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Shalom.
Gracias por escribirme.
Me sorprende que alguien con un rico trasfondo
cultural judío pueda rebajar la estatura extraordinaria de Rabbí Akiva.
¿No será que cuando se rebaja a este genio, se está hablando desde el
prejuicio y el desconocimiento?
¿No será que el ignorante considera a los ilustres a su nivel por estar
incapacitado para penetrar en la iridiscencia del Saber?
¿No será que es más fácil demoler que procurar entender, y cuánto más si es
necesario construir?
Los fatuos detractores de este héroe de
Israel, de la humanidad en realidad, deberían tomar buen recaudo de los
puntos sobresalientes en la vida de este insigne hombre, y luego, aunque les
resulte lastimosamente fatigoso, tratar de emularlo aunque sea en un poco...
Y no estaría demás que hicieran caso de las
palabras del maestro:
"El silencio es la cerca en torno de la
sabiduría"
(Avot 3:13)
Qué no vuelva ocurrir como con los 24.000
eximios discípulos del maestro Akiva, quienes por enfrascarse en reflexiones
de alto vuelo filosófico, olvidaron el basamento de las enseñanzas de su
maestro (y por ende, de la Torá):
"Ama a tu prójimo, como a ti mismo - este
es un gran fundamento de la Torá" (Midrash sobre
Vaikrá/Levítico 19:18, TI Nedarim 9:4)
Por haber omitido el estudio de esta
enseñanza, y su aplicación en la vida cotidiana, es que fue posible que el
imperio romano se encarnizara sobre ellos y prevaleciera... ¡no desechemos
la triste lección que recordamos cada "Cuenta
del Omer"!
Pero, a todo esto, ¿quién fue Rabbí Akiva?
Rabbí Akiva fue un sabio de la tercera
generación de tannaim (sabios de la Mishná), y
es considerado uno de los más grandes exponentes de la sabiduría de Israel.
Nació unos 50 años antes de la destrucción del
segundo Templo, y era descendiente de prosélitos al judaísmo.
(Según se narra, sus abuelos paternos pertenecían a la innoble nación de
Amalec, TB Berajot 27b, Guitin 57b, Sanhedrín 96b).
Pasó los años de su juventud y buena parte de su madurez en gran miseria,
tanto material como espiritual, pues no solamente carecía de bienes
terrenales, sino también de la más elemental de las instrucciones formales.
En una nación de letrados y doctos, él era profundamente analfabeto.
Para mantenerse se dedicó a cuidar ovejas propiedad de Kalba Sabua, quien a
la postre sería su suegro.
Enamorados con la hija de su patrón, decidieron plasmar su pasión por medio
de los lazos matrimoniales.
Ante este hecho, su suegro desheredó a su hija, y los echó a ambos de sus
propiedades, pues no quería saber nada con este pobre e ignorante sujeto, ya
que su ideal era tener un yerno acaudalado, y si fuera erudito en Torá mucho
mejor.
Así pues, Akiva ben Iosef y su joven esposa
Rajel pasaron terribles penurias, viviendo en la más oscura de las
desolaciones.
Como se cuentan diferentes anécdotas de lo que
movió a Akiva a dar el salto que cambió su vida a la edad de cuarenta años,
no contaremos ninguna ahora.
Sino tan sólo diremos que el iletrado, pobre y desplazado social, a los 40
años de edad comenzó su educación formal, ¡junto con los niños de primer
año!
Pero, eventualmente se convirtió en una luminaria de la sabiduría perenne de
Torá, la mayor de su generación (entre los que se contaban
eminencias como Rabbí Meir, Rabbí Iosei ben Jalafta, Rashbi).
Y animándole a continuar, a crecer, a superarse, estaba su esposa, que tuvo
plena certeza de que su marido podía escalar hasta cumbres del conocimiento
inaccesibles hasta entonces.
Fue Rabbí Akiva el que comenzó la monumental
tarea de clasificar la Torá oral, que fuera más codificada y completada dos
generaciones más adelante por Rabbí Yehudá HaNasí.
Durante la segunda revuelta judía contra el imperio romano
(127-135 AEC), que recordamos cada año en el
Omer,
el emperador Adriano impuso severos decretos contra el estudio de Torá, la
circuncisión, el guardar el Shabbat, y las las inmersiones en la mikvá.
El anciano Rabbí Akiva se alineó sin ambages en las filas de los rebeldes,
en pos de la defensa de la identidad y cultura de la nación judía y en
contra del déspota pagano y sanguinario.
Al ser nuestro Rabbí un luchador tenaz y un optimista, incluso en las épocas
de peor adversidad, e impresionado por las victorias espléndidas del líder
guerrero judío Shimón Bar Kojba, lo señaló como el probable Mashiaj que
implantaría un reino judío soberano y de prosperidad.
Tras el fracaso de la campaña de Bar Kojba, y reconociendo su error de
apreciación, no hesitó el Rabbí reiterar su lema: "Todo lo que Dios hace, lo
hace para bien".
Y mantuvo su lema a pesar de los terribles sufrimientos que debió soportar
en las mazmorras de los romanos, antes de ser vilmente ejecutado por querer
preservar la independencia cultural de Israel y su proximidad con Dios.
Al momento de su ejecución, mientras rastrillos de acero rasgaban sus carnes
hasta la sufrida muerte pública, Rabbí Akiva entonó con su último aliento el
Shemá Israel, enseñando así a sus numerosos discípulos y seguidores el
camino a seguir: "Amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser, con todo
lo que se tiene, sin retacear nada".
El imperio del paganismo había vencido en esa batalla, los héroes de Israel
habían caído bajo las garras del águila rapaz; sin embargo la semilla de la
victoria final de los fieles a Dios había sido abonada con la mejor de las
sangres, la de Sus fieles servidores (TB Berajot 61b; TI
Berajot 9:5).
Para ir terminando, sin haber siquiera
comenzado a esbozar la vida y obra de Rabbí Akiva, reflexionemos acerca de
ésta, una de sus enseñanzas perennes:
"Dos hijos de Rabbí Akiva murieron. Una
multitud se reunió para rendirles los últimos honores. El Rabbí se ubicó en
un sillón y les dijo: 'Mis hermanos, escuchen. Aunque mis hijos hubiesen
sido grandes como para ser novios, sentiría un consuelo enorme en el gran
honor que ustedes me están demostrando al estar congregados aquí.
Pero, ¿vinieron a rendir ese honor a Akiva?
No, pues hay muchos que se llaman Akiva.
Lo han hecho por pensar que la Torá del Eterno está en su corazón
(Tehilim/Salmos 37:31). Vinieron para honrar la Torá,
y no al hombre, por tanto vuestra recompensa será inmensa. Vuelvan ahora en
paz a sus hogares.'"
(TB Moed Katan 21b)
Antes de despedirme, un recordatorio:
¿Ya ha colaborado con
nuestra tarea sagrada?
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
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