Lindos Límites

Poner límites, respetarlos, hacer que el otro los respete, son asuntos necesarios e indispensables. Podríamos decir que nuestra existencia digna y saludable se basa en ellos.

Tal como las paredes delimitan un hogar del mundo externo, o una habitación del resto de la morada, también tu mundo interno debe estar resguardado detrás de saludables muros, con sus puertas y ventanas para posibilitar el sano contacto, pero no tan abierto que se pierda la noción del dentro/fuera.
Tu espacio, es eso exactamente, tu espacio.
El espacio del otro, es el espacio del otro.
En medio, aquello que es para compartir.

El límite suele ser el NO.
Hasta aquí llegas, más allá no tienes derecho a pasar.
Eso que dices traspasa lo permisible, guarda silencio.
Aquello no te pertenece y no está bien que lo tomes, déjalo.
Esto no me hace sentir bien, detente.

Si tú no eres quien mantiene tus límites, ¿no habrá sujetos que intentarán cruzar hacia regiones que comprometen tu integridad?
No pienses que solamente aquellos mal intencionadas se aprovecharán de tu debilidad, de tu falta de determinación,
sino que hay gente que con toda la buena onda viven quebrantando fronteras, usurpando roles, atribuyéndose acciones, haciendo y deshaciendo, y te repito, con toda la buena onda y sin ninguna mala intención a la vista. Pero, el hecho es que también traspasan esa red invisible que marca lo que les corresponde de aquello que no.
Por ejemplo, esa madre solícita, que se desvive por su hija, corre a atenderla incluso en lo que nadie la quiere ni precisa, no pierde oportunidad de dar su punto de vista sobre temas que no conoce ni le competen, actúa como mucama-cocinera-portera-guardaespaldas-nurse-orientadora-modista-etcétera en vez de quedarse en su sitio y ser simplemente “mamá”. Si nos pusiéramos a rebuscar, seguramente encontraríamos el punto oscuro que la mueve a esa conducta, pero quedémonos con lo evidente, con lo consciente, ella desea el bienestar de su hija y no se da cuenta que está violentándola, faltándole el respeto, pisoteando su dignidad, negándole su individualidad, desoyendo sus pedidos, pasando una y otra vez los límites. ¿Se está haciendo un favor, y a su hija?

El romper los límites es violento y genera violencia.
A veces la reacción violenta no se exterioriza, no se manifiesta, sino que se guarda. En silencio, o con una sonrisa amarga pero cómplice, se admite ese atrevimiento. La energía negativa se atesora en el interior y provoca desgastes, enfermedades, malestares, sentimientos tóxicos. Hay rencor, desavenencias, enojos, resentimiento, frustración, celos, fallutería, falsedad, separaciones, etc. Impotencia, mucha impotencia y ya sabes qué viene detrás de ella… ¿no?
Pareciera ser más simple dejarse avasallar, no decir nada, mantenerse callada para que el atrevido haga y deshaga según su parecer.
Pareciera que decir NO es doloroso, complicado, con resultados devastadores.
Pero, lo cierto es lo contrario.
Tal vez en el primer momento haya un impacto, cuando el insolente se tope con el muro. Por ahí eso le duele y le molesta. Quizás se queje y reclame se le “respete” en su atrevimiento habitual, en su intento por introducirse en donde no es bienvenido.
Y por ahí, la víctima sea cómplice y le habilite el paso, aunque no lo quiera, aunque sufra con ello, pero cree que será menor el inconveniente si no tiene que tolerar la insoportable acometida del descarado. Por ahí ya se ha acostumbrado a que así sea, y no se cree con fuerzas o derechos para cambiarlo. Tal vez supone que si se deja pisotear recibirá de alguna forma cariño, aprobación, atención o algún otro beneficio (que de darse, triste y pobre es).
La zona de confort es eso, una zona confortable, pero que tapa un profundo malestar, una espantosa carga que se prefiere obviar por el pequeño confort que se tiene a mano.
En verdad, se está ayudando a que el sufrimiento sea mayor y que la cosa explote en algún momento con resultados terribles.

Tienes el derecho a tus límites, y la obligación de imponerlos. En tu relación de pareja, con tus padres, con tus hijos, con tus amigos, con tus jefes, con tus colegas, con tus… en todo.
Di NO ahora, y se firme en tu disposición.
No comprometas tu dignidad, tu salud, tu existencia, ante la insistente demanda de atención del atrevido. Sea que éste venga con intenciones amables como si no. Porque, sea cual fuera el motivo, la conducta es la misma, irrespetar tu ser, atravesar tus fronteras sin autoridad ni autorización, avasallarte y adquirir una apariencia de poder que no le pertenece.

Pero, el otro no se conforma con el NO.
Parece ser sordo, necio, una tormenta sin control.
Le pides que ordene lo que ensucia, ensucia más.
Le solicitas que no use tus productos, ya no encuentres ninguno sin usar.
Le ruegas que no lave y ordene tu ropa, y como si nadie hubiera hablado levanta las prendas y las lava y luego ordena.
Le indicas que no quieres llamarle todos los días, y dos o tres veces por día te llama con la excusa que sea.
Dijiste NO y NO y NO, pero del otro lado no existe comprensión, como si tú no existieras, como si tu deseo no tuviera existencia.

Ya lo enseñamos muchas veces, te lo repito ahora: tú solo controlas una pequeña porción de la realidad, muy pequeña. El otro está fuera de tu control. Aunque manipularas, aunque ejercieras presiones y amenazas hasta obtener lo que quieres, igualmente tú no controlas al otro ni puedes provocar en él cambios.
Aquello que no puedes controlar, entonces, no quieras controlarlo. Mejor déjalo fluir mientras haces tu parte, lo que sí está en tu dominio hacer.

¿Qué hacer?

  1. Acepta que al primero que debes poner límites es a ti mismo.
  2. Delimita con claridad lo que permitirás y lo que no. Que sea preciso, concreto, claro, sin darle oportunidad al mal entendido.
  3. Tal vez algunos límites no los puedas marcar hoy, por el motivo que sea, pero no los dejes en el olvido, evalúa la oportunidad para llevarlos a la práctica.
  4. Ten conciencia del costo que habrá por poner límites.
  5. Calcula cuanto es beneficioso un límite más lejos, con una zona de tolerancia para negociar.
  6. Comunica a quien corresponde con exactitud que no tolerarás. Usa la Comunicación Auténtica, no otro modo. No lo comuniques en medio de una disputa, ni cuando se está en conflicto por una falta de límites. Espera a que haya posibilidad de hablar en calma, con tranquilidad, sin la rencilla para ver quien domina.
  7. No amenaces, no insultes, simplemente establece tus fronteras y que sean adecuadas, ni muy lejos ni muy cerca.
  8. Admite que el otro querrá hacer otra cosa, creerá que puede seguir despachándose según su deseo con lo que es tuyo. Admite eso, pero no lo aceptes ni te hagas cómplice permitiéndolo.
  9. Cuando el otro inevitablemente traspase tu límite, señálalo con vehemencia, pero sin agresión, sin violencia, sin alterarte emocionalmente (en la medida de lo posible). Cancela las respuestas del EGO para que tengas tú el poder incluso allí en donde te sientas en impotencia.
  10. No te sumes a la acción negativa, si el otro no respeta el límite y por tanto a ti, no sigas haciendo lo que hacías hasta ahora. Busca la respuesta que sea justa y buena, de construcción de Shalom. El otro probablemente no comprenderá tu cambio, se reirá, se burlará, se hará el ofendido, agredirá, recurrirá a lo que sabe hacer: actuar bajo el mando del EGO.
  11. Sé firme en tu NO. No importa cuanto el otro insista, cuanto el otro no haga caso y mantenga sus conductas insolentes. De ti depende que el muro de tu NO siga firme e incólume.

¿Cuál será la reacción, dentro del bien y la justicia, ante el atrevimiento recurrente del otro?
¿Te animas a quererte un poco más y a ponerte en pie para luchar por tu integridad?
¿Estás dispuesto a pagar el precio para ser libre y gozar de aquello que está para tu disfrute?
¿Qué excusas seguirás inventando para no hacer los cambios necesarios para vivir mejor?

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Hagamos nuestra parte en la tarea de convertir este mundo en el paraíso terrenal.

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