Shabbat: Elul 11, 5764 <> 28/8/04
Comentario de la Parashá Ki
Tetzé
Una cadena de acontecimientos
En el comienzo de nuestra parashá son
mencionadas una sucesión de circunstancias aparentemente inconexas, pero
cuando son analizadas, se advierte que forman parte de una secuencia
claramente definida.
Prestemos atención.
Primero se relata acerca de la bella cautiva extranjera, capturada en
guerra, que tras un determinado procedimiento preparatorio es desposada por
el soldado que cayó enamorado a causa de su belleza física. Este hombre se
dejó seducir por sus propios deseos y por el atractivo de la mujer, en lugar
de considerar en primera instancia la esencia interior, el nivel espiritual
de la que habría de ser su cónyuge.
Inmediatamente se nos cuenta acerca de un matrimonio en el cual el hombre
detesta a su mujer, y sin embargo se mantienen conviviendo, y perduran
vínculos que no pueden cortar con facilidad (por ejemplo, un
hijo en común).
Acto seguido se trata el tema de un hijo rebelde, malvado, adicto a
sustancias, incapaz de vivir civilizadamente. Un joven que desprecia las
reprensiones paternas, y hace oídos sordos a los reclamos maternos. Un joven
hundido en la confusión y la miseria moral. Un joven que halla su camino en
las acciones depravadas y en la burla hacia lo que es bueno. Su conducta
persistentemente contraria a la ley y al bien, eventualmente lo lleva a
entrar en conflictos graves con la justicia, a ser procesado y ejecutado.
Posteriormente habla la Torá acerca del tratamiento que se le debe al
cadáver de uno que ha sido ajusticiado (sentenciado a muerte)
por la autoridad.
Los comentaristas observan que cada una de
estas situaciones está en directa sucesión de la anterior, ¡y no parecen
estar muy errados!
Tal como del árbol corrompido en sus raíces no brotan frutos límpidos, una persona que ha sido juzgada y
ejecutada a causa de sus crímenes, de algún lado ha salido, una familia y
una sociedad se encuentran en su generación y en su entorno. Sus acciones en
buena medida están pautadas por los ejemplos, enseñanzas y vivencias con los
que se ha nutrido a lo largo de su vida. (La conducta
personal se nutre de tres torrentes: lo genético, lo aprendido, y lo que es
espiritual y no se ve afectado por ninguna de las dos anteriores. Ninguna de
estas tres en sí misma determina la acción final de la persona, pero cada
una de éstas tiene su parte sustancial).
Nada de lo que hacemos está colgado en el vacío, y cada acto deja su
impronta.
Por eso, cuando nos quejamos de los problemas y las calamidades que
experimentamos, debemos tener la capacidad de mirar con ecuanimidad en sus
raíces, para descubrir en nuestros hechos lo que motiva nuestras penurias.
Si tras un pausado y medido estudio hallamos que nuestra conducta está
manchada por errores y/o pecados, grandes o pequeños, está en nuestras manos
dar un giro en el timón de nuestras vidas, para empezar a navegar hacia
territorios más pacíficos y menos calamitosos.
Y si tras el análisis de nuestras acciones, encontramos que estamos siendo
victimizados por alguien que actúa de manera soberbia y perjudicial, es
nuestro deber hacer lo posible para defendernos y para obligar a que la
situación patológica termine. Pues, es nuestra actitud sumisa la que podría
estar dando pie al abusivo para que así se comporte.
Recordemos dos reglas conductuales que son
fundamentales:
Cada mandamiento cumplido, cada buena obra realizada, es un nexo que se crea/refuerza
con la Fuente de todo bien, y es un eslabón hacia otra buena acción.
Pero, cada acto negativo no solamente es un paso que nos distancia del Bien
y la Verdad, sino que es la introducción a otro acto negativo.
Así pues, ¿cómo hacer para crecer y no
disminuirnos?
La respuestas es: optar por actuar correctamente en cada ocasión disponible.
Porque, el buen acto anticipa otro buen acto.
Por ejemplo, aquellos que buscan llenar con
más contenido judaico sus vidas judías y sus hogares, encuentran que al
cumplir el precepto de encender las velas en honor al Shabbat y al
pronunciar el Kidush sabático, se les hace como más llevadero cumplir con
otros preceptos.
El gradual proceso de acercarse a las mitzvot hogareñas, entrena el espíritu
del judío de una manera tal que es irrepetible en otros ámbitos u otras
acciones, y que dan
fortaleza e integridad al espíritu necesitado de orientación.
En conclusión, la próxima vez que caigamos
enamorados de la belleza exterior de una persona/cosa que no nos está
permitida,
recordemos que más allá del atractivo de lo físico, está la dimensión
espiritual, que se llena con un nutriente particular, indicado por la Torá.
Y cuando estemos tentados a renegar aunque sea en algo que nos parece un
"poquito", recordemos que un "muchito" de reniego le continúa.
Y no olvidemos que una pequeñita buena acción es la puerta a un mundo de
buenas acciones y de placer eterno.
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
-Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
HACIENDO CLIC
AQUÍ y
AQUÍ.
|
Relatos, anécdotas y enseñanzas
El joven aquel encontró que la pared norte de
su comercio tenía un agujero.
Preocupado por el viento que se colaba corrió hasta su casa, quitó un
ladrillo de la pared interna del sótano, y rápido como un rayo lo llevó
hasta su negocio, y con él tapó el agujero.
Pasados unos días, nuevamente halló un agujero en la misma pared.
Traumatizado por el daño a su comercio, nuevamente quitó de la pared interna
del sótano del hogar un ladrillo, el cual usó para taponar el agujero.
Y sin saber cómo ni porqué, en pocas semanas tuvo que hacer decenas de veces
el recorrido entre la casa y el comercio transportando un ladrillo salvador
que le permitía obturar el agujero molesto.
Al cabo de unos meses el joven falleció repentinamente en su casa.
Según dicen los peritos de la policía, algún vándalo anónimo saboteó la
pared interna del sótano, la que servía como sostén para toda la
edificación, y el pobre joven murió aplastado por el edificio que se había
desplomado sobre él.
|