Lic. Prof. Yehuda Ribco |
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BeShem H' El Olam |
PESAJ
La festividad de Pesaj es también llamada "El tiempo de nuestra Libertad", y las razones históricas para tal denominación son obvias.
Sin embargo, cuando el nombre de un Moed (convocatoria, o festividad) va precedido por la palabra "Zeman" - "Tiempo", alude a una dimensión ahistórica, es decir, que si bien tiene sus raíces y fundamentos en la historia, su impronta es actual y vigente, transformando lo que sería una simple conmemoración de un hecho del pasado, en un hecho presente.
Por lo tanto, al hablar del Tiempo de nuestra Libertad no nos estamos refiriendo a la liberación acontecida sobre nuestro muy antiguos antepasados, sino una redención que se realiza en cada generación, cada año, para cada una de las personas que se sienta identificada y comprometida con la Libertad.
Ya lo anunciaron nuestros sabios (Pesajim 116) que en toda generación debe considerarse cada uno como si hubiera sido redimido de la esclavitud de Mitzraim, a partir de la ordenanza de la Torá en Shemot 16. Ahora podemos entender que no sólo una identificación con los que nos precedieron es lo que se está exigiendo; ni siquiera reconocer que de no haber sido aquellos israelitas liberados en su momento, hoy nosotros podríamos (de haber nacido) ser "propiedad" del Faraón del momento; sino un paso más allá, sabernos y vernos realmente, concretamente, nosotros habiendo sido redimidos por el Eterno Bendito Sea Él.
¿De qué manera?
Pues, en parte comprendiendo qué Libertad es la que nos proponen nuestros Sabios.
Para lo cual, debemos ir comprendiendo algunos aspectos que despuntan en la Hagadá (compendio y relato de Pesaj), como elementos constituyentes de la verdadera Libertad.
No es de personas libres desperdiciar el tiempo, sino atesorarlo. ¿Cómo se guarda el tiempo? Pues, transformando cada instante en un mundo pleno de sentido y de valor.
El esclavo no consigue que sus ratos valgan, pues no son suyos, y quizás lo máximo que pueda pretender es que sus minutos sean productivos, es decir que tengan un valor económico, no personal, social o espiritual.
En tanto que personas libres, la finalidad del tiempo de vida es que sea vivido ese tiempo, y no solamente navegado en pos de agotarlo, hasta el final de los propios días.
¿Qué de Pesaj, y más precisamente de su primera noche, es decir, de lo que entra en el Seder nos simboliza el fracaso en valorar el tiempo por parte del esclavo, y el sentido en reconocerlo por parte de la persona libre?
La respuesta es: la Matzá.
Hay un elemento que separa virtualmente lo que es Jametz (leudado y prohibido en Pesaj), de lo que es Matzá, y es el tiempo transcurrido desde el instante en que la harina de trigo toma contacto con el agua, hasta el momento en que de esa masa "apresurada" se obtiene la horneada matzá. Si en la elaboración de la matzá se supera el tiempo establecido de dieciocho minutos, aquello que hasta ese punto podía transformarse en válido para Pesaj, aun más, en símbolo de la festividad, se convierte en lo que está prohibido aun de poseer, mucho más de ingerir.
El tiempo es desde la base elemento fundamental de la Libertad, y Pesaj con sus enseñanzas camufladas en símbolos nos lo demuestra.
Otra demostración del valor del Tiempo dentro de la Libertad, es la orden dada por el Eterno a los Hijos de Israel, de que el mes de Nisán, en el cual acaece Pesaj, será el primero del año. ¿Por qué? Pues, para que los nuevos libertos reconozcan la diferencia entre el tiempo del esclavo, de los otros; al tiempo del libre, el propio. Para que entiendan que no serán más los dioses y sacerdotes paganos los que dictaminarán las fechas y los momentos de las vidas, sino cada cual siguiendo los dictados del que es Dios.
Consideren lo siguiente: ¿qué pueblo se vanagloria al menos dos veces diarias de haber sufrido la esclavitud? ¿Quién festeja la libertad de la opresión, pero recordando la misma con nostalgia, no por sus bondades, sino por sus moralejas?
Es fácil reconocer que es el Pueblo de Israel. Dos veces cada día de su existencia el judío debería mencionar y recordar la esclavitud de Mitzraim, y en Pesaj abundar en el tema de que fuimos esclavos, aunque ahora podamos ser libres.
¿Y esto por qué?
Para que la vanagloria no se apodere de la persona que se considera libre, y en realidad es presa de su estúpido orgullo.
El orgulloso no peca solamente por menospreciar a los otros, sino que principalmente yerra en desconocer sus propias faltas. Un individuo que a su entender es tan perfecto que tiene "derecho" al orgullo, ¿acaso puede aceptar con respeto el parecer ajeno? ¿Acaso puede desandar el camino del error buscando el perdón? ¿Acaso puede presentarse frente al Eterno reconociendo que no es suyo el poder y la gloria, sino de Él.?
Por eso el "Pan de la Pobreza", la matzá, es menester que sea mencionada en primer término y con tal calificativo; esto es, hoy en la celebración de nuestra libertad, en el momento que nos reclinamos como senadores, que bebemos y festejamos como príncipes, en el que vitoreamos nuestra posición, no podemos comer el alimento cotidiano, el pan, por el contrario, es nuestra obligación ingerir el pan del esclavo, el alimento del indigente, la masa horneada con premura, la hogaza de las penurias y de la repentina liberación.
El pan a diferencia de la matzá es hinchado, inflado, crece sobre lo que es, se llena de espacio vacío, tal como el orgulloso que llena de vacío sus miserables posesiones verdaderas, aunque sea sabroso y nutritivo; por el contrario, la enjuta matzá muestra sus cualidades sin aspavientos, es lo que es, con humildad, como elemento que sirve para su función (cotidiana) alimentar a los que tienen hambre, hacer sentir el estómago del afligido por las punzadas del hambre un poco de sosiego, un instante largo de calma, quizás sin mucha gracia, seguramente sin ser considerado un manjar, pero indudablemente (y más allá de su símbolo judío) reportando a la persona lo que precisa para ser.
La humildad, pues permite ser libre, en tanto que el orgullo es otra de las cadenas que retienen a la persona en la esclavitud de Mitzraim (casi literalmente, lo angosto, lo que angustia).
Es factible interpretar estas palabras como que el dueño de casa y sus dignos invitados están exhaustos de los numeroso preparativos para la festividad, y que ya ansían comer del fruto de sus esfuerzos. Pero, es más correcto tomar literalmente este ofrecimiento, que el necesitado (sea materialmente o emocionalmente) tenga un sitio a nuestro lado, junto a nosotros, para compartir lo que tenemos.
Es costumbre invitar personas extranjeras, solas, carentes de dinero o afecto, a que compartan la noche del Seder con los que están mejor. Es costumbre de algunos (no en la Diáspora) dejar abierta la puerta del hogar para que si en efecto algún indigente está en la cercanía y oye la formula ritual de invitación entre, pues será bienvenido. No en vano Ha Lajma ania, esta sección inicial de la Hagadá, está escrita en arameo, la lingua franca durante muchos siglos para nuestros antepasados, ya que era una verdadera invitación abierta a que el hermano menos favorecido compartiera.
¿Por qué? No recuerdo quien dijo que "no se puede ser feliz entre infelices", y no se puede ser libre entre esclavos. La persona que vive sola, es esclava de su soledad, el que no tiene para comer, esclava de su hambre, el que se encuentra desamparado, por la razón que sea, ve coartadas sus posibilidades de desarrollar sus potencialidades, por lo tanto, se limita su libertad.
Y, como ser libre entre esclavos no es posible, la solidaridad es el remedio para ambos, para el que no tiene recursos, pero también para el que cuenta con ellos.
En tanto que los hermanos se preocupen y ocupen unos por los otros, reinará la Paz, sinónimo de la Libertad.
En una sociedad maniatada por las bajas pasiones, por los celos, los egoísmos, los yoísmos, nadie está en posición de ejercer su libertad, por miedo al reproche, a la envidia, a la maledicencia, a todo lo que pueda existir o formarse en su contra. Pero, en una sociedad solidaria, compañera, hermana, el miedo a los otros se evapora en confianza en ellos, y en el Eterno que establece la armonía en lo alto y entre los mortales.
El que sólo piensa en recibir, en tener para sí, el egoísta teme ante la presencia, o ante el sentimiento de los otros; porque son potenciales, o virtuales, competidores en el afán de recibir. En tanto que el que vive para dar, el generoso y solidario, conceptúa a los otros como aliados en su misión de distribuir lo que la Providencia le proveyó.
La persona que siente su libertad física, a pesar de estar condicionada por la determinación de lo Natural, y en cierta forma de lo Social, pero que no mantiene una relación estable con algún sistema normativo superior y trascendente, es víctima de una horrible esclavitud: la de sus propias pulsiones e intereses del momento.
Aquel que es partidario de la anarquía (no en su sentido filosófico sino popular), es lisiado de libertinaje. Nadie es libre si se deja arrastrar por diversas ideas, antagónicas a veces; nadie es libre si rompe con el pasado por la apariencia del presente; nadie es libre si los vientos de otros, o los propios incontenibles lo hacen navegar si rumbo ni finalidad. Quizás se sienta libre, pero el sentirse y el ser son dos mundos tan distantes como dos galaxias en el cosmos.
Sentirse libre pero ser libertino, desvinculado de algún Orden trascendente, es como pretender ser gigante cuando se es pigmeo. Aquel que no acata el Sistema superior creyendo que de esa manera consigue más libertad, no es más que un reo de sus propias pasiones, o lo que es peor, de la de otros mal o bien intencionados.
Aunque es cierto, hay veces que los órdenes externos pueden ser nefastos, por eso, además de acatar y someterse a los designios de otros, para ser libre, hay que poseer otros atributos, que pasaremos a mencionar:
La persona que es verdaderamente libre trata de superar su tosquedad, pues aquel que desconoce es esclavo de la oscuridad de entendimiento.
Solamente aquella persona que puede conocer es capaz de liberarse de la esclavitud, aunque permanezca atado a cientos de cadenas, y su cuerpo no pueda huir de las miserias materiales de su vida.
El esclavo no elige, acata o se atiene al castigo.
La persona libre elige, y de acuerdo a su decisión obtiene los resultados.
Es cierto que en tanto que personas sumergidas en el Orden (social, cultural, divino, etc.), nuestras decisiones no siempre son personales e individuales, y que podemos sentirnos esclavos, pero en realidad siempre podemos elegir, aun lo que no nos convenga.
La elección es parte constituyente de la Respondabilidad, pues al elegir somos responsables, tengamos conciencia de esto o no...
Por lo tanto, por nuestra elección somos moralmente responsables, no de sus resultados imprevisibles...el Hombre libre reconoce esto, y no permite que el desperdicio de las oportunidades de ser responsable lo maniate a cualquier esclavitud...
Aquel que se halla capturado por la veleidosidad del momento, por los impulsos, por los comandos externos sin fundamento, generalmente no se interroga sobre su realidad, es acrítica.
¿Acaso el extremista, el fanático, el que se adhiere a un algo externo que lo hace sentirse algo, critica, dialoga, se esfuerza por reconocer su medio y por reconocerse?
El ser libre es ser crítico, en el verdadero sentido del término, como visión que intenta hallar los conflictos, los inconvenientes, lo que hay que corregir, para poder emprender el camino del perfeccionamiento, del mejoramiento?
Es conocido el chiste, realidad, de que cuando al judío se le pregunta responde como preguntas.
Es cierto que el mayor monumento al pensamiento judío se encuentra en el Talmud, que es una sucesión casi constante de preguntas, interrogatorios, dudas...
Es verificable que el Seder toma fuerza con las preguntas, destinadas a ser cantadas por el menor de los presentes; y que generalmente el Seder concluye con un cántico, que es un juego de preguntas y respuestas: ¿Ejad Mi Iodea?
El esclavo no pregunta, no siquiera asoma en sus creencias el atisbo de la evaluación, puesto que acata y asume, no es su misión en el mundo preguntar. En todo caso el dolor y la angustia se puede manifestar como gritos, llantos, golpes en el vacío, tal como hicieran los israelitas esclavizados en Mitzraim, no intentaron huir, por fútil que pareciera, ni siquiera lo intentaron...¡sólo atinaron a protestar, tras cientos de años de atroz padecimiento!
Y ni bien se vieron liberados por la Majestad del Eterno, la primera participación activa de los israelitas fue ¡protestar y quejarse!
Los quejidos, los lamentos, la angustia inaprehensible, son caminos retorcidos que no llevan más que a peores lamentos...
En tanto, el ser libre es ser crítico...¿Ma nishtaná?
En tanto el recuerdo activo, el rememorar en vida, con conciencia, es el mejor modo de preservar las enseñanzas de lo que ya aconteció, y de mantener la llama viva de aquello en tanto que el presente se edifica con solidez a partir de esto.
Toda la noche de Pesaj es un memorial activo, está establecido que el judío debe sentirse como si hubiera salido de Mitzraim, aunque sea eminentemente libre, aunque esté esclavizado, aunque se vea sumido en un valle de muerte, su obligación es ser libre, y liberado en Pesaj...
Los alimentos, las palabras, las melodías, el orden en el Orden, los gestos, etc., tienen varias finalidades, una de las cuales es (si está correctamente ejecutado el Seder) que el judío padezca brevemente la realmente inenarrable tragedia de Mitzraim, y la gloria manifiesta de la liberación...
Prestemos atención, comencemos oyendo detenidamente la melodía tradicional de Avadim Ainu, no reconocemos un tinte egipcio en sus notas...
Sí, esclavos fuimos del Faraón, pero no hace 3500 años, sino hasta unos instantes previo al Seder...recordamos, y no tan sólo en espíritu, en buenas intenciones...recordamos íntegramente, pues el olvido es una bendición, pero también una eterna condena...
Aquel que nada toma de su medio está muerto, o en un estado pasivo similar a la muerte, y el muerto es indudablemente esclavo de su estado...pues nada puede él hacer, ni otros por él, para cambiar el Mundo...
Por lo tanto el que no aprende, y nada enseña (si esto es posible, cosa que dudamos) se asemeja a un muerto.
Nuestros sabios en el Talmud asemejaron a la persona que no ha tenido hijos a un muerto, ¿por qué?
Una de las razones es que la especie no perdura por su intermedio. Otra, porque de su raíz no hay frutos. Otra más, porque nada tiene para reportar al Mundo aquel que nada da, y el concebir hijos es uno de los regalos mayores que la pareja humana puede ofrecer.
Y los hijos son para ser educados como personas...no olvidemos que todo el Seder se fundamenta en las cuatro variaciones de la orden de la Torá de que el padre narre al hijo la salida de Mitzraim...
Cuatro son los hijos que se mencionan en la Hagadá, cuatro las actitudes, y cuatro las razones para no asemejarse a un muerto, sino que ser activo en libertad...
Etimológicamente Mitzraim (Egipto) se emparienta con Tzar, lo angosto, lo que angustia, lo que oprime...ser libre es romper con la angustia, con la opresión, permitir que el diálogo se desarrolle como ramas de un árbol que se expanden en busca del medio, en pos de las alturas...
El oprimido no crece, quizás se multiplica y reproduce, pero sin crecimiento...éste es un elemento de la Libertad, pues el que es libre busca trascender, ¡no liberarse!
Aquel que pena a causa de alguna adicción, o que sufre por algunas cadenas materiales o emocionales, tiende a encorvarse, a encogerse, a hacer un ovillo de su cuerpo, y de su personalidad...en tanto que el que es libre busca el desarrollo, quizás no muscular, pero indudablemente de las partes de su Yo que están aptas para el crecimiento, para el desenvolvimiento...
La Hagadá nos menciona que el que abunda en comentarios, en explicaciones, en charlas acerca de Ietziat Mitzraim, e meritorio, es digno de alabanza...es ¡libre!, pues no se detiene con lo ya dado, con lo interpretado por otros, con los mismos viejos cuentos, sino que apoyándose en lo anterior busca acrecentar su caudal, con el propósito (si es libre y no tiene la creencia de que lo es) de dar parte de lo que tiene a los otros, de compartir...
Confiar y actuar con confianza permiten desarrollar el resto de los elementos de la Libertad.
El esclavo no tiene posibilidades de confiar, pues sus límites personales son imprecisos, es víctima de lo que otros disponen sobre él, aun su pensamiento y sus creencias son sometidas, por lo tanto, si tiene la creencia de que confía en algo, en realidad, está encarcelado en fantasías o ilusiones que no tienen asidero en la realidad...
Aquel que sufre hambre en grado sumo, no piensa, generalmente, en amar al prójimo, sino en llenar su estómago. El que está congelado, anhela calor.
El sediento, calma.
Y ningún padecimiento material, y desear su desaparición son castigos o pecados, sino limitaciones a las cualidades propias. Por lo tanto, al hablar de solidaridad, obviamente que se entiende que el que es menos afortunado materialmente tiene derecho a gozar de su libertad, no sufriendo de carencias básicas.
El Talmud dice que con pan y sal es suficiente para sobrevivir, pero...¡al menos pan con sal!
Aquel que agradece, es Yehudí, que en su origen significa: agradezco o reconozco a Dios.
El Yehudí no teme agradecer, no teme ser humilde, ni teme deber a quien corresponde, pues reconocer las propias limitaciones más que encarcelar a la persona, lo liberan a nuevos planos.
Por eso, la noche del Seder se recuerda agradecidamente, sin pedir más, sin exigir, porque el libre no exige de y cuando no corresponde, sino que reconoce lo que tiene, lo que lo constituye...
Como conclusión, esperamos que libremente escojan SER libres, identificando aquello que los oprime para así allegarse al Eterno con el ruego de Liberación.
Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas llegar que son siempre muy bienvenidas.
Lic. Yehuda Ribco
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