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  Lic. Prof. Yehuda Ribco  // Av 13, 5763 - 11/8/03

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Parashá  >> Devarim / Deuteronomio

      Ekev >  Devarim  7:12 - 11:25

Shabbat Av 18, 5763 - 16/8/03.

Comentario de la Parashá Ekev: Es el amor... amor profundo

Esta semana corresponde leer la parashá llamada Ekev ("Como consecuencia") que es la tercera del quinto tomo de la Torá, el sefer Devarim, conocido en español como "Deuteronomio".

Amar es cumplir
En nuestra parashá se nos indica reiteradamente que el amor verdadero por Dios se expresa exclusivamente en el cumplimiento de los preceptos que Él nos encomienda.
Tal como comprobamos:

"Amarás al Eterno tu Elokim,
¿cómo?
guardarás Su ordenanza, Sus estatutos, Sus decretos y Sus mandamientos,
¿cuándo?
todos los días.
"
(Devarim / Deuteronomio 11:0)

Cuanto más preceptos se cumplen,
conduciéndose lealmente según Su Torá,
y ejecutando dedicadamente Sus reglas,
entonces,
más alto es el grado de amor que está manifestando la persona,
y mayor el amor que recibe (ver Irmiá / Jeremías 31:2, y TB Ioma 54a) [1].

El amor es...
Ahora bien, es imperioso que quede claro el concepto de "amor".

El amor verdadero no es un torrente de emociones, ni sentimientos que se escapan de control, ni siquiera bellas palabras, o pensamientos obsesivos en torno al amado.
Tampoco es una intensa confesión de fe y fidelidad, pero que carece de materialización.
Ni es una pasión del alma, o una entrega desenfrenada y sin objetivo.
Ni siquiera es alcanzar un vasto conocimiento intelectual del sujeto amado, de sus cualidades y circunstancias.

El verdadero amor queda definido por la Torá perfecta como: actuar de acuerdo a lo que es de mayor beneficio objetivo para el amado y el amador [2].

Tal es la regla del amor que se establece en nuestras relaciones sociales.
Amamos en verdad cuando
nuestras acciones sirven para ayudar a desarrollar las mejores potencialidades de nuestro amado,
y de paso,
sacamos a relucir lo mejor que hay en nuestro interior.
Es decir, en el encuentro con el otro, tal como él es realmente, es cuando comenzamos a esbozar nuestro amor.
Y recién cuando actuamos en provecho del otro, sin esperar nada a cambio, es que le estamos amando.

Al respecto, un famoso psicólogo y pensador judío (instruido en nuestra Tradición, aunque bastante apartado de su cumplimiento) alguna vez escribió: "El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines egoístas." (Erich Fromm, "El arte de amar").
Esta frase es un eco de la antiquísima enseñanza de nuestros Sabios, expresada en Tanna Debe Eliahu 26: "El amor ha de ser perfectamente generoso (no egoísta), y ha de regular todas las relaciones entre las personas".

Otro judío contemporáneo, famoso por su comprensión de los recovecos de la espiritualidad moderna, que suele estar apartada del mensaje de la Torá, dijo alguna vez: "El amor intuye algo que no existe todavía en el otro... intuye las posibilidades personales que todavía no han sido realizadas, posibilidades que todavía están escondidas... y entonces trabaja para realizarlo..." (Viktor Frankl, "Logoterapia y análisis existencial").

El soporte del amor
Por otra parte, es un fundamento muy endeble el amor sin el contrapeso del juicio y la justicia.
Según aprendemos de la enseñanza cabalística, para alcanzar el equilibrio es imprescindible contar con el adecuado balance entre ambos principios.
Ya que el juicio excesivo, conlleva rigidez y temor, lo que dificulta el crecimiento y el desarrollo de las cualidades placenteras de la vida.
Pero el amor sin reglas claras, precisas, objetivas y trascendentes, se convierte en una trampa que engolosina y termina por extraviar.
Para el humano son indispensables los límites al amor, para no transformar una relación trascendente, en algo tóxico, perjudicial.

Así pues, para que tanto el amor como el rigor sean saludables y de bendición, necesariamente deben estar enmarcados por las reglas expuestas por la Torá, sin concesiones extrañas, ni apelar a facilismos que terminan por engañar.

Amor con justicia y justiciero amor.

El placer de amar
Aunque parezca increíble, cuando estamos movidos por la generosidad y pureza de intención, cuando menos nos interesan las ganancias y el gozo egoísta, es cuando más oportunidades tenemos de encontrar satisfacción y felicidad objetiva.

En parte esto es así porque siguiendo la ley de la "acción-reacción" (también conocida como mida kenegued mida, o de la justa compensación) , obtenemos aquello que damos. Si proveemos generosamente, estamos en condiciones de recibir ampliamente.

Otra causa la descubrimos cuando comprendemos que todos somos parte de un gran organismo, de la creación del Eterno, y que provenimos de la misma Fuente.
Cuando nuestro prójimo se beneficia por nuestra acción, en realidad estamos colaborando indirectamente con nuestro bienestar, puesto que el bien de uno es el bien del conjunto (a partir del Sefer Tania, Hisvaadiyus 5745, Vol. 3, p. 1423).

Otra causa, según el mismo Frankl dijera: "La felicidad no se puede buscar nunca directamente. Sólo puede venir como consecuencia de haber entregado lo mejor de nosotros mismos por una causa noble". ("El hombre en busca de sentido").
Es decir, el placer solamente se alcanza cuando no lo está persiguiendo afanosamente, ni cuando el gozo es la única finalidad de la vida.
Sino que el placer real surge como un producto derivado de una acción que es beneficiosa para otra persona, y/o que está en correspondencia con lo que Dios demanda de la persona (al respecto ver Rambán a Devarim / Deuteronomio 6:4).

Milenios antes, y con una Sabiduría superior, hallamos este mensaje en nuestra perfecta Torá, pues nos enseña que cuando actuamos movidos por el verdadero amor, finalmente llegamos a obtener diversas bendiciones espirituales y materiales, tal como está dicho:

"Y será que por haber obedecido estos decretos,
por guardarlos y ponerlos por obra,
el Eterno tu Elokim guardará para contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres.
Él te amará, te bendecirá y te multiplicará...
Así comerás y te saciarás.
"
(Devarim / Deuteronomio 7:12-13; 11:15)

El compendio de Hillel el anciano
El sabio Hillel resumió todo esto que hemos visto en una breve sentencia, digna de ser recordada y llevada a la práctica asiduamente:

"Sé uno de los alumnos de Aarón,
que ama la paz y la persigue,
ama a las criaturas y las aproxima a la Torá
"
(Avot 1:12)

¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!

Moré Yehuda Ribco


Notas:

[1]: El Rabeinu Tam, Sefer HaIashar cap. 2, enumera diez características del amador verdadero de Dios:

  1. Amar la Torá.

  2. Deleitarse al servir a Dios por encima de cualquier otro placer.

  3. Amar a los que aman a Dios, así como apartarse de los que de Él se apartan.

  4. Dedicar más esfuerzos y tiempo al servicio de Dios que a la obtención de logros materiales.

  5. Aceptar de buen parecer cualquier esfuerzo, tarea o sacrificio relacionado al servicio de Dios.

  6. Ser ágil y preciso en el cumplimiento de los preceptos.

  7. Difundir el amor que se manifiesta por el Eterno.

  8. Ignorar a los que lo quieren alejar del servicio de Dios,  y no molestarse si le ridiculizan o desprecian por ser leales a Dios.

  9. No dejar de servir a Dios, aunque haya pasado por experiencias negativas o esté sumido en circunstancias preocupantes.

  10. No servir a Dios esperando una recompensa por esto

 [Vuelve al texto]

[2]: Como Dios no precisa nada de nadie,
ni se beneficia absolutamente en nada como consecuencia de los actos/sentimientos humanos;
entonces,
nuestro amor por Él se halla en actuar conforme a Sus mandamientos eternos que nos corresponden,
ya que es ESO lo que Él nos reclama.
Así pues, para amar a Dios los gentiles deben cumplir lo mejor posible con sus 7 preceptos, en tanto que los judíos deben abocarse a los 613 mandamientos de la Torá (TB Menajot 43b, Rosh Hashaná 4a).
Por su parte, el amor de Dios por Su creación se reconoce por la misma existencia de todo lo creado (Hoshea / Oseas 14:5), ya que nada existe si Dios no lo permite, ni nada hay perfecto y sin tachas, excepto Él.
[Vuelve al texto]

Otras interpretaciones de este pasaje de la Torá, y más estudios los hallan HACIENDO CLIC AQUÍ y AQUÍ.

 

Relato

Luego de mucho tiempo de espera, aquel hombre por fin se presento frente a su Rebbe. Estaba esperando recibir una bendición de parte del iluminado varón, para de ese modo transitar mejor por la vida.
Sin embargo, se llevó una sorpresa, pues ni bien estuvo parado ante el maestro, éste le dijo: 'Moishe, ¿qué haces que aún no te has puesto a enseñar Torá?'
Y él contestó: 'Pero Rebbe, ¿qué puedo enseñar yo? ¡Si apenas conozco el alef-bet!'
A lo que el Rebbe indicó: 'Moishe, Moishe. Mientras no avances en tus estudios, si eso es lo que sabes, debes enseñar la bet al que solo conoce la alef'.

Preguntas para meditar y profundizar:

  • ¿Cómo se puede relacionar este relato con el comentario que brindamos de la parashá?
     

  • ¿Hay alguien que pueda decir que está exento de la responsabilidad de amar al prójimo y de trabajar para aproximarlo a la Torá?
    ¿Por qué enseñar Torá al prójimo se puede considerar como una enorme manifestación de amor?
     

  • ¿Por qué la mishná que hemos mencionado más arriba dice "ama a las criaturas y las acerca a la Torá", y no dice "ama a las criaturas y les acerca la Torá"?
    ¿Acaso significa lo mismo? (Como pista: pensar en aquellos que pretenden eliminar mitzvot o actualizar la Torá para atraer gente a sus ideas acerca del judaísmo).
     

  • Dice Shelomó/Salomón, en nombre de la Sabiduría/Torá: "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que con agilidad me buscan." (Mishlei / Proverbios 8:17).
    ¿Cómo ha de entenderse correctamente que la Torá ama a los que la aman?
     

  • El profeta dice: "Le castigaré por sus caminos y le pagaré conforme a sus obras." (Hoshea / Oseas 4:9).
    A partir de esto, ¿podemos reconocer que son las acciones lo que determina la retribución que Dios da a la persona, o acaso son los sentimientos o creencias?

 

De la Parashá Ekev

E-mail: comentario@serjudio.com?subject=Ekev63


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