Flores de lo malo
Lic. Prof. Yehuda Ribco
Al nacer a este mundo, nuestro cuerpo, nuestra faceta
física/material, reclama por la satisfacción de sus naturales necesidades.
El bebe aspira sus primeras bocanadas de aire, como un acto reflejo innato,
indispensable para su supervivencia, y queda marcado así su primer "diálogo"
con el mundo. Un primer contacto en el cual se exige, se toma para sí, pero
no se devuelve voluntariamente nada.
Luego, al ratito llora porque padece de hambre y frío, y una inespecífica
sensación de separación, de angustia le diríamos si fuera más grande.
Es que anhela con vehemencia ser cobijado, arrullado, abrigado, sostenido y
especialmente alimentado.
Por supuesto, nada de esto es antinatural, ni negativo, ni pecaminoso.
Es así como nacemos, como venimos a este mundo.
Por mucho tiempo el único "diálogo" del niño con el mundo
se centra exclusivamente en sus necesidades, en la satisfacción de las
mismas.
Y como sabemos, éstas no son ni espirituales, ni intelectuales, tampoco lo
son sociales; son necesidades netamente físicas, concernientes a su cuerpo,
a la adquisición para el mismo de satisfacción gratuita.
Sus reflejos instintivos son de succión-deglución y de aprehensión, como se
nos dice metafóricamente: nace con los puños cerrados, para tomar del mundo,
para hacerse de bienes materiales.
Minuto a minuto este ser humano está siendo entrenado, por
su propia naturaleza y el ambiente, a priorizar sus necesidades por encima
del resto de la realidad.
Si lo quisiéramos resumir en una breve frase: "Satisfaces mis necesidades o
no existes".
A los pocos meses, esta máquina devoradora de placer
"egoísta"1 comienza a necesitar de otro
tipo de "combustible", puesto que aquel que alimenta su plano corporal ya no
le alcanza.
Reclama y engulle afecto.
Ya no precisa, ni le basta, solamente alimentos, abrazos, calor, brazos
firmes.
Exige también cariños, mimos, arrullos, palabras tiernas.
Nuevamente, esto es natural y adecuado que ocurra.
Sin embargo, este ejercicio constante de satisfacer sus necesidades
gratuitamente refuerza su noción (no pensada en conceptos abstractos, por
supuesto), de que él es el ombligo del mundo.
Así pues, reconocemos que el ser humano tiene necesidades
que deben ser satisfechas, para continuar con vida, y esto es así porque es un
ser limitado por su cuerpo.
Debido al entrenamiento que vamos recibiendo, tenemos la convicción errónea
de que somos solamente cuerpo, un cuerpo voraz de cosas materiales y de
afecto, que no debe retribuir a nadie.
De esta manera MI cuerpo es sentido como el centro del cosmos, todo el resto
es superfluo, o está en función de mi satisfacción.
En palabras del profeta:
"Pero cuando los apacenté y se
saciaron, su corazón se ensoberbeció. Por esta causa se olvidaron de Mí."
(Hoshea / Oseas 13:6)
Ahora, prestemos atención a las palabras de la Torá:
"El
instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud."
(Bereshit / Génesis 8:21)
Es decir, en nuestros primeros momentos de vida contamos
con una tendencia natural hacia lo negativo, una preponderancia hacia el
recibir sin equidad, sin compromiso, sin retribuir.
Nuestros Sabios de bendita memoria, en el Avot deRabbí
Natán 16, nos enseñan que el Ietzer HaRá (inclinación hacia lo
negativo) tiene el predominio en la vida de la persona desde su nacimiento,
hasta que en la edad de las Mitzvot (los preceptos, hacia los 12 y 13
años de edad), el Ietzer HaTov (la inclinación a lo positivo)
equilibra y con esmero la persona está capacitada para sublimar la potencia
negativa y convertirla en herramienta de construcción2.
Es que, el Eterno ha creado todo de manera equilibrada, de
modo tal que cuando una tendencia prepondera, está la antitética para
alcanzar el equilibrio.
En palabras de nuestros Sabios de bendita memoria:
"El Santo bendito sea creó la
inclinación al mal, y creó la Torá como antídoto"
(TB Baba Batra 16a)
Entendamos correctamente, no nos confundamos, la
inclinación a lo negativo no es algo bueno en sí misma, a no ser que esté
equilibrada y supeditada a la inclinación hacia lo positivo.
Prestemos atención:
"En el Génesis cuando dice "es
bueno" hace referencia al ser humano, en tanto que cuando dice que "es
muy bueno", hace referencia a la inclinación hacia el mal, para
enseñarnos que si no fuera por esta inclinación, la persona no
construiría su casa, no desposaría mujer, ni tendría hijos"
(Kohelet Rabá 3:16)
Así pues, con la inclinación hacia lo negativo nos
guardamos de ser demasiado justos, al punto de vivir desconectados del mundo
físico. Él nos ha puesto en este mundo físico por buenos motivos, y por
tanto no tenemos derecho a apartarnos del mundo, ni dejar de gozar de lo
permitido.
Es que debemos entender un principio fundamental: en Este Mundo demasiado de
algo, aunque esto sea bueno, lleva a la destrucción, por tanto, es necesaria
una partícula de Ietzer HaRá para conseguir un equilibrio que permita
el desarrollo, la vida.
Como consecuencia del primer error del humano original (Adam
HaRishon), el conocimiento de lo que es bueno y malo quedó mezclado en
su intelecto, perdió la capacidad natural para discernir entre lo que es
bueno y aquello que no lo es. Si el humano original no se hubiera apresurado
a comer del fruto del Árbol del conocimiento, la humanidad hubiera crecido
con seguridad, sabiendo sin dudas apreciar lo bueno. Pero, la historia
sabemos que no fue así. El hombre quedó en confusión de valores, lo bueno
puede aparecerle como malo, y viceversa.
Esta es la clave para comprender el poder que tiene la inclinación hacia lo
negativo, puesto que se presenta como la mejor opción, como un gemelo de lo
que es bueno, y por otra parte, es hábil en dominar allí en donde se le deja
entrar.
En lenguaje de la Torá:
"Si te enmiendas, ¿no serás
enaltecido? Pero si no te enmiendas, yacerá el pecado a la puerta. Y
hacia ti será su deseo; pero tú lo puedes dominar."
(Bereshit / Génesis 4:7)
Y en la enseñanza de nuestros Sabios:
"Al comienzo se lo percibe
como pasajero, luego como invitado y finalmente como el amo de la casa"
(TB Sucá 52b)
Por supuesto, el equilibrio lo brinda el perfecto antídoto,
que es el estudio de la Torá para su correcta aplicación práctica. Cuando la
inclinación hacia lo negativo queda sin control, sin el marco de contención
que brinda la Torá y la práctica de los preceptos, entonces la persona está
en constante desequilibrio, y por tanto en riesgo, tanto en su plano físico
como en el espiritual.
La partícula de inclinación hacia lo negativo es lo que
posibilita que la persona ejerza efectivamente su libre albedrío, puesto que
tiene libertad real para escoger entre lo que es bueno y lo que no lo es.
Recordemos, una partícula de negatividad
contenida en una tonelada de bondad, tal es el equilibrio
correcto. |
Ahora bien, ¿es que acaso el cuerpo y los afectos "son malos" por
naturaleza?
Ni el cuerpo ni los afectos son malos.
No son prisiones, ni maldiciones, ni antros satánicos.
Somos nosotros, en buena medida, durante nuestro transcurso de vida terrena.
Siendo así, bien podríamos preguntarnos: ¿por qué la
inclinación al mal reposa en las pasiones y deseos del cuerpo, y en las
ansias emocionales?
Para responderlo, hagamos memoria.
¿Cómo se hizo parte del ser humano la confusión de valores?
Prestemos mucha atención a las palabras:
"Entonces la mujer vio que el
árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol
codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y
también dio a su marido que estaba con ella, y él comió."
(Bereshit / Génesis 3:6)
La confusión de valores entró a nuestra vida por el deseo
de lo atractivo a los ojos, por el anhelo de obtener algo ajeno, que estaba
por fuera de nuestro alcance. Y se integró a nuestro ser cuando lo
ingerimos, cuando lo sacamos del espacio ajeno para hacerlo propio.
Es decir, las pasiones y el cuerpo fueron los vehículos por los cuales se
introdujo la confusión, y por lo cual aún se mantiene.
Pero, nuevamente recordemos que tanto el cuerpo como las
pasiones son buenos instrumentos que el Eterno nos ha dado para hacer
nuestra misión trascendente en Este Mundo.
No los despreciemos, pues de hacerlo, estamos despreciando la Sabiduría y
Misericordia divinas.
Como resumen, es el egoísmo la gran promotora de los males del mundo.
Y la única manera de hacer que el bien impere, es ajustando nuestra vida por
medio del cumplimiento cabal de los mandamientos que se obtienen a través
del estudio concienzudo de la Torá.
Mientras esto no hagamos, el mundo seguirá poblado de
oscuridades, plagado de flores de lo malo.
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1-
Ciertamente no es correcto llamarlo "egoísta", puesto que aún no
es consciente de ser un "ego", un "yo", un algo diferenciado de
otras cosas. Y por supuesto, tampoco tiene una pasión o
tendencia, un "ismo", hacia sí mismo.
2- En el
Talmud, Berajot 91b, se enseña que la inclinación a lo negativo
es parte del ser humano desde su concepción, puesto que es una
tendencia natural innata, pero que comienza su ejercicio desde
el momento del nacimiento.
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