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Lic. Prof. Yehuda Ribco (Shevat 28, 5763 - 31/1/03)

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    Fe, ciega y vacía

Claves: Dios, Hashem, emuná, fe, creencia, confianza, idolatría, religiones, extremismo, política

judíos preguntas respuestas mashiaj hamashiaj fiestas jaguim shabat shabbat rezos plegaria Dios Pregunta:  Yehuda... a que te referís con fé ciega y vacía?...
 

Andrea S.
País: Uruguay

(Deben incluir en todos sus mensajes para nosotros su nombre completo, el nombre de la ciudad y país donde vive)

Shalom.
Gracias por participar.

Apreciada mía, esto le hemos explicado en numerosas ocasiones.
La última fue hace unos días, y lo encontrarás haciendo clic aquí, léelo por favor.

Como sea, te daré un breve bosquejo referido a la vacuidad y ceguera de la persona de fe.

Una imagen verídica de la fe, es la red de pescador que te atrapa, te inmoviliza y termina por provocarte la muerte; mientras insensiblemente miras sin ver el mundo allí al lado, tan cercano y vital, pero tan (aparentemente) imposible de alcanzar y de vivir.
Envuelto por la red de fe, el hombre de fe es indiferente al mundo, que supone que le es indiferente.

¿Por qué es así?
¿Por qué la costumbre de repetir la verdad de otros?
¿Por qué la necesidad de hallar sentimientos de seguridad en aquello que es mortal?
¿Por qué permitir hundirse en el vacío del sin sentido, teniendo la capacidad potencial de construir un mundo con sentidos?

Para comprender el poder negativo de la fe, tienes que advertir que sus raíces se sumergen en la oscuridad de los más primitivos deseos humanos, el más básico de todos sería "no extinguirse", expresado a veces como "disfrutar y rechazar el dolor".
Por sobre éste se despliegan otros deseos primarios, vinculados a la agresión y a la sexualidad, tales como

  • sobrevivir - reproducirse,

  • refugiarse - seguridad,

  • no temer - agredir,

  • estar acompañado - aparearse,

  • dominar - prevalecer.

(Piensa en los recién nacidos, y en los bebes de pocos meses para reconocer algunos de estos deseos, o sus desarrollos).

La oscuridad, la falsedad, la ilusión es el campo de la fe.
Ya lo había advertido el profeta hace como 2500 años atrás: "¡Ay de los que se esconden del Eterno en lo profundo, encubriendo los planes! Realizan sus obras en las tinieblas, diciendo: ''¿Quién nos ve?'' y ''¿Quién nos conoce?''" (Ieshaiá / Isaías 29:15).
Esos son los forjadores de la fe, y sus esclavos.

A partir de estas raíces, la fe emplea los recursos más elementales y menos espirituales para proveerse de energías y herramientas de dominio.
Desde esa elementalidad salvaje despliega sus ramas, extiende sus hojas, se reproduce y domina.
Y promete, y hace creer, y se rebusca para afirmar que las necesidades primitivas están siendo mágica (milagrosamente) y omnipotentemente satisfechas.
El hombre de fe siente que su vida es plena, siendo que su plenitud radica en su imaginación y no en lo que los hechos demuestran. Siente que su hambre (de alimentos, o de espiritualidad) es saciada, pero es sólo un sentir vacío de contenido. (Aquí tienes el vacío de la fe: promesas e imaginación, nada más. Carencia de pensamiento pensante, de contenido trascendente, de respuestas coherentes, de preguntas adecuadas. Vacío de vida, de emotividad surgida del ser, de amor por el prójimo, de estima por uno mismo. Vacía de posibilidades, de alternativas, de descubrimientos, de acciones constructivas y renovadores.).
Paradójicamente siente que su natural hambre de Dios es saciada, pues la fe le impone falsos alimentos espirituales, le da ilusiones de santidad, le llena la vida de imágenes de lo sagrado, cantos de alabanza, rituales de purificación, señales para identificar a la hermandad de fieles, promesas de paraísos, relatos de milagros y amenazas de infiernos...
Con estas golosinas para el espíritu, el hambre de Dios es engañada, y el hombre de fe se siente satisfecho, repleto de gozo sagrado; y pobre... está tan desfalleciente de hambre que ni se percata de su situación mortal...
En tanto, algunos hombres de fe fanatizados o aprovechadores se encargan de silenciar brutalmente las voces que pueden despertar la conciencia del dolor, de la angustia, del vacío, de la soledad, de estar siendo abusados...
(Es cuestión de mirar a nuestro alrededor, la historia, quizás a nosotros y nuestros vecinos, y veremos -si podemos- tanto dolor que emerge de la fe...)

Es precaria la situación de la fe, ya que se sostiene en lo primitivo, y se apoya en las distracciones y máscaras.
Por lo cual, cuando surge alguna disensión, algo que pueda señalar la falsedad fáctica de la fe, ésta responde con un movimiento agresor que intenta extirpar aquello que demuestra su condición miserable.
Así verás que para tener fe es imprescindible amortiguar la reflexión, silenciar la duda, sepultar el raciocinio, acostumbrarse a andar hacia donde otro u otros señalan, mantenerse dentro de los marcos de la unidad de grupo, eliminar a lo distinto y distintivo, expulsar la idea de superación. (Evidentemente que hay personas intelectualmente brillantes que están sumergidos en la fe, en la idolatría, pero resulta que la superioridad intelectual no aplicada a criticar la propia fe, es un desperdicio de talento divino. Los que cultivan el intelecto así como la verdadera espiritualidad no temen en preguntar, cuestionar, dudar, criticar duramente. Te pido que leas cualquier página del Talmud, y comprueba si no encuentras alguna pregunta en esa página. El Talmud, que es fundamental en el judaísmo, se construyó con preguntas que respondían a otras preguntas, y así hasta llegar al límite de la capacidad humana para preguntar-respondiendo. Otro ejemplo lo tienes con Avraham, que fue el primer creyente y el primer opositor a la fe; quien no hesitó en confrontar personalmente a Dios, en defensa de lo que él consideraba justo).
La fe es quietud, petrificación, la tranquilidad del cementerio.
La sonrisa inmutable de la estatua, el gesto inamovible del ídolo.
La fe es idolatría, pues es asumir que lo pasajero es eterno, y que lo falso suple con creces a la Verdad.
La fe habla el lenguaje de la culpa, pues aquel que no está con ella, es acusado de cargar un estigma que lo condena, que lo expulsa.

Piensa unos momentos en personas de mucha fe, esos que son fieles irrestrictos de alguna religión, secta, tendencia política, etc. ¿Son capaces de manifestar dudas acerca de las doctrinas de su fe? ¿Se atreven a plantear críticas a lo que es sostenido religiosamente como verdad? ¿Indagan por los motivos y finalidades de sus dogmas? ¿Se atreven a romper con la costumbre establecida? ¿Aceptan las divergencias? ¿Confrontan sus verdades con sus propios oídos, propios ojos, propios pensamientos, propias inseguridades? ¿Prometen la salvación eterna para los fieles y la total destrucción para los que no lo son?
Obsérvalos por favor, y verás que realmente están ciegos a todo lo que es ajeno a su fe, y ciegos ante su enorme ceguera.

Veamos un ejemplo en la Torá acerca de personas de mucha fe:

"Toda la tierra tenía un solo idioma y las mismas palabras.
...
Y dijeron: ''Venid, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra.''
"
(Bereshit / Génesis 11:1, 4)

Un mismo pensamiento.
Un mismo lema.
Un mismo motivo.
Un mismo cometido.
Unidad sin disputa.
Y, el miedo a desaparecer.
Y el miedo a dejar de ser.
Y el miedo que los mueve a actuar, a atacar.
Por lo cual, quieren elevarse por sobre su miedo construyendo una torre.
Una que sea tan poderosa y alta que les sirva de recuerdo, de lazo, de pegamento.
Una que alcance los cielos y desplace lo que allí tiene su lugar (en el pensamiento primitivo/infantil/alegórico el cielo es morada de Dios).
Una torre que se afiance en la tierra, en lo más bajo y erradique lo que es trascendente, superior.
En lugar de escribir libros, de promover la cultura, de entrenar personas en los caminos de la corrección; se recurrió al expediente de elevar piedras a los cielos, de erigir catedrales, de aquietar la vitalidad...
En lugar de atraer el Cielo a la tierra (elevándola, sublimándola, santificándola), se quiso conquistar los cielos y poblarlos con tierra...

En este breve relato encontramos a lo que la fe más teme, y desea hacer desaparecer de las conciencias: a Dios y por consiguiente a la espiritualidad, que es la búsqueda humana de Dios.
La espiritualidad es el polo opuesto a la fe, ya que la energía de la espiritualidad proviene de los más altos planos humanos, de aquello que lo conecta directamente con la eternidad.
¿Y qué es esto?
Pues, digamos que son tres elementos (que los podemos aprender del primer capítulo de Bereshit/Génesis):

  • Libre albedrío.

  • Creatividad.

  • Control y sublimación de los aspectos primitivos interiores.

El libre albedrío es el fundamento de toda duda, pues sólo aquel que tiene opción de elegir libremente entre lo bueno y lo malo, puede dudar. (Un perro salvaje no duda en robar un pedazo de carne, en comerse un niño. No duda, pues no está capacitado para elegir, ni ha sido condicionado para temer las consecuencias de sus acciones. Por su parte, el humano nace dotado con el potencial de elegir libremente, sólo que es común que la tenaz cultura lo entrene en acodarse tranquilamente en los establos de la fe.)
Al haber espacio para la duda, hay lugar para la creación, ya no es la reiteración la única respuesta.
Aquel que duda, crea.
Y cuando crea (o re-crea) está dominando su dimensión animal, y elevándola hacia el plano de lo espiritual. En lugar de que lo primitivo domine a la persona, enmascarándose como superioridad de la fe; lo trascendente eleva a lo inferior hacia más desarrolladas dimensiones. Cuando no es la fe la que conduce a la persona, lo primitivo es usado como combustible que eleva y perfecciona. Esto precisamente es trascender, hacer que lo inferior sea elevado, superar lo natural para pasar a un estrato más allá, estar a la búsqueda del Eterno en cada acto y situación.
Para ayudarnos en la tarea de limar nuestras rudezas y construirnos como personas, el Eterno nos ha provisto de una guía insuperable denominada Torá, y de unos utensilios refinados denominados mandamientos.
Y es nuestro deber ser fieles a la Torá y cumplidores de los preceptos, pero, el mismo Dios que nos exige obediencia, nos ha otorgado libertad, y nos permite dudar, y nos insta a elegir razonadamente y no guiados por la confusión de la fe. Presta atención:

"Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando al Eterno tu Elokim, escuchando Su voz y siéndoLe fiel..."
(Devarim / Deuteronomio 30:19-20)

Dios ha puesto como testigos tanto lo más bajo como lo más alto, lo material y lo espiritual.
Y Dios ha puesto ante nosotros dos caminos, el correcto y el que no lo es.
Y Dios nos ha puesto a nosotros en la disyuntiva, ¿por dónde ir?
Y Dios nos exige que escojamos, que no nos aferremos a lo preconcebido, que no seamos ciegos y vacíos, sino atentos y constructores de sentido.
Y la preferencia de Dios es que escojamos el bien, que lo escojamos, no que lo heredemos y lo continuemos insensiblemente (pues la insensibilidad al bien, es indiferencia al mal).
Cuando escogemos correctamente, y cuando nos esforzamos para hacer prevalecer la bendición, estamos dando vida a la creencia, que en hebreo es emuná. Emuná es una palabra asociada a entrenamiento, crianza, perfeccionamiento a base del esfuerzo y dedicación.

Incluso el hombre de fe debe escoger, sólo que escoge pasivamente, elige sin elegir el ser llevado por la corriente, por la opinión de otros. Y entonces reza palabras de otros, canta cantos de otros, ama amores de otros, vive una vida ajena.
Y al final, tanto el hombre de fe como el creyente son enfrentados al Supremo Tribunal, y cada acto recibe su correspondiente retribución, de cada semilla se cosecha su fruto.
¿Cuál crees que será la cosecha del hombre de fe?
¿Cuál crees que será la declaración que su espíritu impoluto dará cuando el divino Juez la pida?

Ahora puedes apreciar cuán diferentes son la fe de piedra a la creencia constructora.
La creencia, como habrás captado, si bien suele ser confundida con la fe, realmente es su antítesis; pues una es la estatua y la otra la persona.
Una se mueve en el plano de las necesidades y la culpa; la otra se mueve en el plano de la trascendencia y la responsabilidad.
Una promete seguridad y mata por conseguirla; la otra es ejercicio de la libertad, y por lo tanto es campo para la inseguridad creativa.
(Hemos explicado en otra oportunidad que por comodidad del lenguaje, o por no captar profundamente la esencia de los conceptos, a veces personas sabias en judaísmo utilizan como sinónimo fe y creencia. Es mejor no confundirlas. Tristemente algunos judíos caen ellos también en el equívoco de la fe, incluso en nombre de la Torá, de las mitzvot, de Hashem, Otros en nombre del progreso, la moda, la evolución. El judaísmo no está en esas corrientes corrientes. El judaísmo se expresa en el respeto y la oposición, en la solidaridad del individuo, en las preguntas que forman nuevas preguntas. La creencia está en la pureza de la búsqueda, en la convicción del sembrar, en la dialéctica que corre entre Tradición y Desarrollo.).

Ya lo enseña el salmista:

"¿Por qué han de decir las naciones: ''¿Dónde está su Elokim?''
¡Nuestro Elokim está en los cielos! ¡Ha hecho todo lo que ha querido!

Los ídolos de ellos son de plata y oro, obra de manos de hombres.
Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tienen nariz, pero no huelen; tienen manos, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no emiten sonido con sus gargantas.
Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos tienen fe.

¡Oh Israel, confía en el Eterno! Él es su ayuda y su escudo.
"
(Tehilim / Salmos 115:2-9)

Cuando el hombre de fe (sea la fe del ateo, del pagano, del que se cree monoteísta, del científico, del agnóstico de cualquier hombre de fe) te increpa: '¿Dónde está tu Dios?'
Tú, ¿qué le respondes?

Voy a concluir esta breve exposición con algo que he escrito hace un tiempo atrás:

Para ir concluyendo.
Es interesante que los héroes de las naciones del mundo suelen ser reyes, conquistadores, militares, cabecillas de manadas sanguinarias...
Pero, los héroes de Israel son reyes-poetas, profetas, estudiosos, pastores de rebaños...
Es interesante que las naciones erigen monumentos pétreos o metálicos, mausoleos, capillas, a sus héroes...
Pero, los héroes de Israel viven en libros, en plegarias, en añoranzas...
¡Qué cosa!, ¿no?

Si este texto le ha sido de provecho, no olvide que este sitio se mantiene gracias a SU colaboración económica. No cierre su mano, y abra su corazón bondadoso.

Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le son fieles servidores, y que sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.

 Yehuda Ribco

comentario@serjudio.com?subject=Rap1868


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