¿Quién eres tú?

«Entonces Israel vio a los hijos de Iosef [José] y preguntó: –¿Quiénes son éstos?»
(Bereshit/Génesis 48:8)

No pareciera ser muy complejo este párrafo ni contener ningún tema de interés.
¿Qué podríamos aprender de algo tan escueto como la pregunta de un hombre viejo, con la mirada ya cansada, para saber quienes son aquellos que están ante sí?
Claro, si quisiéramos dejar volar la fantasía entonces inventaríamos mil cuestiones, a la cual más despegada de la realidad. Podemos hacerlo, no es lo más saludable.

Sin embargo, los sabios de todas las épocas se han preguntado seriamente qué está pasando en este versículo, por supuesto que en su contexto.
Rashi nos habla entonces de la visión profética del patriarca acerca de descendientes perversos de los jóvenes.
Radak de la impotencia del que ya está ciego.
Abarbanel propone cuestiones acerca del cumplimiento de promesas divinas.
Ibn Ezra nuevamente trae el asunto de la imposibilidad física del patriarca.
Y podríamos seguir con numerosas ideas y presentaciones.

Lo mío es mucho más humilde, a miles de años luz por detrás de estas luminarias.
Supongo que tampoco es una interpretación mía, sino de algo que escuché o leí o me contaron, no tengo claro.

Por ahí el patriarca está consultando a su hijo acerca de cómo crío a sus hijos y el vínculo entre ellos.
Probablemente él ya tenía idea, porque los muchachos no eran extraños para él.
Según la Tradición Iaacov les había instruido “Torá” (noajismo y cabalá y costumbres hebreas de aquella época), por tanto, los conocía.
Pero, el patriarca quería saber qué tanto conocía Iosef a sus hijos.
Cuánto seguían juntos, a pesar de la diferencias obvias.
Qué tan profundo fue el impacto del ejemplo personal del padre en los jóvenes.
Cómo se llevaban entre ellos.
Etcéteras varios.

Porque el patriarca sabía que este proto-judaísmo no era una religión, ni una cuestión de creencias; sino básicamente una gran FAMILIA.
Una que se ampliaría eventualmente para ser una nación, que no es otra cosa que una familia formada por otras familias.
En la base no está el individuo, sino el lazo familiar.
En la cúspide tampoco está el individuo, ni una ritualizada experiencia, sino la familia.

¿Cuánto de su familia había llegado previamente a Egipto y se mantenía floreciente y fértil?
Podría ser esa la pregunta en apariencia tan sencilla, pero tan compleja.

Y si el patriarca te preguntara a ti, ¿qué podrías responderle?
Como hijo, como padre, como hermano, etc.
¿Si eres judío –realmente judío y no un actor efraimita/mesiánico/netzarita/hebreo antiguo/etc.- qué tendrías para decirle a tu antepasado?
¿Si eres noájida, cómo podrías presentar tu vivencia consciente y activa de tu identidad noájica a este noble personaje de la espiritualidad?

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