Hay un barco.
Está formado por una parte material, física, compuesta por: su estructura,
sus cubiertas, su proa y popa, sus revestimientos, su cableado y tuberías,
su timón y sus camarotes, su puente y sus numerosas dependencias.
Éste es el cuerpo del barco, su plano material.
Luego, tiene también su generador de potencia y los
artefactos para desplegarla: sus motores, sus rotores, sus hélices, sus
comandos y terminales.
A veces es difícil discernir dónde empieza y termina el plano material del
plano de la potencia, pues se puede reconocer fácilmente que un rotor o una
hélice son elementos corporales.
Es que, la energía vital para el barco depende sin dudas de una
infraestructura material, pero lo físico sin esta energía es un cascarón
inútil.
Este es el plano de lo emocional, el corazón que da vida al cuerpo.
El barco funciona o cobra su primer sentido real cuando hay una tripulación
en él.
Esta tripulación no ha nacido con el barco, ni forma parte natural de su
ser.
La tripulación puede ser persistente, pero es dinámica.
La tripulación está compuesta por elementos similares pero diferentes.
Son los miembros de la tripulación los encargados de sostener el barco, de
darle sentido, de repararlo, de mejorarlo y a veces de encallarlo, perderlo,
destrozarlo.
Este es el plano de lo social que nos forma y formamos.
En su alto recinto se ubica el puente en donde actúan el capitán, el timonel,
los expertos en comunicación y navegación.
El puente tiene a su cargo mantener el curso y operar los artefactos para
que el barco llegue a buen puerto y se no pierda el contacto con la realidad
que lo circunda.
Todo aquel que labora en el puente ha de ser un operario capacitado, que ha
recibido instrucción para su tarea, pero también debe contar con un margen
de intuición que le permita resolver situaciones inesperadas.
Desde el puente se administran los recursos de la nave, distribuyen a la
tripulación y vela para que la nave sea eficiente y provechosa.
Este es el plano del intelecto aliado a los órganos de la percepción.
Y en su ubicación privada se halla el comandante de la nave.
Todo y todos están a sus órdenes y él es el responsable último por lo que
acontece en el barco.
Es el que sabe a qué puerto han de arribar, conoce las rutas, instruye al
capitán y a través de éste a la tripulación completa.
Ha sido el elegido por el armador del barco para preservarlo y para que todo
esté integrado y en perfectas condiciones, por esto su misión es fundamental
y de completa dedicación y responsabilidad.
Cuando alcanzan un puerto, es ante el armador que el comandante debe dar sus
partes e informes.
Y el armador no acepta excusas ni opiniones volátiles, él es el dueño del
barco y el jefe de todo l oque hay en él, por tanto espera que el comandante
sepa hacer su labor apropiadamente.
El trabajo del comandante debe ser en estrecha relación con el puente, pues
éste es su portavoz y el que desarrolla sus planes de navegación.
Este es el plano de lo espiritual.
Cada uno de nosotros es como este barco y solamente vivimos
con sentido cuando los cinco planos están integrados, todos bajo el mando
unificador del comandante.
Pero, a veces el timonel se extravía (voluntaria o
involuntariamente) y se dirige para allá,
contradiciendo al capitán que dice para acá.
En ocasiones el vigía confunde las señales, o el de comunicaciones envía
datos erróneos.
La confusión puede imperar muy fácilmente, son tantos los elementos que
participan y tan variados los factores que intervienen.
También, a veces es el motor el que sorpresivamente toma el control de la
nave, genera más potencia de la saludable, o pierde energía en recovecos
insospechados. O se avería y deja a todos varados en mitad de vaya uno a
saber dónde.
Cuando cosas por el estilo suceden (y suceden todo el tiempo), todo es un descontrol.
En general, es bien común que los barcos se dejan manejar por la
tripulación:
el que dirán,
lo que me avergüenza,
lo que me enseñan y creo que no tengo poder para criticar,
lo que me quieren vender y yo me dejo convencer,
por lo que me hace sentir culpable a los ojos del otro,
por lo que está de moda,
por lo que me parece que genera menos conflictos con otros,
y los de la tripulación que están en acción desapegada del puente y del
comandante, presionan al motor para cumplir con las metas variables y poco
constructivas de la tripulación,
Recurren a exilar al comandante muy lejos, lo mantienen en el calabozo,
encerrado entre mitos y fantasías o simplemente abandonado en la fría y
húmeda oscuridad.
Pero son los amotinados que erigen a un falso armador en sus vidas, que son
los que siguen a cualquier falso dios o cualquier idolatría.
Éstos
erradican al capitán del barco, lo hicieron caminar por el tablón rumbo al
abismo,
pero no tienen temor de llamar a sus desviaciones y sus engaños como "santidad".
Los rebeldes, o los perdidos de la tripulación muchas veces dejan al timonel medio tuerto,
para que no vea con el ojo hundido que el motor está presionado y la nave
está yendo para
cualquier lado.
¿Entiendes la idea?
CTerapia online
Notas:
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