Tefilá, la meditación sagrada

Los momentos de TeFILÁ (rezo/plegaria/oración) debieran ser de comunicación con el Padre Celestial.
Si bien en la ley judía hay lapsos pautados para el rezo, así como un orden de plegarias a seguir en cada situación, es provechoso hacer del rezo un tiempo de crecimiento más que un mero ritual a cumplir con desgana, o un trámite burocrático, o un regateo de favor, o fastidio o automatismo legalista.

Como dicen los Sabios (Mishná Berajot 4:4): “Quien hace su rezo keva, su rezo no es tajanunim”.
¿Qué es keva y qué tajanunim?
La guemará explica sobre keva en este contexto del rezo:

  1. Quien lo siente como una carga.
  2. Aquel que pronuncia sin suplicar.
  3. Aquel que no es creativo.
  4. Quien no reza en el tiempo indicado.

Tajanunim, se entiende como “suplicas”, es decir, con sentido, que la persona se compromete en ella, la dota de energía, usa la plegaria como un medio para expresarse en toda su multidimensionalidad.

Como vemos, es posible cumplir con el precepto (para los judíos) de los rezos diarios de forma automática, falta de sentido, como si fuera un tarea carente de significado personal.
Pero, al hacer así se pierde la gran oportunidad de que el rezo sea valioso como mecanismo de crecimiento

Para que sea una Comunicación Auténtica es indispensable realizar un movimiento de vaivén, ¡no con el cuerpo! sino con el pensamiento.
Es la llamada KAVANÁ, intencionalidad, direccionalidad, sentido de trascendencia.
Una travesía mental que va y viene, que recorre el mundo interno al externo, que atraviesa el nuestra personalidad (en sus múltiples facetas), recorre nuestro entorno, se nutre de conciencia, retorna a nuestro interior para alcanzar al Yo Divino (el Eterno) a través de la constante línea del Yo Esencial (neshamá). Conocernos por medio del rezo. Ser empático con el prójimo a causa de la plegaria. Ser solidario por reconocer nuestro estado y el de otras personas. Maravillarnos con el Eterno. Todo esto y más en ese viaje que se propone como TeFILÁ. 
Que el rayo de Luz Divino nos atraviese, pase por lo más profundo, alcance la superficie y retorne a Su Fuente, así alumbra nuestro ser y nuestro entorno.
Como verás, no se “lanza” el rezo a los cielos, sino que retorna a nuestra entraña espiritual, a nuestra neshamá, el Yo Esencial que mantiene la ligadura constante con nuestro Padre Celestial. Es desde allí que nos comunicamos con Él. No como un acto externo, no con gestos corporales que son vistos por un observador externo.
(En estas líneas dejamos traslucir una explicación acerca del kav y el or Iashar y Jozer, Pnimí y Makif, quien lo comprende que bueno que así sea).

¿Podrá suceder esto en un ritual carente de vitalidad, en murmurar palabras sin sentirlas, en medio de conversaciones y acciones licenciosas, pretendiendo someter al Soberano a nuestros minúsculos deseos?

La mente debe recorrer el mundo interior, descubrir aquello que está para ser agradecido, lo que puede ser mejorado, lo que debe ser fortalecido, las necesidades y los deseos; tras de vernos en este tiempo de reflexión, de sagrada meditación, podemos captar y comprender que somos parte de un todo, entonces tendremos consideración por las necesidades del prójimo, así como por sus logros.
¿Qué hacer con toda esta información?
Comunicarla auténticamente al Padre Celestial.
Hablamos CON Él y le contamos lo que encontramos en nuestro viaje de autoconocimiento y , no porque Él no lo sepa, o porque le ordenemos que nos sirva (como si de un esclavo se tratara) lo que pedimos, sino porque Él es quien nos provee, por lo cual le agradecemos; Él es quien nos atiende, por lo que exteriorizamos nuestras carencias y anhelos; Él es quien nos reina, por lo cual le reconocemos y alabamos.

Como hijos, como esclavos”, así deberíamos reconocernos, en ambas posturas.
Padre nuestro, Rey nuestro”, así deberíamos reconocer al Eterno.

Cuando nos reunimos para rezar y formamos el minián (diez varones judíos mayores de 13 años) puede resultar difícil lograr ese estado de conexión con uno mismo, con el Uno y reconocernos en unidad con el universo. En el rezo colectivo, preestablecido, no suele haber tiempo y en ocasiones los intereses y distracciones atrapan la atención. Por ello es bueno entrenarse para lograr aunque sea un instante de esta meditación. Tal vez durante el rezo de la Amidá (la plegaria central), abstraernos de las distracciones para compenetrarnos en la unificación. Cada cual verá cómo hacerlo, si es que lo quiere/puede hacer.

El rav Soloveitchik nos hizo notar (“beinian smijat geula litfila”, página 49) que a diferencia de los otros preceptos de la Torá, en éste del rezo la acción queda supeditada a la intención. Aquel que reza de manera automática, insensible, ausente, “por cumplir”, y no vierte su corazón en la tarea, ni hace de la plegaria un momento de conocimiento y comunicación, no está cumpliendo realmente con el mandamiento. Es necesario que sea realmente un acto de comunicación auténtica, no un mero formulismo, una representación teatral, o el trabajo de un esclavo sometido a las órdenes del amo.

Atendamos las inspiradas palabras del más sabio, el rey Shelomó, al inaugurar el Templo en Jerusalén:

"Cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel
[cada uno reconociendo la plaga de su corazón y extendiendo sus manos hacia este templo],
entonces escucha Tú en los cielos, el lugar de Tu morada, perdona y actúa.
Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón [porque sólo Tú conoces el corazón de todo hombre];
a fin de que Te reverencien todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que Tú has dado a nuestros padres.

Asimismo, cuando el extraño que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de Tu nombre
[porque oirán de Tu gran nombre, de Tu poderosa mano y de Tu brazo extendido], y venga a orar a este templo,
entonces escucha Tú en los cielos, el lugar de Tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extraño clame a Ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan Tu nombre, te reverencien como Tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por Tu nombre."
(1 Melajim / I Reyes 8:38-43)

¿Cómo rezas tú?
¿Cómo lo harás a partir de esta lectura?

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Shaul Ben Abraham

que buena reflexión, es tremendamente cuestionante, uno a veces y equivocadamente hace sin intención sus rezos pensando que así se cumple, cuando la verdad es lo contrario: la intención debe mover a la acción

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