Juez y parte

Está escrito en la parashá: “Pondrás jueces y magistrados para ti…” (Devarim / Deuteronomio  16:1)

“En el sanatorio, el gran líder de la comunidad estaba postrado en cama, su esposa permanecía a su lado sentada en un sillón.
Llegada la hora de la visita aparecieron tres personas de su comunidad, que lo rodearon mientras parecía dormir.
Uno: ‘Miren, como descansa tan tranquilo. Y pensar que tiene la determinación y coraje de Avraham nuestro patriarca.’
Segundo:’Sí, y además no se olviden su sabiduría. Si hasta he llegado a pensar que tiene el espíritu de Shelomó haMelej, el más sabio de los mortales.’
Tercero: ‘¿Y no escucharon su voz? ¡Cómo canta y lee la Torá!, si hasta parece David haMelej…
Primero otra vez: ‘Bah… todo esto es poco si recordamos que sus enseñanzas iluminan como las de Moshé nuestro maestro, y con la energía de un Iehoshúa bin Nun.’
Segundo: ‘Amigos, será mejor que nos retiremos, dejemos descansar a nuestro santo rabino y no molestemos a su esposa.’
Y así se marcharon calladamente los generosos visitantes.
Ni bien cerraron la puerta el rabino antreabre uno de sus ojos, y pregunta a su esposa en voz baja: ‘¿Ya se marcharon?’
Esposa: ‘Sí. ¿Por qué no los atendiste si estabas despierto?’
Líder: Es que… estaba esperando a ver si alguno de ellos entre tantas verdades que decían de mí, recordaba mencionar lo sencillo y poco orgulloso que acostumbro ser…’”

Ser un juez justo de nosotros mismos resulta bastante difícil.
Es que siempre hay una excusa para convertirnos en nuestro abogado defensor…
Sin embargo, para mejorarnos debemos apreciar nuestros defectos, así como nuestras reales virtudes… pues ese es el único camino hacia la realización.

 

Destellos de la parashá

Sidrá 48ª de la Torá; 5ª del sefer Devarim.
Entre pesukim 16:18 – 21:9. Haftará en Ieshaiá 51:12 – 52:12.

La Torá nos hace notar un hecho esencial.
Para que una sociedad permita un clima de desarrollo personal y general, es imprescindible la existencia de un marco legal estable, y de un orden respetado por todos.
Cuando la Torá nos exige: "La justicia estricta perseguirás, para que vivas", no es tan sólo un mandamiento, sino una enseñanza de vida.
Para vivir es básica la presencia de la justicia estricta.
Sin adulterarla, sin escatimarle ni una pequeña parte.
Pues, cuando se empieza a comerciar con la justicia, se cancelan las libertades, se disuelven las seguridades, y el antojo fugaz es lo que adquiere predominio.
Dios, al ser un Juez de estricta Justicia, pretende que sus máximas criaturas lo imiten, y que de ese modo puedan establecer reinos de armonía, bienestar y
Shalom (paz y plenitud).
Andar por otras veredas, es encaminarse hacia lo que no es correcto.

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