Claves: Torá, Biblia,
Pentateuco, mitzvá, mitzvot, precepto, mandamiento, Talmud, bien, mal,
pensamiento, acción, acto, obra, fe, creencia, destino, juicio, castigo,
premio, retribución
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Está escrito en la Torá:
"Guardad, pues, todos Mis
estatutos y todos Mis decretos, y ponedlos por obra. Yo soy el Eterno."
(Vaikrá / Levítico 19:37)
Y este leit motiv se reitera
en varias oportunidades, con más o menos detalles.
Es muy simple y claro el mensaje: Dios quiere, ordena y espera que pongamos
por obra aquellos mandamientos que Él ha establecido para que cumplamos
(613 para los judíos, 7 para los gentiles).
Por lo tanto, las acciones prevalecen por sobre los sentimientos y los
pensamientos.
Y al momento el juicio divino, Él considera estrictamente los actos, evalúa
de acuerdo a las acciones, y retribuye en consonancia.
Pero, hagamos algunas distinciones
(basándonos en el Talmud, Kidushín 40a).
Cuando la persona tiene buena disposición para acometer una acción positiva,
y procura con ánimo llevarla a cabo, pero por causas ajenas no la concreta;
igualmente el Eterno en Su misericordia la anota como un hecho favorable.
Es decir, para Dios importan las intenciones edificantes pero malogradas
involuntariamente.
Tal como leemos:
"Entonces los que temían al
Eterno hablaron cada uno con su compañero, y el Eterno prestó atención y
escuchó. Y fue escrito un libro como memorial delante de Él, para los que
temen al Eterno y para los que toman en cuenta Su nombre."
(Malaji / Malaquías 3:16)
En cuanto a los pensamientos
negativos y no realizados, el Talmud (Iomá 29a) enseña
que éstos incluso suelen ser peor evaluados por Dios que la propia ejecución
de los mismos.
¿Cómo puede ser así?
¿No es que los actos son tenidos en cuenta antes que las emociones y los
pensamientos?
La cuestión es bastante más fácil de explicar de lo que parece.
Cuando la persona tiene un pensamiento negativo, y no lo lleva a cabo, y
además no estudia Torá y tampoco hace teshuvá -arrepentimiento total
y sincero-, el quiste del pensamiento negativo queda activo e influyendo
constantemente al resto de las áreas de la vida.
Esta influencia negativa acarrea más y más actos negativos, y más y más
pensamientos negativos.
Es decir, aquel mal pensamiento negativo no realizado perjudica
continuamente, hasta que no se procede a extirparlo fehacientemente del
sistema personal.
Entonces, ¿es mejor hacer lo malo que hemos pensado para no influirnos
adversamente?
Lógicamente que NO.
Lo negativo es negativo, y jamás hay que acercarse a esto, ni hacerlo, ni
pensarlo, ni desearlo.
Que quede claro: ni hacerlo, ni pensarlo, ni desearlo.
Cuando amanece un pensamiento perverso, lo que se debe hacer de inmediato es
estudiar Torá, rezar, hacer actos de bien, cumplir mandamientos
(especialmente los referidos al bienestar del prójimo).
Luego se debe proceder a una introspección profunda, sincera y honestas. A
veces suele ser de gran ayuda el soporte de algún maestro en Torá, o de
algún especialista en psicología, para atacar frontalmente los pensamientos
negativos, reconocerlos y erradicarlos. Y finalmente, hacer teshuvá,
lo más profunda y fiel que sea posible.
En síntesis, haga lo bueno, apártese
de lo malo; y esfuércese denodadamente por crecer.
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y que
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Yehuda Ribco
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