Shalom.
Gracias por participar.
Ante todo debemos reconocer que, mientras
moramos en este mundo, somos una entidad material/espiritual, y que ambos
componentes son adecuados en sus justos términos.
La regla primordial para vivir desplegando su
espiritualidad (es decir, paladear en la vida cotidiana un
sorbo de eterna trascendencia), es a través del compromiso para
cumplir cabalmente con los mandamientos que el Eterno le ha conferido a cada
uno.
El gentil tiene ante sí la responsabilidad de llevar a cabo los siete
mandamientos universales, con sus derivados. En tanto que el judío se ha
ligado al pacto del cumplimiento de los 613 mandamientos de la Torá, más los
decretos rabínicos.
Esta espiritualidad mediante el ejercicio de los mandamientos la podemos
aprender de un diálogo que el midrash (TB Shabbat 88b,
89a) nos presenta.
Resumiendo (recuerden que los midrashim suelen estar
escritos en lenguaje alegórico, por lo cual no siempre sus relatos deben ser
tomados literalmente):
Los ángeles reclamaron al Eterno pues les parecía impropio que la Torá
fuera entregada a los humanos, tan escasos en comparación a los seres
angelicales.
Dios entonces pide a Moshé que responda a este reclamo y defienda la postura
de la humanidad.
Entonces Moshé les hace ver a los ángeles que los preceptos en la Torá no
tienen ninguna utilidad entre los seres espirituales, ya que ellos no tienen
libre albedrío (pues carecen de Ietzer haRá -impulso
hacia lo negativo-) y por ende tampoco cuentan con capacidad
para desarrollarse espiritualmente. Por tanto, explica Moshé, la Torá con
sus mandamientos es solamente provechosa para las personas, pues somos
nosotros los que debemos lidiar con nuestro Ietzer haRá, y así crecer y
perfeccionarnos.
Y el Todopoderoso concedió Su Torá a Israel por intermedio de Moshé.
Extraemos de esta narración que, el propósito
último de la Torá se alcanza cuando es traída al plano de lo mundanal y
corpóreo para ser implementada cabalmente por el humano con libre albedrío,
que es sujeto de su propia inclinación negativa así como a las influencias
perniciosas del ambiente.
Si somos finos en el detalle, a partir de las palabras de Moshé advertimos
tres ropajes espesos y decadentes que recubren a la espiritualidad de
la persona:
-
Está el cuerpo físico, con necesidades
naturales, y apetencias básicas (de por sí, este ropaje
no debería ser tomado como negativo, ya que es nuestro basamento físico
innato).
-
Es sujeto de las motivaciones y presiones de
sus impulsos negativos.
-
Es influido y estimulado por un mundo corrupto
y pagano.
Cuando se procede a cumplir mitzvot
-preceptos-, se puede ir desvistiendo de estos ropajes, o dotarles de
una mejor confección.
Así encontraremos mandamientos que:
-
Restringen y entrenan las apetencias animales
naturales del humano, perfeccionan el cuerpo, proporcionan paz interna y
permiten un más elevado vínculo con el otro (prójimo,
sociedad, Dios, etc.). Por ejemplo el honrar a los padres, comerciar
honestamente, cesar de laborar en Shabbat, las leyes del kashrut.
-
Impiden o canalizan los deseos perjudiciales
que tienen su asiento en impulsos destructivos. Por ejemplo no robar, no
cometer adulterio, dar caridad.
-
Resguardan y educan para preservarse de las
influencias alienantes de la sociedad, y que exilan a la persona de sí
mismo, del prójimo y de Dios. Prohibición de idolatría, expulsión de la
brujería, adoración exclusiva del Eterno, estudio de Torá.
En síntesis, estimado señor Ludwig, si usted
desea vivir espiritualmente:
-
Consígase un maestro judío idóneo para que le
instruya lo que es apropiado de Torá, y así aprenderá y se compenetrará de
lo que "espiritualidad" realmente significa.
-
Haga su mejor esfuerzo diario para cumplir los
mandamientos noájidas, así como sus derivados.
-
Procure hacer lo que está a su alcance para
ayudar (sin coaccionar) a su prójimo en el camino
compartido del crecimiento espiritual/personal.
-
Sea generoso en sus donaciones de dinero para
los menesterosos y para las justas causas educativas judías o noájidas.
Que la generosidad no sea solamente del bolsillo, sino también del corazón.
Como verá, son cuatro pautas conductuales, que
le insto a que procure poner en práctica asiduamente.
Permítame que le brinde diez más, que le servirán como soporte para
confrontar las experiencias cotidianas:
-
Acepte que el universo ha sido creado y se
sostiene por merced de Dios.
Que no es una máquina que opera insensible, sino que detrás suyo hay un
Operario atento y ejecutivo.
Que cada acto tiene su repercusión y su debida retribución
-
Acepte que no todo es explicable por la
persona, y que existen puntos misteriosos e infranqueables para el humano
entendimiento.
-
Acepte que Dios dotó a cada vida de, al menos,
un propósito.
Acepte que el sentido de su vida personal está esperando a que usted lo
elabore.
Nadie, excepto usted, está capacitado para indicarle el sentido de su propia
vida.
Si se encuentra desamparado, o provisto de un sentido ajeno a los parámetros
de la Torá; entonces es hora de ponerse a trabajar en serio en la
construcción del sentido de su vida.
-
Agradezca.
Reconozca las bondades que recibe de Otro y otros.
-
Sepa que usted es el/la que hace la diferencia
para que el mundo sea un mejor lugar para vivir. Sin embargo, sepa también
que no es exclusivamente suya la responsabilidad de hacer toda la labor.
Si siente que tras hacer su mejor esfuerzo su contribución ha sido pequeña,
en comparación a la enormidad de la tarea que queda por hacer, no se
desespere, pues usted ha hecho su parte.
-
Busque la justicia, siempre la justicia.
Tanto consigo mismo, con el otro, como con Dios.
Si siente que Dios ha sido injusto, no tema en argumentar directamente con
Él y exigirLe explicaciones.
Seguramente que Él sabe bien lo que está haciendo y que Sus actos son de
justa bondad, aunque a nosotros nos parezca absurdo, horrendo o arbitrario
su actuar.
Por lo tanto si usted no se siente en paz consigo mismo a causa de Él,
argumente con Él. No tema, que no es pecado (en tanto no
falte al respeto).
-
Procure descubrir la bondad cubierta por los
velos del dolor, la sinrazón, la malicia.
Si no la halla, mantenga la esperanza de que el Bien prevalece en el
universo, ya que el mal es una pequeña isla en un océano de Bien.
-
Confíe en sus fuerzas, y en Dios.
Aventúrese y rete a aquello que le desafía.
-
Haga el bien, que siempre es para bien.
-
No olvide que hasta ese que se comporta
indignamente es un ser humano, creado a imagen y semejanza del Eterno.
Y si bien existen las penas, el castigo, la aplicación del juicio, la lucha
por sobrevivir contra el opresor; no por eso el contrario, el enemigo, el
pecador, el que le odia, es menos ser humano.
El buscar la justicia, y el combatir la maldad no da derecho a odiar a otro
ser humano, ni de querer eliminarlo.
Mejor erradicar la injusticia y exterminar la maldad, en lugar de hacer
desaparecer al que está mal-actuando.
De ser necesario, arrepiéntase.
Y si corresponde, disculpe.
Bien hasta aquí por hoy.
Espero oír los comentarios de los lectores, y las repercusiones de poner en
práctica estas pautas para vivir la espiritualidad.
Si mi modesto trabajo aquí presentado le ha sido de
bendición, no
olvide que este sitio y su autor se mantienen gracias a Dios, que en parte
canaliza Su bondad a través
de la colaboración económica de
los lectores.
No cierre su mano, y abra
su corazón bondadoso para ser parte de la Obra del Eterno.
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
comentario@serjudio.com?subject=Rap2012 |