un padre (el líder), que puede ser considerado como un profeta, un dios, el Mesías, un maestro o hasta un extraterrestre (cf. Rodríguez: 1997:63-119). El rigorismo doctrinal, con un mensaje atractivo pero radical, que ofrece la respuesta a todo tipo de problemas y el alcance de la paz, la tranquilidad y la anunciación de una época distinta, de tendencia paradisíaca, donde sólo estarán los miembros de la organización.

De manera comportamental se presentan ciertas medidas coercitivas como el sometimiento a exigencias sexuales, bien sea por reglas endogámicas, de abstinencia, poligámica y/o poliándrica y en la mayoría de los casos suele ser el líder quien controla la sexualidad de sus adeptos para su beneficio; se presentan limitaciones de las relaciones con sus familias y amigos o con cualquier extraño a la secta, quien es visto de manera esquemática y binaria como un enemigo o como un posible integrante más; también la abstención a participaciones sociales como el servicio militar, el saludo a los símbolos patrios, incluso hasta prácticas médicas y hábitos, como la abstención a ciertos alimentos (carne, lácteos) y el uso de indumentaria especial (túnicas, falda para las mujeres, etc). Además de todo esto, esos mismos sistemas se especifican para influenciar psíquicamente no sólo al grupo sino también al individuo, así por ejemplo suelen cerrar todos los conductos comunicativos sociales (lecturas, prensa, radio) para ser reemplazado por las publicaciones doctrinarias del grupo, a través de ellos se busca una reiterada inculcación de pautas o normas de comportamiento emocional y nutricional. De esta manera se le impone todo el ideal sectario como verdadero, logrando un vaciamiento de la personalidad y una anulación de la crítica racional.

Por la misma vía se adquiere un aprendizaje de modos de establecer comunicación; puede darse el caso de idiomas particulares o alfabetos secretos con un contenido típico en las consignas de una fraseología con tendencia aforística, en apariencia poética y con una carga filosófica. Se le indica claramente cuál es su posición respecto al líder, ese «padre», que todo lo sabe, todo lo puede, todo lo responde, de quien no se puede poner en duda ninguna palabra, que a su vez representa la cúspide del grupo, con quien es deseable estar cerca y al que sólo es posible llegar por los escalones ascendentes de la estructura, que por lo general es piramidal, así esta suerte de «evolucionismo espiritual” se convierte en la obligación, en el deseo de todo adepto, y en el proyecto de vida por el que solo podrá llegar a la perfección.

Sectas y modernidad

Las condiciones externas que dan la posibilidad para la aparición de estos grupos son multicausales y no sólo le corresponde al ámbito religioso tratar de dar una respuesta. En la secta se presentan las grandes ambigüedades que ofrece la modernidad, por un lado, la anunciada muerte de dios y la profanación de los principios más puros de Occidente y por otra parte, se vuelve al esoterismo y se renuevan viejas creencias, tal como acertadamente lo declara el teólogo Pablo Campanna (1981:257) «vivimos en la era de la computadora que hace horóscopos y del astronauta con amuletos».

A esto hay que sumar el hecho, ya anunciado, del eclipse del monopolio religioso, en especial el de la Iglesia Católica que se ha comenzado a fraccionar de manera simbólica, ética e ideológica; es pues una descomposición de las sustancias principales del mundo occidental cristiano, es una crisis de autoridad donde incluso el temor al infierno que causó tanto miedo en la Edad Media ya no entra en juego, si bien entran otros miedos en el terreno individual, como el sentido de incertidumbre ante la inmensidad del Universo y la transitoriedad del ser humano en un orden que le es cada vez más extraño. Para estas y otras muchas cosas las sectas se han preparado respondiendo de diversas maneras, cada una de ellas atrayentes a su modo de acuerdo a la preocupación, miedos y esperanzas que tenga el adepto. El mismo Pablo Capanna ofrece una visión histórica de una modernidad que, orgullosa y a su vez presa de la ciencia y la técnica, se presenta realmente como una forma regresiva a otras etapas que se llegaron a considerar más oscuras:

Creemos que ya puede comenzarse a hablar de una regresión religiosa de Occidente, que parte precisamente de una paradoja: la sociedad fundada en la Ciencia, en la política racional y el predominio de los lazos temporales, es al mismo tiempo una cultura que día a día se carga de características mágicas, siguiendo un esquema que ya ha acompañado a todas las grandes crisis espirituales que marcan el fin de las distintas eras: Occidente vive un clima mágico similar al del Bajo Imperio, el Renacimiento o el Romanticismo; en un mundo empequeñecido por las comunicaciones, ello nos afectará tarde o temprano. (Capanna 1982: 256)

A esto se suma el derrumbe de las certezas que nacieron por el avance de la ciencia y por la insuficiencia de ésta al no poder responder ante problemas como la pobreza, la explosión demográfica, la pandemia del sida o la contaminación del planeta, que fueron asumidas como signos claros tanto de la incapacidad humana como de un inminente Apocalipsis. Rastrear estos procesos no es tarea sencilla, podrían resaltarse brotes en diferentes épocas y hasta señalar los procesos que permitieron la proliferación sectaria a través de sucesos discontinuos de secularización, que pueden asociarse muy inicialmente con las rupturas logradas y producidas por el positivismo en las metáforas del lenguaje religioso, donde el cielo ya no es el Cielo, ni la luz la Luz (Capanna 1981: 282), al descentramiento de lo divino en un antropocentrismo, del giro subjetivista del libre examen de las Escrituras que propuso Lutero y que tornó al dios en sí en un dios para mí y que a su vez le puso un no a la Iglesia Católica, para darle un sí a una nueva interpretación de Jesucristo y que a su vez se topó con una negación frente a las religiones que estaban siendo conocidas en los viajes alrededor del mundo, donde con cada encuentro se enfrentaban no sólo con los humanos, sino también con sus ideas, las divinidades y los diversos y profundos sentidos de lo sagrado.

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Shaul Ben Abraham

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aliciak

Hola Shaul muchas gracias por esta información ,la estoy leyendo y tomando dato efectivamente nos aporta mucho a nosotros que estudiamos y no falta este tema.por mi parte wow Excelente tarde

IKER

muy buen documento diria yo herramienta anti secta

Yehuda Ribco

un texto para estudiar con calma y profundidad que nos provee de conocimiento. muy amable, engalana y honra nuestro hogar con este texto, asi como los otros que ha compartido aqui. gracias DR y profe.

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