TRES CLASES DE MALES

TRES CLASES DE MALES

Por Shaúl Ben Abraham Avinu

El gran Rambam (Moshé Ben Maimón), en uno de sus libros más conocido, Moré Nebujim (Guia de Perplejos) recuerda que entre los filosofos la relación de Dios con el universo es designada, entre otras, mediante las expresiones Forma última (הצורה האחרונה), Forma de las formas (צורת הצורות) o Fin de los fines (תכלית התכליות); términos que quieren decir que: «[…] sobre Él se apoya en último lugar la existencia y el mantenimiento de todas las formas del mundo y que por Él subsisten, lo mismo que las cosas dotadas de forma subsisten por sus formas». Esto que expresó en términos filosóficos Maimónides se dijo por siglos en términos de la tradición hebrea como Jay HaOlamim (חי העולמים), Vida de los Mundos.

Todo este mundo de percepción pleno de vida, dicha y felicidad, todo este ámbito de conocimiento hecho para el intelecto, está, por lo general, vedado al ser humano que en virtud de sus pasiones y por la falta de entrega a las ciencias no puede reconocer, comprender ni entender como está dispuesto la Creación. El ser humano por condición natural está sometido a la materia y ella constituye un velo que aparta al Intelecto Agente de la compresión Divina y que en el Tanaj aparece bajo los nombres de nubarrón, tinieblas, niebla o nubes.

Pero la naturaleza –hecha de materia- entera es como un anillo que si ignoramos nos encierra, pero si conocemos es el vehículo perfecto para la percepción de lo Divino. Y para que lográramos ese propósito la misma Divinidad otorgó la conciencia para que con ella tuviéramos la oportunidad de aceptar o no su senda expuesta en las mitzvot, estructura de vínculos espirituales cuyo fin es el de ejercitar a quien las practique en el dominio de la materia y en la reforma de sus exigencia y demandas para hacerla participe de lo básico, menguando en ella lo excesivo a través de actos muy concretos y sencillos: en cuanto a la comida y bebida sólo lo necesario; en cuanto a la inteligencia no corrompiéndola mediante ideas falsas; con el cuerpo no abusando de las relaciones sexuales y de comportamientos ilícitos; con el pensamiento no errando en cosas inútiles; con el lenguaje no usando malas palabras.

Entender el bien y el mal en Maimónides, y desde luego en el Judaísmo, es importante para captar las dimensiones prácticas de su filosofía que no pueden ser apreciada como un asunto moral sino como un tipo de etiqueta del conocimiento que busca emplear todos los elementos cognitivos a su disposición a fin no hacer un uso indebido e innecesario de los limitados recursos que tiene el ser humano en virtud de sus corporalidad.

En este sentido, el bien y el mal son apreciados como dos campos de acción muy concretos a los que el ser humano se puede entregar si así lo quiere. El bien es que cada ser racional llegue al intelecto en acto. En cuanto al mal (que es al que quiero destacar aquí), su realidad parte de las privaciones y como tal no tiene una existencia positiva en sí misma y es el resultado de la ausencia del bien: no necesitan de que alguien lo cree, su causa no es eficiente sino deficiente.

Por ignorancia se aprecia el mal con mayor relevancia que el bien solo en virtud del excesivo valor que se da el ser humano en relación con la creación, cuando en verdad éste ocupa un pequeño espacio en el universo y en comparación con las inteligencias separadas, con las esferas (hoy diríamos con los sistemas y la galaxias) y con los planetas los individuos no tienen valor destacable: el nivel de contingencia de los seres humanos es el que los somete a la mayor parte de los males, ya sean por propia autoprocedencia o por accidente. Esto hace que Rambam identifique al mal en tres tipos de causas:

1) Primera, el mal que nace por sí mismo en tanto que consistencia material natural del ser humano, mismo que lo lleva a estar sometido a la impermanencia, a las enfermedades que le son innatas, o bien causadas por las alteraciones de los elementos.

2) Segunda, el mal que se originan por los daños y perjuicios que los seres humanos se infligen unos a otros, ya sea la tiranía, las guerras, el robo, la violencia: males que son generales y muchos más numerosos, y no son propios de la naturaleza.

3) Tercera, el mal que se origina por causa de nosotros mismos, llevándonos al desenfreno, el mal consumo de los alimentos que ingerimos y por el exceso de placeres que al no ser cumplidos a gusto y empacho se culpa a Dios como si este fuera responsable de la insatisfacción al no poder saciarse, actuando como si éste fuera el principal objetivo de la vida.

Así pues, aunque cueste creerlo por las condiciones del mundo, de acuerdo a Rambam, el bien y no el mal predomina. Lo más necesario para la vida ha sido proveído por Dios en abundancia, como el aire, viniendo luego lo menos necesario pero aun importante, como el agua, y luego los otros alimentos hasta llegar a lo menos necesario, que por ser rarezas se volverán de precio más elevado. Lo verdaderamente necesario para la existencia de las criaturas se ha predispuesto en abundancia y se engañan quienes piensan que por tener lo superfluo mejoraron en su esencia, olvidando que lo contario es más cierto aun: que el que carece de lo superfluo no ha menguado en su valor, pues tiene lo necesario: lo que lo mantiene vivo . Por eso, el ser humano virtuoso, aquel que no va a perder el tiempo con lo inútil, al considerar la naturaleza del ser tal como es (al hacer ciencia diria Rambam) busca realizar el auténtico objetivo para el que han sido destinados: percibir la realidad Divina, actividad propia del Intelecto, dejando para el cuerpo lo estrictamente necesario.

Y aquí, luego de expuesto esto, me surge una pregunta: ¿Qué deberíamos dejar de hacer o reducir en nuestras vidas para que pudiéramos percibir con más claridad que D-os está presente en todos ya cada uno de los momentos y lugares? Para mi hay una respuesta clara: reduciendo el mal a su medida exacta, no endiosándolo, no agrandando más al enano, dándole su justa medida y asignándole las causas correctas y no atribuyéndole ilusorias fuentes que nos quitan el verdadero nivel de responsabilidad que como seres humanos tenemos ante la creación. Y reconocer esa pequeñez es en verdad hacer grande nuestro verdadero ser. En palabras del gran Rambam en Moré Nebujim (Cap. 12, tomo II):

El origen de este error se halla en que aquél hombre ignorante, y los partidarios que tiene entre el vulgo, juzgan el conjunto del universo con arreglo al caso de una persona singular. Porque el hombre ignorante cree que el universo existe sólo para él. Por donde, si acaece algo contrario a lo que espera y desea, concluye inmediatamente que todo el universo es malo. Empero, si tomase en cuenta el conjunto, se formase una idea de él y se percatase de cuan insignificante porción es dentro del universo, creo que descubriría la verdad.

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Shaul Ben Abraham

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Gracias Shaul por el artículo. En esta sección http://serjudio.com/creencias/bienymal.htm hay unos artículos escritos con anterioridad que tienen la misma linea de pensamiento.

Especificamente me parecen estos

http://serjudio.com/rap2051_2100/rap2060.htm

http://serjudio.com/dnoam/rap59.htm

Gracias de nuevo y mucha suerte con tu tesis.

Yehuda Ribco

muy oportuno texto, muchas gracias!
y exitos con la maestria!

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