Shalom.
Gracias por participar.
Pregunta muy atinada es la que usted hace en
la oportunidad.
¿Rezar es un diálogo?
La respuesta es: sí y no.
Permítame que le diga primero porqué sí es
diálogo.
Por una parte Dios es nuestro Padre, y como tal nosotros nos podemos dirigir
a Él.
Confiarle nuestras aspiraciones, confesarle nuestros temores, mostrarle
nuestras debilidades, rogarle por su amoroso soporte, cantar por sus
bellezas, etc.
En el momento que nos dirigimos a Él como Padre, estamos supuestamente en un
franco diálogo, en el cual nuestras voces se hacen oír, en tanto que Su
respuesta se hace sentir (la percibe aquel que ha alcanzado
un cierto grado de crecimiento espiritual).
Por otro lado, y al mismo tiempo, Dios es
también nuestro Rey, y como tal debemos actuar ante Él con inmenso recato,
compostura, humildad, sumisión, espíritu de servicio.
Por lo cual, al momento del rezo dirigido al Rey, el diálogo fluido se
interrumpe, para dejar paso a las andanadas de alabanzas por su majestad, al
recuento de su inmenso poder, al reconocimiento de nuestro modesto lugar en
Su corte celestial, al agradecimiento por cada favor que nos concede
graciosamente, al corazón palpitante de reverente temor, etc.
Cuando nos dirigimos a Él como Soberano universal, estamos supuestamente en
obediente servicio que incluye el loor agradecido, por lo cual nuestra voz
trémula apenas si osa elevarse, en tanto Su respuesta resulta misteriosa.
El rezo naturalmente debe transcurrir en este
movimiento de concebirnos como hijos/siervos, y reconocerLo como
Padre/Señor.
El rezo debería fluir entre el diálogo y el silencio pleno de contenidos.
Ejemplos de este vaivén que estremece hasta la
última fibra del alma, lo encontramos en reiteradas secciones del Siddur
-libro de rezos-, por lo cual me limitaré a un sólo ejemplo.
Las berajot -bendiciones- suelen incluir la siguiente fórmula:
baruj ata Ad-onai Elokeinu melej haolam, que se suele traducir como
"Reconocemos que la fuente de todo bien eres Tú, Eterno nuestro Dios, Rey
del universo" y luego se continúa tratando a Dios de Usted.
¿Cómo se comprende que se comienza usando el "Tú", y se pasa inmediatamente
a tratarlo de "Usted"?
La respuesta es sencilla: se comienza hablando a Dios como Padre, porque lo
percibimos siempre cercano, amistoso, solícito y amoroso; pero, al momento
de enfrentarnos con la evidencia de su esplendoroso poder, no podemos menos
que reconocer su lejanía, su peculiar estatus, por lo cual guardamos
respetuosa distancia, y le llamamos "Usted", porque ya no solamente lo
sentimos como "Papá".
Este es el modo correcto de rezar, de
expresarnos frente a Él: alábandoLo, rogándoLe, agradeciéndoLe, aprendiendo
que no deja de ser Padre, en tanto es eterno e inobjetable Rey.
(Entre otros motivos, por esto es fundamental que el judío no
deje de rezar lo que trae el Siddur, pues da las pautas exactas y
correctas para el rezo; ahuyenta la posibilidad del error involuntario, y
educa para alcanzar lo mejor al alcance. Y el gentil debe seguir el rezo
establecido para ellos, así como estar al tanto de las directrices que
alejan la eventualidad del pecado al rezar).
El que se cristaliza en el diálogo hacia el
Padre, pierde la oportunidad de experimentar la reverencia, y el sosiego
cargado de humildad que inunda al siervo fiel.
Por su parte, el que solamente se comporta como siervo, no alcanza a
descubrir la proximidad cálida y trascendente que irradia el amoroso Padre.
Aquel que anda con firmeza por ambos carriles entrelazados, como resultado
encuentra el camino para la armonía interior, y el equilibrio en su trato
con su semejante. Pues, aprende que la expansión es beneficiosa si es
acompañada por limitación; aprende que la severidad es constructiva si se la
corteja con dulzura.
Aquí se encuentra el verdadero premio del rezar, está en el actuar
con bondad y justicia con nuestro prójimo.
Por último, permítame recordar que el rezo
automático, carente de sentido, de vitalidad, de conciencia, apenas si
cuenta con valor como plegaria.
Es útil, sin dudas (entre otras cosas, porque se da
cumplimiento al precepto de rezar), pero de grado sumamente
disminuido. (Legalmente, algunas secciones de la tefilá
no se consideran como rezadas si no han sido expresadas con cavaná
-sentido-).
Por lo cual, antes de siquiera meditar acerca de si estamos dialogando con
el Padre o ensalzando al Soberano, debemos interiorizarnos de la importancia
del rezo, y aprender a concentrarnos para que nuestras palabras no sean
viento vacío que es expelido inconscientemente por nuestra boca.
Así pues, apreciada Elvira, rece lo que está
en su corazón, vierta el contenido de sus entrañas ante nuestro Padre; pero
no olvide mediar cada palabra con el intelecto, para alcanzar el punto de
bendición que anida cada oración.
Si este texto le ha sido de provecho, no
olvide que este sitio se mantiene gracias a SU colaboración
económica. No cierre su mano, y abra su corazón bondadoso.
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
comentario@serjudio.com?subject=Rap1841 |