Shalom.
Gracias por participar.
Empecemos por distinguir maftir de
Haftará.
Hace algo así como 22 siglos, los opresores
extranjeros tenían bajo su bota a la nación judía, empero, espiritualmente
ésta se negaba a ser conquistada.
Los perversos idólatras querían someterla totalmente, a como diera lugar,
pues no eran tontos y sabían que el pueblo que es fiel al Eterno puede estar
esclavizado con cadenas, puede ser víctima de las peores hogueras y
vejaciones, pero en verdad es libre e incorruptible en tanto permanezca
unido al Todopoderoso.
Y razonaron los paganos tiranos, junto a los traidores que habiendo nacido
dentro del judaísmo prefirieron los oropeles del poderoso idólatra: '¿Cómo
mantienen estos judíos firme el lazo con Dios?... Cumpliendo con sus 613
preceptos, estudiando su Biblia (mejor llamada Torá),
y siendo discípulos de aquellos rabinos apegados a la Tradición de Israel
que surgen de las entrañas del mismo pueblo... Por tanto, si queremos
dominarlos debemos prohibir básicamente:
-
el estudio y lectura de Torá,
-
el cumplimiento de aquellos preceptos que
les den ánimo e identidad,
-
el apego a sus Sabios.'
Dicho y hecho, por toda Judea
(mejor conocida por provincia de Yehudá) se publicaron edictos
imperiales prohibiendo la circuncisión, el acatamiento del Shabbat, la
lectura pública del rollo de Torá, el estudio de la misma, la reunión en
torno a maestros de Torá, y otras salvajes restricciones a la integridad e
identidad de Israel.
Al mismo tiempo, las sinagogas eran vestidas con ropajes de idolatría, y a
la liturgia se le exigía que añadiera apelaciones a las falsas deidades.
Al mismo tiempo las amenazas para aquel que quisiera permanecer fiel al
judaísmo se convertían en realidad, y muchos justos, puros e inocentes eran
masacrados por el sanguinario tirano sediento de sangre y temeroso del poder
espiritual de los hijos que ama el Todopoderoso.
(Cualquier similitud con las barbaridades y atropellos
cometidos por la Santa Iglesia contra Israel durante buena parte de la Edad
Media, y con la calamidad de los falsos-judíos-mesiánicos de la actualidad:
no es mera coincidencia).
Entre los hijos de Israel surgían diversos
artilugios para esquivar la saña asesina del idólatra.
Y entonces estudiaban en secreto; se congregaban en total privacidad;
circuncidaban a sus hijos en el más absoluto ocultamiento; en resumen, si
bien temían revelar su identidad con empeño y entereza la mantenían vital y
constructiva.
Es aquí cuando surge la lectura de la Haftará.
Como habíamos dicho, la lectura pública de Torá (esa que se
hace lunes, jueves y dos veces en Shabbat; además de las festividades)
quedó prohibida so pena de muerte de todos los presentes. Como no
podían cumplir con el mandamiento de su lectura cada Shabbat, decidieron que
mientras las penurias continuaran, ellos tendrían una lectura alternativa.
En lugar de leer públicamente la sección de Torá que correspondía a ese día,
leerían un párrafo breve de alguno de los libros de los Profetas que
guardara alguna relación con el tema o tono de la sección de Torá omitida
(o de la fecha, por ejemplo en el período que gira en torno al 9 de Av las
lecturas de los profetas remiten al consuelo de la nación dolida).
(Así por ejemplo, el Shabbat que se hubiera leído en la Torá
acerca de la edad avanzada de Avraham y las bendiciones que había recibido,
se leía la Haftará del libro de los Profetas que narraba acerca de la
edad avanzada del rey David.)
Esta virtuosa práctica se mantuvo durante las décadas de sometimiento al
tirano, y fue un verdadero bálsamo para las heridas de Israel.
Cuando el tirano idólatra fue expulsado de la
patria, cuando las garantías y derechos volvieron a las calles y a las vidas
de las personas, inmediatamente se retomó la milenaria práctica de leer la
Torá en público, según su orden.
En esas condiciones parecería que la lectura de la Haftará fuera
desechable, pues fue una necesidad del momento. Pero se llegó al consenso de
que se mantendría esta práctica surgida como salvadora en el tiempo del
desastre nacional; y que a partir de ese momento la lectura de la sección
profética acompañaría a la lectura pública de la Torá en cada Shabbat, ayuno
o festividad.
Ésta es la historia condensada de la lectura
de la Haftará.
El maftir es la lectura de unos pocos
versículos de la Torá que ha sido leído (o de la porción que
corresponde a la festividad en particular) y que se leen públicamente
por kevod haTorá -respeto a la Torá-; ya que si el judío que fue
honrado con la lectura de la Haftará procediera directamente a la
misma, parecería como si rebajara el valor de la Torá en relación a los
libros proféticos.
A la persona que se le da el honor de bendecir la Torá cuando es leída la
porción el maftir, y que luego pronunciará la Haftará se le
conoce como el maftir.
Pasemos a lo que usted dice de pedir el honor
de ser el maftir.
Surgió del pueblo el especial interés por tener el honor de subir a la
lectura de Torá como tercero, sexto o maftir.
Sin embargo, el Talmud (Meguilá 23a) claramente indica
que el maftir, si bien es de honor subir a la misma, no es
precisamente la aliá -llamada a la Torá- más honorable, ya que hasta
un menor (que aún no ha cumplido sus 13 años y un día)
puede decirla y además, no se considera como obligatoria la lectura del
maftir (a diferencia del resto de las porciones que son
leídas obligatoriamente ese día en la Torá).
Para compensar esto, se suele dar el honor al maftir de que sea el
shaliaj tzibur -oficiante- del musaf -rezo complementario en
Shabbat y festividades-.
Quizás es por esto que la gente pide el honor de ser maftir, para
luego tener la oportunidad de ser el oficiante, y así actuar por un rato
como representante de su congregación ante el Eterno.
La otra razón que se me ocurre para este
anhelo por ser maftir, es que como concluye la sección de lectura de
Tora de ese día, se la siente como más importante (aunque
halájicamente sabemos que no lo es), como la más esperada.
Es decir, un anhelo que nace del sentimiento puro de la persona por agradar
al Eterno con aquello que es apropiado y que cree en su corazón que es
mejor.
El Tur nos da una razón diferente, y
que se relaciona con la creencia de que el recitado de la Haftará,
tal como del Kaddish, sirven como méritos por el espíritu del
familiar fallecido.
Por último, existe otra razón, tristemente hay
que reconocerla. Si indaga entre los que piden el honor de ser maftir
por sus razones o motivos para tal pedido, encontrará que ni ellos tienen
idea...
Si mi modesto trabajo aquí presentado le ha sido de
bendición, no
olvide que este sitio y su autor se mantienen gracias a Dios, que en parte
canaliza Su bondad a través
de la colaboración económica de
los lectores.
No cierre su mano, y abra
su corazón bondadoso para ser parte de la Obra del Eterno.
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
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