Shabbat Av 11, 5763 - 9/8/03.
Comentario de la Parashá Vaetjanán:
Lección de grandeza
Esta semana corresponde leer la parashá
llamada Vaetjanán ("E imploré") que es la
segunda del quinto tomo de la Torá, el
sefer Devarim, conocido en español como "Deuteronomio".
Moshé está al final de sus largos y agitados
días.
Ya cuenta con ciento veinte años y ha sabido crecer hasta llegar a ser:
-
el más grande de los profetas de todas las
generaciones,
-
el más noble y leal siervo de Dios,
-
el mejor ejemplo de lo que un amoroso maestro
de Torá debe hacer y ser,
-
el más humilde de los hijos de mujer jamás
nacido,
-
el más paciente y confiable de los padres de
una nación,
-
el que tuvo el mérito insuperable de ser el
medio por el cual Dios trasmitió su perfecta e incambiable Torá a las
personas,
-
el perpetuo rabino de la congregación de
Israel.
Y sin embargo, no tiene inconvenientes en
declarar honestamente:
"Oh Señor Elokim,
Tú has comenzado a mostrar
a Tu siervo
Tu grandeza y Tu mano poderosa."
(Devarim / Deuteronomio 3:24)
Reconoce que a pesar de todos sus méritos
incomparables, ¡recién está en el comienzo de lo que es el conocimiento del
Eterno!
Reconoce que él y todo su esplendor es como si fuera nada delante de la
grandeza infinita de Dios.
¿No deberíamos aprender todos de su ejemplo?
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
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Relato
Una familia muy pobre vivía al lado de un
hombre, que habiendo sido extremadamente pobre desgraciado, había
llegado a estar en una situación en la cual no le faltaba de nada.
La vecina envidiosa y desesperada tenía por
fea costumbre fisgonear para descubrir el secreto de la prosperidad del
vecino.
Hasta que un día éste, cansado de verse
espiado constantemente, enfrentó a la mujer, y la interrogó acerca de su
conducta.
La mujer, habiendo sido sorprendida, no
supo qué inventar como excusa, por lo que espetó la verdad: quería conocer
el secreto de la prosperidad del vecino.
Y él, amablemente la hizo pasar a la sala
de su casa, para mostrarle un bellísimo jarrón.
A continuación explicó: 'Dentro de este jarrón vive un genio, el cual cumple
tus deseos, tal y como tú le pidas. La única desventaja es que es ser
impaciente y malhumorado. Si no tiene lo qué hacer, pasa a ponerse cada vez
más verde, hasta que por fin empieza a destruir aquello que está en su
camino. Y después es difícil de dominar.'
La mujer envidiosa, presa de su ambición,
exclamó sin meditarlo: 'Quisiera yo tener en mi poder a ese genio... ¡ya
verías como yo sabría manejarlo! Jamás le daría un descanso como para que se
enfurezca y rompa cosas... tantas cosas le puedo pedir y ordenar...'
El vecino le respondió: 'Pues, entonces
lleva el jarrón a tu casa. Palmea sobre él y tendrás fuera y a tu
disposición al genio. A partir de ahora es tu responsabilidad.'
Llegada a su casa, palmeó sobre el jarrón y
como una ráfaga apareció un nebuloso y enorme genio, el cual dijo: 'Ordena y
te daré'.
Y la mujer con su esposo pidieron un cofre
con monedas de oro, lo cual tuvieron de inmediato gracias al genio.
Y enseguida una mansión.
Y luego los muebles.
Y adornos valiosísimos.
Y un jardín esplendido.
Y una mesa repleta de manjares.
Y ropas carísimas.
Y carruajes dignos de un monarca.
Y pidieron y pidieron durante más o menos una hora.
Y el genio obedecía al instante, sin replicar, sin inmutarse, sin mostrar
ninguna fatiga.
Pasada esa hora, le mujer con su esposo ya no supieron lo que pedir.
Y pasó un minuto, y dos, y tres, cuando reconocieron un tinte verdoso en el
rostro del genio.
Pasó otro minuto, y la piel del genio ya parecía el césped nuevo de la
primavera.
Desesperados y aterrorizados los esposos se abrazaron, sin saber qué más
podrían pedir.
Entonces la avara mujer tuvo una idea brillante, pedir nuevamente lo que ya
habían pedido, pero más grande, mejor, más reluciente, etcétera.
Y con cada pedido el genio palidecía su tono verde, hasta volver a la
coloración normal.
Pero, al cabo de media hora se acabó el repertorio de pedidos, por lo cual
el genio enverdeció nuevamente.
Ahora el matrimonio pedía extravagancias, tonterías, objetos sin valor,
naderías con la única finalidad de mantener en actividad al cumplidor y
huraño genio.
Hasta que llegó la noche, primera en todas sus vidas que tenían lujos y
comodidades sin límites, sin embargo, no los podían disfrutar, de nada
podían deleitarse, puesto que si se descansaban el genio cobraba verdoso
color.
Y agotados, sin fuerzas para continuar, le ordenaron, le rogaron al genio
que volviera a su jarrón, para que ellos pudieran descansar. Incluso le
pidieron que si quería se llevara todas las riquezas que les había
concedido, pues un minuto de tranquilidad era más agradable que todas esas
fortunas sin paz.
Pero por única respuesta el genio dijo: 'Ordena que te daré'.
Y si no pedían, el genio se tornaba hosco y agresivo.
Esa noche se turnaron para dormir
entrecortadamente, así uno pedía al genio mientas el otro descansaba.
Claro, incluso así el sueño y reposo eran cortados por el temor a la furia
del exigente esclavo.
Y se lamentaban los esposos de su desgracia, que les daba tanta fortuna y
lujosas posesiones.
Cuando ya estaban entregados al destino de
morir a manos de su ambición fuera de control, unos de los hijos del
matrimonio razonó: 'Si el vecino tuvo al genio en su casa y alcanzó a vivir
tranquilo y con ampulosidad, es que algo hay que puede detener el continuo
pedir del genio. ¿Por qué no le pedimos al vecino su secreto?'.
El hijo fue e imploró ayuda, por lo cual el
amable vecino les aconsejo: 'Pidan del genio que tome un papel y comience a
añadir rayitas consecutivas.'
Los avariciosos vecinos pensaron que el
vecino era una persona despiadada y malvada por aconsejarles semejante
tontería, pero, como ya daban todo por perdido, le hicieron caso y pidieron
del genio que marcara en un papel rayitas consecutivas.
Así estuvo un buen rato el genio, rayita
tras rayita, una hoja de papel tras de otra.
Al cabo de largas horas, el genio cansado pidió permiso para regresar a su
jarrón.
Preguntas para meditar y profundizar:
-
¿Cómo se puede relacionar este relato con el
comentario que brindamos de la parashá?
-
En nuestra vida cotidiana, ¿qué está ocupando
el lugar del genio? ¿Y el de la mujer?
-
Dice el profeta que: "dice el Eterno: Yo
honraré a los que Me honran, pero los que Me desprecian serán tenidos en
poco." (1 Shemuel / I Samuel 2:30 y ver Avot 4:1),
¿cuál es la enseñanza fundamental de este enunciado, y cómo se relaciona con
la conducta de Moshé?
-
En dos oportunidades en nuestra parashá se
menciona que no hay otro poder aparte del de Dios:
"Reconoce, pues, hoy y considera en tu corazón que el Eterno es Elokim
arriba en los cielos y abajo en la tierra, y no hay otro."
(Devarim / Deuteronomio 4:39) y "A ti se te ha
mostrado esto para que sepas que el Eterno es Elokim y que no hay otro
aparte de Él." (Devarim / Deuteronomio 4:35).
Entonces,
¿acaso es posible suponer sin pecar gravemente, que existe un dios contrario
a Dios (una dualidad de deidades antagónicas, al estilo del
mazdeísmo o del cristianismo), o un dios asociado a Dios
(como en el caso del politeísmo)?
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