Diez razones para apoyar a Israel
DIARIO El País de Uruguay en el día Domingo.
Diez razones para apoyar a Israel
CARLOS ALBERTO MONTANER
Primero. Porque Israel es la clarísima víctima de una
nueva agresión y lo moral es respaldar a las víctimas. Israel abandonó
Gaza, y Hamás secuestró a uno de sus soldados y lanzó sus ataques con
rockets. Poco después, una lluvia de cohetes de corto y medio alcance
lanzada desde el sur del Líbano por los terroristas de Hezbollah cayó
sobre el país, provocando bajas en la población civil. Varios militares
resultaron asesinados. Israel no está
atacando: se está defendiendo. Tiene el derecho y el deber de hacerlo.
Segundo. Porque si Israel no se defiende y no consigue proteger a sus
ciudadanos, se repetirá la masacre de
judíos que ya el mundo contempló (con bastante indiferencia) durante el
nazismo. ¿Duda alguien cuál sería el
comportamiento de un gobierno palestino integrado por Hamás y Hezbollah
que consiguiera derrotar al ejército israelí y dominar el territorio? La
amenaza de arrojar a los judíos al mar no es una metáfora sino una
ominosa promesa mil veces reiterada por los islamistas más radicales.
Tercero. Porque derrotar y desarmar a Hezbollah le confiere a Líbano la
oportunidad de existir como una sociedad próspera, pacífica y libre.
Hezbollah, con su agresiva milicia armada por sirios e iraníes (más
poderosa que el ejército libanés), no sólo intenta destruir a Israel: ya
ha destrozado a Líbano precipitándolo a una guerra que la mayor parte de
los
libaneses no deseaba.
Cuarto. Porque Israel es la única democracia plural y respetuosa de los
derechos humanos que existe en el Medio Oriente. La única, por cierto,
en la que los árabes, incluso los que detestan al Estado judío, votan
libremente y forman parte del parlamento. La única en la que las mujeres
de religión islámica estudian sin limitaciones, gozan de los mismos
derechos de los hombres y no son tratadas como seres de segunda clase.
Quinto. Porque la única solución a ese conflicto depende de la
convivencia pacífica entre Israel y un mundo islámico que, finalmente,
como sucedió con Egipto y Jordania, admita el derecho de ese Estado a
existir, y parece que ello no va a ocurrir hasta que se abra paso la
convicción de que no es posible destruir al Estado judío, algo que
resulta mucho más claro si los enemigos de Israel perciben que el mundo
libre respalda su integridad sin vacilaciones.
Sexto. Porque detrás de Hamás y Hezbollah están las satrapías siria e
iraní, dos regímenes enemigos de Occidente que divergen en el terreno
religioso -Siria es una dictadura laica e Irán una dictadura religiosa-,
pero que convergen en el odio irracional a las democracias liberales.
Séptimo. Porque el éxito económico, político, científico y social de
Israel tiene el potencial de convertirse en un modelo para la región.
Los más sensatos árabes de Gaza o de la Autoridad Palestina, cuando
contrastan la
vida miserable que imponen los matones de Al Fatah, Hamás o Hezbollah,
con el muy superior estilo de vida de sus hermanos palestino-israelíes,
inevitablemente llegan a la conclusión de que la libertad y la
racionalidad
rinden dividendos.
Octavo. Porque a todo el planeta le conviene eliminar a unos terroristas
capaces de provocar una escalada del
conflicto que puede derivar hacia una guerra devastadora. Irán está en
camino de convertirse en un Estado nuclear, y su presidente, Mahmud
Ahamadineyad, ha reiterado que el Estado hebreo debe desaparecer. Nadie
duda de que, si lo intentara, Israel respondería en el mismo terreno y
el resultado sería una catástrofe para la región y para el mundo.
Noveno. Porque lo que anima a los aventureros a atacar a Israel es el
doble lenguaje de los países de Occidente, la indiferencia y la falsa
equivalencia, como si las acciones de unos terroristas desalmados que
auspician a suicidas-asesinos para que vuelen autobuses escolares o
disparan cohetes contra viviendas de civiles tuvieran la misma
legitimidad que la respuesta de una sociedad que se defiende de esas
agresiones.
Décimo. Porque aquella lección de historia que nos explicaba que los
fundamentos morales de la civilización occidental se encontraban en la
tradición judeocristiana era cierta. En Occidente, Israel somos todos. Y
si
algún día Israel perece, será un poco la muerte de todos nosotros.
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