Shabbat Av 18, 5763 - 16/8/03.
Comentario de la Parashá Ekev:
Es el amor... amor profundo
Esta semana corresponde leer la parashá
llamada Ekev ("Como consecuencia") que es la
tercera del quinto tomo de la Torá, el
sefer Devarim, conocido en español como "Deuteronomio".
Amar es cumplir
En nuestra parashá se nos indica
reiteradamente que el amor verdadero por Dios se expresa exclusivamente en
el cumplimiento de los preceptos que Él nos encomienda.
Tal como comprobamos:
"Amarás al Eterno tu Elokim,
¿cómo?
guardarás Su ordenanza, Sus estatutos, Sus decretos y Sus mandamientos,
¿cuándo?
todos los días."
(Devarim / Deuteronomio 11:0)
Cuanto más preceptos se cumplen,
conduciéndose lealmente según Su Torá,
y ejecutando dedicadamente Sus reglas,
entonces,
más alto es el grado de amor que está manifestando la persona,
y mayor el amor que recibe (ver Irmiá / Jeremías 31:2, y TB
Ioma 54a) [1].
El amor es...
Ahora bien, es imperioso que quede claro el
concepto de "amor".
El amor verdadero no es un torrente de
emociones, ni sentimientos que se escapan de control, ni siquiera bellas
palabras, o pensamientos obsesivos en torno al amado.
Tampoco es una intensa confesión de fe y fidelidad, pero que carece de
materialización.
Ni es una pasión del alma, o una entrega desenfrenada y sin objetivo.
Ni siquiera es alcanzar un vasto conocimiento
intelectual del sujeto amado, de sus cualidades y circunstancias.
El verdadero amor queda definido por la Torá
perfecta como: actuar de acuerdo a lo que es de mayor
beneficio objetivo para el amado y el amador [2].
Tal es la regla del amor que se establece en nuestras
relaciones sociales.
Amamos en verdad cuando
nuestras acciones sirven para ayudar a desarrollar las
mejores potencialidades de nuestro amado,
y de paso,
sacamos a relucir lo
mejor que hay en nuestro interior.
Es decir, en el encuentro con el otro, tal como él es realmente, es cuando
comenzamos a esbozar nuestro amor.
Y recién cuando actuamos en provecho del otro, sin esperar nada a cambio,
es que le estamos amando.
Al respecto, un famoso psicólogo y pensador judío (instruido
en nuestra Tradición, aunque bastante apartado de su cumplimiento)
alguna vez escribió: "El amor sólo comienza a desarrollarse cuando
amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines egoístas."
(Erich Fromm, "El arte de amar").
Esta frase es un eco de la antiquísima enseñanza de nuestros Sabios,
expresada en Tanna Debe Eliahu 26: "El amor ha de ser
perfectamente generoso (no egoísta), y ha de regular
todas las relaciones entre las personas".
Otro judío contemporáneo, famoso por su comprensión de los recovecos de la
espiritualidad moderna, que suele estar apartada del mensaje de la Torá, dijo
alguna vez: "El amor intuye algo que no existe todavía en el otro...
intuye las posibilidades personales que todavía no han sido realizadas,
posibilidades que todavía están escondidas... y entonces trabaja para realizarlo..."
(Viktor Frankl, "Logoterapia y análisis existencial").
El soporte del
amor
Por otra parte, es un fundamento muy endeble el amor sin el contrapeso del
juicio y la justicia.
Según aprendemos de la enseñanza cabalística, para alcanzar el equilibrio es
imprescindible contar con el adecuado balance entre ambos principios.
Ya que el juicio excesivo, conlleva rigidez y temor, lo que dificulta el
crecimiento y el desarrollo de las cualidades placenteras de la vida.
Pero el amor sin reglas claras, precisas, objetivas y trascendentes, se
convierte en una trampa que engolosina y termina por extraviar.
Para el humano son indispensables los límites al amor, para no transformar
una relación trascendente, en algo tóxico, perjudicial.
Así pues, para que tanto el amor como el rigor
sean saludables y de bendición, necesariamente deben estar enmarcados por
las reglas expuestas por la Torá, sin concesiones extrañas, ni apelar a
facilismos que terminan por engañar.
Amor con justicia y justiciero amor.
El placer de amar
Aunque parezca increíble, cuando estamos
movidos por la generosidad y pureza de intención, cuando menos nos interesan
las ganancias y el gozo egoísta, es cuando más oportunidades tenemos de
encontrar satisfacción y felicidad objetiva.
En parte esto es así porque siguiendo la ley de la "acción-reacción"
(también conocida como mida kenegued mida, o de la
justa compensación) ,
obtenemos aquello que damos. Si proveemos generosamente, estamos en
condiciones de recibir ampliamente.
Otra causa la descubrimos cuando comprendemos
que todos somos parte de un gran organismo, de la creación del Eterno, y que
provenimos de la misma Fuente.
Cuando nuestro prójimo se beneficia por nuestra acción, en realidad estamos
colaborando indirectamente con nuestro bienestar, puesto que el bien de uno
es el bien del conjunto (a partir del Sefer Tania,
Hisvaadiyus 5745, Vol. 3, p. 1423).
Otra causa, según el mismo Frankl dijera: "La felicidad no se
puede buscar nunca directamente. Sólo puede venir como consecuencia de haber
entregado lo mejor de nosotros mismos por una causa noble". ("El
hombre en busca de sentido").
Es decir, el placer solamente se alcanza cuando no lo está persiguiendo
afanosamente, ni cuando el gozo es la única finalidad de la vida.
Sino que el placer real surge como un producto derivado de una acción que es
beneficiosa para otra persona, y/o que está en correspondencia con lo que
Dios demanda de la persona (al respecto ver Rambán a Devarim
/ Deuteronomio 6:4).
Milenios antes, y con una Sabiduría superior,
hallamos este mensaje en nuestra perfecta Torá, pues nos enseña que cuando actuamos movidos por el
verdadero amor, finalmente llegamos a obtener diversas bendiciones
espirituales y materiales, tal como está dicho:
"Y será que por haber obedecido estos
decretos,
por guardarlos y ponerlos por obra,
el Eterno tu Elokim guardará para contigo el pacto y la misericordia que
juró a tus padres.
Él te amará, te bendecirá y te multiplicará...
Así comerás y te saciarás."
(Devarim / Deuteronomio 7:12-13; 11:15)
El compendio de
Hillel el anciano
El sabio Hillel resumió todo esto que hemos visto en una
breve sentencia, digna de ser recordada y llevada a la práctica asiduamente:
"Sé uno de los alumnos de Aarón,
que ama la paz y la persigue,
ama a las criaturas y las aproxima a la Torá"
(Avot 1:12)
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
[1]: El Rabeinu
Tam, Sefer HaIashar cap. 2, enumera diez características del amador
verdadero de Dios:
-
Amar la Torá.
-
Deleitarse al servir a Dios por
encima de cualquier otro placer.
-
Amar a los que aman a Dios, así
como apartarse de los que de Él se apartan.
-
Dedicar más esfuerzos y tiempo
al servicio de Dios que a la obtención de logros materiales.
-
Aceptar de buen parecer
cualquier esfuerzo, tarea o sacrificio relacionado al servicio de Dios.
-
Ser ágil y preciso en el
cumplimiento de los preceptos.
-
Difundir el amor que se
manifiesta por el Eterno.
-
Ignorar a los que lo quieren
alejar del servicio de Dios, y no molestarse si le ridiculizan o
desprecian por ser leales a Dios.
-
No dejar de servir a Dios,
aunque haya pasado por experiencias negativas o esté sumido en
circunstancias preocupantes.
-
No servir a Dios esperando una
recompensa por esto
[Vuelve al
texto]
[2]: Como Dios no precisa nada de
nadie,
ni se beneficia absolutamente
en nada como consecuencia de los actos/sentimientos humanos;
entonces,
nuestro amor por
Él se halla en actuar conforme a Sus mandamientos eternos que nos
corresponden,
ya que es ESO lo que Él nos reclama.
Así pues, para amar a Dios los
gentiles deben cumplir lo mejor posible con sus 7 preceptos, en tanto que
los judíos deben abocarse a los 613 mandamientos de la Torá (TB Menajot 43b,
Rosh Hashaná 4a).
Por su parte, el amor de Dios por Su creación se reconoce por la misma
existencia de todo lo creado (Hoshea / Oseas 14:5), ya que nada
existe si Dios no lo permite, ni nada hay perfecto y sin tachas, excepto Él.
[Vuelve al texto]
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
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