""Y las tablas
eran obra del Eterno, y la escritura era escritura del Eterno,
grabada sobre las tablas" (Éxodo
32:16);
no leas "grabada" [jarut]
sino "en libertad" [jerut],
pues no hay hombre libre sino quien se ocupa del estudio de la
Torá."
(Pirkei Avot 6:2)
El motor de toda la existencia humana se
encuentra en el Deseo por recibir energía vital desde lo Alto.
Es ESE Deseo el que mueve todas y cada una de nuestras acciones,
palabras, sentimientos, ideas, creencias.
Desde el plano espiritual, aquel que conecta con la
fuente del Deseo y hasta la acción que busca su cumplimiento, la
energía anímica transcurre por un proceso que incluye los planos del
pensamiento, la influencia del medio, las emociones y las propias
condiciones físicas personales.
Ahora bien, cuatro son las maneras básicas en que
se canaliza dicha energía en el plano del pensamiento humano.
Dependiendo del momento, el adiestramiento recibido
y la constitución interna personal, será el tipo de pensamiento
preponderante y por consiguiente la canalización de la energía
anímica y sus consecuencias en el mundo físico1.
Ahora veamos muy someramente un poco de
cada uno de
estos modos:
-
Desborde
El pensamiento es un lacayo del intenso placer sensual o un
esclavo del miedo inespecífico.
Sea cual fuera de ambas dependencias, el pensamiento está
sometido a la necesidad sentida de
encontrar modos de recibir gratificación a bajo costo en el
corto plazo.
Por esto, no toma en cuenta las consecuencias ulteriores que sus
acciones generan, ni en ella ni en el prójimo.
Esta manera de procesar la información y de proceder, signan a
la persona como egoísta, pues está centrada en ella misma sin
otros miramientos.
Así, pareciera como si el pensamiento estuviera ausente o
francamente alterado, y a veces pareciera como si la persona
mentalmente estuviera en "piloto automático".
Como la meta de la persona esclava de su egoísmo es el desborde del placer inmediato, su resultado, más
o menos cercano, es el daño a sí mismo y al entorno.
Éste es el hijo extraviado mencionado en la Hagadá de Pesaj.
-
Búsqueda de seguridad
El pensamiento está sometido al miedo, tanto miedo a factores
externos como especialmente a internos.
Por esta causa, el pensamiento está en función de preservarse,
de apartarse de supuestas fuentes de peligro.
Esta manera de procesar la información marcan a la persona con
un dejo de distanciamiento o indiferencia, necesidad de
controlar y limitar.
El pensamiento es rígido, estructurado, de enjuiciamiento
constante.
Y, aunque pareciera paradójico, está muy apegado a referencias
externas, como si al encasillarse detrás de alguna fuente de
autoridad se estuviera protegiendo de riesgos inesperados.
Esta manera de pensar llevan a un creciente agotamiento de las
fuerzas anímicas, pues se dedica a crear y sostener barricadas
en lugar de destinarlas a una mejor vida.
Éste es el hijo simple mencionado en la Hagadá de Pesaj.
-
Búsqueda de placer
El pensamiento está al servicio del placer, o la comodidad.
A diferencia del pensamiento "desbordado", en éste se reconoce,
en cierta medida, la presencia del otro; por lo cual no suele
ser tan perjudicial ni abusivo.
Este reconocimiento también es funcional a su meta de obtener
placer con comodidad, por tanto se suele manipular pasiva o
activamente al otro.
Es cotidiano que emplee excusas y todo tipo de artimañas para
conseguir su placer sin afectar su comodidad.
Cuando la realidad no le ofrece facilidad para obtener el placer
buscado, y su ingenio ya no es eficaz, entonces el pensamiento
rápidamente se suelta hacia la fantasía, como una manera de
escapar a la realidad carente del placer. Cuando las
dificultades se incrementan, el escapismo mental se refuerza y
se vive en una especie de bloqueo con la realidad, interna y
externa.
Esta manera de procesar la información y su correlato en los
actos suelen llevar a una permanente desilusión, quejas,
acciones desubicadas y disipación de sus energías vitales.
Éste es el hijo indiferente, que no sabe preguntar, mencionado
en la Hagadá de Pesaj.
-
Libertad
El pensamiento está signado por una auténtica apertura hacia la
conciencia de la realidad.
La persona busca discernir en base a principios universales que
son también objetivos (que están compilados en la Torá), por lo
cual prevé las consecuencias de sus actos y camina con confianza
entre las oscuras sendas del miedo y del gozo.
Su libertad de pensamiento y su equilibrio emocional le permiten
descentrarse de su ser, por lo cual actúa con altruismo y
benevolencia.
Así mismo, está capacitado para tomar decisiones y ponerlas en
práctica, y si no alcanza sus metas, no por eso desespera. Es
que su pensamiento y su acción son auténticos, por tanto no
tiene de qué avergonzarse.
Es fundamental anotar que el pensamiento de libertad debe estar
asociado indisolublemente con la buena práctica de sus ideas,
pues de lo contrario se diluiría en una especie de pensamiento
del tipo "3", fantaseando con hechos que nunca lleva a buen
puerto. En palabras de nuestros Sabios: "no
es el estudio lo esencial, sino las obras" (Pirkei
Avot 1:17).
El modo judío de enseñar a pensar en libertad es el cabal
cumplimiento de los preceptos de la Torá, que son la acción y el
entrenamiento ideales para preservar la integridad de la persona
y el colectivo.
Éste es el hijo sabio mencionado en la Hagadá de Pesaj.
Tomemos un ejemplo del cuarto modo de pensamiento.
Nuestro primer patriarca, Avrahamm quien es considerado el que mejor
simboliza el jesed, el altruismo y el pensamiento libre.
En el primer diálogo que registra la Torá entre el Eterno y él se
dice que:
"Entonces el Eterno
dijo a Avram [Abram]: 'Vete de tu tierra, de tu patria y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición."
(Bereshit / Génesis 12:1-2)
Notemos que dice el Eterno que Avraham abandone su
tierra, su patria y la casa paterna.
Estos tres ámbitos eran concretos, aquello que están mencionados.
Pero también, en el pensamiento cabalístico, tienen una
intencionalidad diferente.
"Tierra" es el plano de lo material.
"Patria" es el plano de lo social.
"Casa paterna" es el plano de lo emocional.
Avraham, tal como cada uno de nosotros, solo podemos alcanzar la
tierra de santidad cuando nos liberamos en esos tres planos, es
decir, cuando no nos dominan sino que están integrados detrás del
pensamiento de libertad.
Tomemos sobre el ejemplo un ejemplo.
Mi plano "tierra" (físico-material) me pide comida, tengo hambre.
Algunos cuando están hambrientos se comportan de manera poco
decorosa. No permitir que el plano tierra me domine en este aspecto
es reconocer que tengo hambre pero no actuar como animal para
saciarla.
Mi plano "casa paterna" (emocional) me dice que tengo que obtener mi
alimento, e insisto y me enojo si se demora, y mi mal humor se
contagia. No ser dominado en este plano es saber que la demora en
comer me produce malestar pero que no por eso debo enfadarme o ser
agresivo.
Mi plano "patria" (social) me obliga a comer en un tal lugar de moda
y no en otro, y no comer lo que me resulta saludable, sino aquello
que la sociedad consiente. No ser dominado por esto me hace dar
cuenta que tengo otros mandatos que respetar, mucho más elevados,
por ejemplo el de kashrut, entonces me abstengo de una
hamburguesa con queso. O el mandato de preservar mi salud, entonces
cuido el contenido de colesterol y calorías.
Si procedo de esta manera, detrás del pensamiento de libertad, que
es fortalecido con Torá y preceptos, entonces aseguro una mejor
experiencia de vida y una cosecha de bien en el futuro.
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Notas:
1- Hablamos de que existe preponderancias y no un
tipo puro e invariable en la persona.
Por consiguiente, no preguntemos de que tipo soy, o es mi hermano o vecino,
sino preguntemos como cuál tipo me estoy comportando en este momento.
De esta manera nos evitamos etiquetar a las personas, a nosotros mismos, y
estamos capacitados para encontrar caminos para la liberación y autenticidad. |