Shalom.
Muchísimas gracias por la generosidad de su corazón, ya que son personas
bondadosas y nobles como usted las que con sus contribuciones económicas se
asocian para que continuemos trabajando en honor del Eterno, y para la
bendición nuestra y del prójimo.
¡GRACIAS!
En cuanto a haberse excedido del límite de 50 palabras, no se preocupe, pues
su interrogante bien lo vale. Y también queda disculpado, en esta ocasión,
por no haber puesto el capítulo y versículo de los textos que nos cita.
Pasemos primero a leer la traducción fidedigna
de las palabras del sabio Shelomó/Salomón:
"La conclusión de todo el discurso oído es
ésta: Teme a Elokim y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del
hombre.
Porque Elokim traerá a juicio toda acción junto con todo lo escondido, sea
bueno o sea malo."
(Kohelet / Predicador 12:13-14)
Y también había dicho:
"Ciertamente he dedicado mi corazón a todas
estas cosas para aclarar todo esto: que los justos y sabios, y sus hechos,
están en la mano de Elokim. Si se trata del amor o del odio, el hombre no lo
sabe. Todo lo que está delante de ellos es vanidad, puesto que a todos les
sucede lo mismo: al justo y al impío, al bueno y al malo, al puro y al
impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece. Como el bueno, así
es el que peca; y el que jura, como el que teme el jurar. Éste es el mal que
hay en todo lo que se hace debajo del sol: que a todos les sucede lo mismo;
también que el corazón de los hijos del hombre está lleno de mal, que la
locura está en su corazón mientras dura su vida, y que después descienden al
lugar de los muertos."
(Kohelet / Predicador 9:1-3)
Ahora bien, pasemos a recordar algo que ya
habíamos enseñado.
El libro de Kohelet/Predicador fue escrito por el rey Shelomó siguiendo una
línea argumental muy original y bastante diferente al resto de los
libros del Tanaj, puesto que comienza narrado desde la perspectiva de la
perplejidad del sabio mundanal, descreído, carente de confianza plena en el
Eterno; y que luego de ir avanzando en su investigación analítica culmina en
una conclusión supra-natural y trascendente: todo lo terrenal es
pasajero y carente de valor perpetuo, pero, lo espiritual es inmutable e
imperecedero.
Por lo cual, como conclusión lógica y razonable, el verdadero sabio
encuentra en lo espiritual el Norte que guía sus pasos en Este Mundo.
Habiendo recordado esto, es fácil entender las
palabras del capítulo noveno, ya que están expresadas desde el punto de
vista del hombre que contempla la realidad que se manifiesta ante sus ojos,
y que no indaga más allá, que no investiga en la dimensión del espíritu.
Por lo cual, es obvio que reconoce que cuando cae granizo, cae parejo tanto
para justos como para pecadores; y cuando el sol calienta vigorosamente,
anima tanto a justos como a pecadores. Reconoce que la justicia divina
parece imaginación, pues es un destino desquiciadamente impersonal el que
parece gobernar inflexible las cosas de Este Mundo, de esta dimensión
terrena.
PERO, cuando llegamos al capítulo doce, se nos
narra desde la perspectiva del verdaderamente sabio, que destapa el plano
espiritual, y contempla como las cosas que parecían tan llanas y carentes de
justicia divina, de pronto toman una nueva tonalidad. Entonces descubre que
sí, existe la justicia, y que los actos de justos y pecadores
son sopesados de modo ecuánime, y que cada cual recibe la estrictamente
justa retribución por las acciones cometidas durante la vida responsable.
Se desvela el misterio oculto para los que se aferran a lo terrenal: todo
acto es semilla de un fruto, el sabor del cual depende de si el acto es
acorde a los mandamientos, o no lo es.
Los sucesos de esta vida abonan ese fruto espiritual.
Así, por ejemplo, un momento de tragedia en Este Mundo para el justo abona
con dulzura los frutos que cosechará en en Mundo Venidero.
En tanto que similar tragedia experimentada por el perverso, si éste no se
arrepiente sinceramente, destila amargura al fruto que cosechará en el Mundo
Venidero.
Así pues, respondiendo a su primer
interrogante: sí, en el Mundo Venidero todos recibimos en justicia lo que
hemos cultivado con nuestras acciones durante nuestro paso por Esta Vida. Lo
que es diferente es el sabor de los frutos. El que cuenta con mayores actos
acordes a los mandamientos gozará más que aquel que cuenta en su haber con
más pecados y actos erróneos.
Por lo cual, para uno habrá deleite, en tanto para el otro habrá menos
deleite.
Así pues, en resumen todos recibimos justo tratamiento, el resultado del
juicio depende exclusivamente de cómo nos hemos comportado en vida. Están
los que gozan más, y los que apenas si gozan y sufren por no gozar más.
Pasando a su segunda pregunta:
tradicionalmente se enseña que el Tanaj no tiene alusiones directas
al Mundo Venidero, pues la finalidad de la Torá es guiarnos a través de los
senderos adecuados en Este Mundo, y no de describir aspectos teológicos
o dar mapas explícitos de las dimensiones espirituales. Si se pone ante el
caminante señales que le indiquen atajos hacia el Mundo Venidero,
resultan en distracciones, en falsos alicientes, en perjuicios; ya que, lo
que debe motivar a la persona para servir al Eterno es el puro deseo de
servirLe, y no promesas de recompensas o amenazas de pesares.
Por otra parte, aquel que penetra en el estudio concienzudo de Torá, tarde o
temprano no deja de encontrar que el Mundo Venidero está diagramado también
en la Torá, y que el juicio justo (que es sinónimo de la
retribución justa) está claramente aludido en la Torá.
Para su tercera pregunta la respuesta es: ante
Dios siempre estamos y estaremos, pues Él está por fuera de espacio y el
tiempo, y nada se escapa a su saber.
Pero, como comprendo que su pregunta se refiere a si alguna persona puede
desaparecer completamente después de su muerte, la respuesta es: sí. Como ya
hemos explicado en otra oportunidad, hay personas que son tan malvadas que
con sus actos echan a perder hasta el último rastro de energía positiva de
sus espíritus. Por lo cual, al morir mantienen una existencia eterna de no
existir. Como ya lo hemos enseñado, le ruego que busque la descripción de
este infierno en aquel texto anterior (en la sección
de
Vida y Muerte).
Por último, todos somos hijos de Dios.
Algunos mantenemos más o menos limpio el honor que conlleva tan importante
título. Con altibajos y vacilaciones, pero con la disposición de conservar
nuestro apego hacia el Padre.
Otros, lamentablemente, afean y mancillan este título, haciéndose ajenos al
Eterno, apartándose de Él, rebelándose sin motivo, y adoptando falsos padres
en lugar de ser obedientes ante el Padre. Aquellos que se rebelan hasta
grados extremos, siguen siendo hijos de Dios, pero, ¿saben ellos que lo son?
¿Merecen ser llamados por tal nombre? ¿Merecen rebeldes, traidores y
masacradores como Hitler, Arafat, Pablo de Tarso, Stalin que se los
considere como hijos de Dios?
Si este texto le ha sido de provecho, no
olvide que este sitio se mantiene gracias a SU colaboración
económica. No cierre su mano, y abra su corazón bondadoso.
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
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