Shalom.
Gracias por participar.
Sobre este tema ya hemos respondido en algunas
ocasiones, así que ruego que lean lo que hemos publicado al respecto, en las
secciones de "Torá",
y de "Roles".
Es bueno que tenga presente esos textos pues le explican un poco el
mecanismo de la profecía, y los grados de la misma.
Le quiero recordar algo que ya enseñamos.
La profecía consiste en dos partes:
Cuando decimos que la profecía ha cesado,
estamos diciendo que la mayoría estamos incapacitados para conectarnos
directamente a la fuente de Sabiduría, a lo sumo podemos acariciarla,
como algo ajeno y lejano.
Y, absolutamente estamos carentes de las herramientas
espirituales/conceptuales para decodificar lo que pudiéramos acariciar de la
Sabiduría, por lo cual si percibiéramos algo, serían símbolos confusos,
incomprensibles, erráticos. (Mucho peor es para los idólatras, que nunca
pudieron establecer un vínculo saludable con Dios, ni con su propia esencia
íntima).
En definitiva, nadie puede considerarse profeta en estas épocas, como nadie
lo fue desde hace 2500 años atrás.
Como usted excelentemente enuncia, entre los
gentiles la (poco frecuente) profecía cesó por completo desde la Revelación
de Sinai, en el año 1313 AEC. Pues, a partir de aquel momento trascendental
en la historia humana, el Eterno escogió un canal preferente para revelar
Sus intenciones, y este canal son los numerosos profetas del pueblo de
Israel. A través de Israel (de los judíos fieles a la Torá y los preceptos)
la Palabra de Dios se dio, y da, a conocer al mundo, tanto para judíos como
para gentiles.
Sin embargo, es un hecho de que la profecía también comenzó a decrecer para
Israel (y por lo tanto para el mundo) en el tiempo posterior a la
destrucción del primer Templo de Ierushalaim/Jerusalén, y culminó en épocas
que se produjo el retorno a Tzión de los exilados en Babilonia.
Los últimos profetas fueron aquellos que vivieron tras el retorno y la
edificación del segundo Bet HaMikdash (Templo). El último de los cuales, fue
Malají / Malaquías.
Ahora daremos alguno de los motivos (probables) para este corte de la
corriente profética.
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A partir de la entrada de los hebreos a
Israel, la profecía se conecta con el asentamiento de los judíos en
nuestra tierra (relea Devarim / Deuteronomio 18:15). Es una condición
indispensable que la mayoría de los judíos vivan en la Tierra Prometida,
pues es lo que genera la masa crítica (santidad) necesaria para
alcanzar el grado de profecía.
¿Por qué es así?
No tengo idea, como no tengo idea porqué el agua recién a los 100º Celsius
hierve y no antes, pero es así como funcionan ambas cosas.
¿Cómo explicar entonces al profeta Iejezkel/Ezequiel residente en
Babilonia?
Ya el Talmud (Moed Katán 25a) se encarga de explicárnoslo: comenzó a
profetizar estando en Israel, quedando por lo tanto capacitado para
continuar profetizando incluso fuera de la tierra de Israel.
Cuando en épocas de Ezra/Esdrás la mayoría judía prefirió el exilio en
lugar de la patria, la masa crítica de la profecía no fue
alcanzada. Cesando desde entonces (y hasta la Era Mesiánica con el retorno
total de los judíos a Israel) la profecía sobre la tierra.
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Con la explicación anterior ya es
suficiente, pero demos otra más.
El hecho de que no haya profecía actualmente, es a causa de la bondad del
Eterno.
Vemos en el Tanaj como los profetas vienen y regresan exhortando a la
teshuvá, al arrepentimiento total y sincero, y advierten que el mal
camino por el que andan los pecadores los llevará a fatales resultados (en
tanto que el compromiso fidedigno con Dios provee de exaltación).
¿No permitieron los pecados y errores de nuestros antepasados que nuestros
enemigos nos vencieran y expulsaran llevándonos al exilio?
Entonces, si incluso en el exilio hubiera profetas indicando los pecados y
errores de los extraviados, ¿cuál sería el resultado? Si ya estamos en el
exilio, lejos de nuestra patria, lejos de vivir en paz, carentes de
Templo, ¿qué cosa peor nos puede acontecer? Mejor... ni pensarlo.
Precisamente por esto, los profetas ya no hablan, porque el Dios
misericordioso nos tiene paciencia, y no quiere recargar el trago amargo
actual con uno peor (relea a la luz de esto que le enseño Devarim /
Deuteronomio 18:18,19).
Los pecadores tienen la excusa que como no presencian personalmente las
acusaciones del profeta en nombre de Dios, entonces no tienen noción de la
gravedad del error en que están.
Claro, es una excusa muy, muy débil; pero el Dios misericordioso la
acepta, pues espera el retorno del extraviado y no su destrucción. Tal
como está dicho: "Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos.
Volved al Eterno, vuestro Elokim, porque Él es clemente y compasivo, lento
para la ira, grande en misericordia, y desiste del castigo." (Ioel /
Joel 2:13).
Como los profetas ya están en silencio, habla con poderosa estridencia la
Voz de la Torá, del Tanaj, del Talmud, de los maestros y sabios (fieles)
de nuestro pueblo que educan, enseñan, guían, ejemplifican, señalan,
acusan y laboran denodadamente. Por lo cual, el pecador tiene una aparente
excusa, pero no tiene modo de decir que no sabía qué es lo que el Eterno
espera de él, como corroboramos: "Diles: ¡Vivo Yo, que no quiero la
muerte del impío, sino que el impío se aparte de su camino y viva!, dice
el Señor Elokim. ¡Apartaos, apartaos de vuestros malos caminos! ¿Por qué
moriréis, oh casa de Israel?" (Iejezkel / Ezequiel 33:11).
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Fue el credo de los paganos que cundía entre
los israelitas el gran factor que desencadenó el exilio babilónico, la
pérdida del primer Templo; y muchos años antes la desaparición de las 10
tribus del norte.
Por lo cual, luego de la destrucción del primer Templo, nuestros sabios
rogaron al Eterno para que la llama de la idolatría se apagara en los
corazones hebreos.
Ya que nuestros esfuerzos no eran suficientes, ni los mensajes de los
profetas, ni siquiera los milagros narrados en el Tanaj, era evidente que
precisábamos de la particular ayuda de Alguien poderoso, que en esa
coyuntura oyó el pedido de los sabios.
De modo tal que la idolatría perdió la preponderancia que tenía entre el
resto de los pecados cometidos entre los hijos de Israel.
Si advertimos con cuidado, desde el destierro en Babilonia hasta el día de
hoy (2600 años más tarde) apenas si hubo focos de infección idolátrica en
Israel (Ieshu/Jesús fue uno, Shabetai Tzvi otro, y pocos más). Nuestros
pecados son otros (desgraciadamente, seguimos pecando), especialmente en
no amarnos lo suficiente entre nosotros.
Volviendo al tema; como sabemos, el Eterno creó el mundo para que se
mantuviera en equilibrio, por lo cual se debió compensar este favor
de apaciguar el deseo por la idolatría. ¿Cómo se restableció el
equilibrio? Pues, amenguando lo que se oponía con similar fuerza a la
idolatría, es decir, la profecía.
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Otra explicación es la que nos sugiere que
Israel (y la humanidad) tuvo un desarrollo social paulatino.
Tal como un ser humano va madurando, así también las sociedad.
Cuando las sociedades eran toscas y primitivas, apenas si Dios se
revelaba.
Cuando crecieron un poco, Dios reveló Su Torá perfecta; tal como un padre
instruye en los aspectos fundamentales a sus críos pequeños.
Cuando Israel fue adolescente, precisaba de la advertencia y guía paterna,
en persona de los profetas; tal como un padre consciente hace con su hijo.
Cuando Israel maduró, tras el primer destierro, las enseñanzas que debían
ser dadas, ya habían sido dadas; tal como los padres deben dejar que sus
hijos maduros vivan con relativa independencia y autonomía, de modo tal de
no coartarles su libertad y sus posibilidades de crecer. La Torá estaba
entre nosotros, las profecías también. Lo único que quedaba por delante
era vivir de acuerdo al mensaje recibido. Estudiarlo, comprenderlo,
hacerlo parte de la vida cotidiana.
Claro, como padres e hijos maduros siguen en contacto, y se sigue el
vínculo afectivo y de enseñanza, Dios nos entrega en cada generación
líderes y rabinos que nos enseñan las caras de la Torá, que nos explican
con nuestras palabras lo que es el modo de vida que hace elevarse a la
persona, a la sociedad, al cosmos.
Tal como un padre hace con su hijo.
Por lo cual, la profecía era necesaria en cierto estadio del desarrollo de
la humanidad; pero luego, ya sólo importaba mantener vivo el mensaje, y
manifestarlo en la conducta personal y colectiva.
Por Su amor hacia nosotros, Dios acalló Sus palabras directas, y ahora se
manifiesta en el misterio, y en las enseñanzas de nuestros Sabios.
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Otra explicación está en el concepto de
Galut (destierro).
Nos enseñan nuestros Sabios que con el galut de Israel, también la
Providencia divina está en el destierro.
Esto significa que mantenemos nuestro lazo profundo con Dios, pues es
inquebrantable, pero, no lo sentimos a plenitud. El galut es
como una pantalla que nos impide sentir visceralmente y sin dudas la
Presencia de Dios.
Es decir, en tanto estemos en el destierro nos falta la experiencia de ese
nexo especial y único que nos permite sentirnos en casa (tanto la física
que es la tierra de Israel, como la interior, que es el espíritu
profético).
Por lo cual, este displacer de sentirnos lejos nos tiene que servir para
movilizarnos a alcanzar nuevamente la integridad y el gozo cierto.
El galut nos abre el apetito de crecer como corresponde.
Tal como leemos: "¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de
todas las mujeres? Dinos en qué dirección se fue, y lo buscaremos contigo."
(Shir HaSHirim / Cantar de los Cantares 6:1).
Pero, ¿cómo se hace para crecer correctamente?
La respuesta es: volviendo.
Volviendo a nuestra tierra, y edificando allí un hogar digno tras los
pasos de la Torá.
Volviendo a Dios, y edificando en nuestras vidas una persona digna tras
los pasos de la Torá.
Pero, si hubiera profecía en el galut, ¿sentiríamos el hambre de
volver?
Pues no, ya que tendríamos profunda experiencia de Dios, y mantendríamos
el estado de galut.
En definitiva, hay un concepto que resume el
cese de profecía en Israel: el amor de Dios por su pueblo, y Sus ansías
de que finalmente nos reencontremos con Él en Su ciudad santa, en
Ierushalaim reconstruida. Tal como leemos: "¡Yo soy de mi amado, y él me
desea con ardor" (Shir HaSHirim / Cantar de los Cantares 7:10).
Cuando el reencuentro ocurra, y los judíos
estemos en Israel, y el estudio de Torá y el cumplimiento de los preceptos
sea lo corriente, entonces ocurrirá lo que fuera profetizado: "Sucederá
después de esto que derramaré Mi espíritu sobre todo mortal. Vuestros hijos
y vuestras hijas profetizarán. Vuestros ancianos tendrán sueños; y vuestros
jóvenes, visiones... Y sucederá que cualquiera que invoque el nombre del
Eterno será salvo, porque en el monte Tzión [Sion] y en Ierushalaim
[Jerusalén] estarán los libertados, como ha dicho el Eterno; y entre los
sobrevivientes estarán aquellos que el Eterno ha llamado." (Ioel / Joel
3:1-5).
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Iebarejejá H' - Dios te bendiga,
y que
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Yehuda Ribco |