Pregunta: Tengo una pregunta, no sabia a que
email mandarla a si que la mande a este.
Mi nombre es Miguel, y soy de Santiago de Chile.
La verdad me gustaria que me escribiera la opinion sobre el tema que le voi
a plantear.
En el mundo hay alrededor de 6000 millones de habitantes si no me equivoco,
de los cuales 1200 millones son chinos, y varios cientos de millones son
árabes, es decir más de un cuarto de la población mundial como mínimo.
En cambio los judíos somos máximo unos 12 millones en el mundo es decir
alrededor de un 0,2% de la población mundial.
Segun usted hay algun factor genetico, algo por el estilo, de por que
estadisticamente hablando es realmente increible, y poco probable hablando
matematicamente, el por que, de tantos premios Nobel, tantos judios
destacados a nivel mundial....., en comparacion con el resto de las
personas, por ejemplo en este caso arabes y chinos.
Qué puede ser ese factor?, que realmente nos hace destacar en todo, aunque
suene de cierta manera como un complejo de superioridad pero sinceramente no
es nada de eso, si no que quería escuchar una opiniom fundada sobre el tema
planteado.
Muchas gracias
Miguel F.
País: Santiago de Chile
(Deben incluir en todos sus mensajes para
nosotros su nombre y apellidos completos, edad, profesión o actividad, el nombre de la ciudad y país donde vive.
Si falta alguno de estos datos, probablemente su email no sea respondido de
ningún modo. Presten atención a las
REGLAS,
gracias.)
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Shalom.
Gracias por escribirme.
No sé si son correctos sus cálculos
demostrando la genialidad de los Hijos de Israel.
Pero, podemos asumir que lo son.
Tampoco sé qué tan valiosa puede ser una
distinción que, entre sus logros cuenta el haber otorgado un premio a
la paz a uno de los mayores terroristas, asesinos y fraudulentos de la
Historia, como lo es el perverso Yasser Arafat.
Pero, supongamos que en lo que a Ciencias físicas/exactas se refiere, los
del Nóbel yerran menos que en los rubros que premian las Ciencias y
actividades sociales.
Lo concreto, y más allá del Nóbel, me parece
que sería preguntarnos: ¿Por qué suelen destacarse personas de origen judío
en las Ciencias, Artes y toda actividad que requiera el uso del pensamiento
refinado?
Indudablemente que la genética no es la
respuestas más acertada, puesto que la nación judía está integrada por
personas que descienden de un mismo antepasado en común, pero también por
personas que mediante la conversión formal se le han ido sumando a lo largo
de los milenios.
Creo que es más convincente si buscáramos la
primer respuesta en lo cultural.
Es sabido que la nación judía suele ser pequeña, débil, desplazada y
especialmente solitaria entre lobos sedientos de sangre.
Supimos tener nuestra tierra nacional, pero los imperios una y otra vez nos
desterraron de ella.
Estando en los exilios, nuestros opresores no nos permitían poseer terrenos,
cultivarlos, o simplemente afincarnos con seguridad. (¿Será
que les ES intolerante la idea de que los representantes perpetuos de Dios
son el mudo índice que los acusa de estar en permanente falta y pecado, de
ser rebeldes contra su íntima esencia y contra el Eterno?)
Tampoco toleraban que el judío prosperara económicamente, o que tuviera
cierta holgura material; por lo cual, incansablemente robaron a los hijos de
nuestra nación, los vejaron, los empobrecieron, los llevaron a vivir como
miserables y pordioseros, si es que no los torturaban y mataban para
quedarse con los despojos.
Ingeniosamente y para su conveniencia los malvados tiranos
(de todas los estratos sociales) hicieron a la fuerza de nuestros
ancestros mercaderes ropavejeros, odiados cobradores de impuestos o
repelidos cambistas.
Con el arribo del la Era de la Ilustración, el perro infame que nos
perseguía cambió de collar, pero no de malignas mañas rabiosas.
Modificó su ladrido religioso, por el ladrido de la seudo ciencia racial
(o el de la lucha de clases, o el de la autodeterminación de
los pueblos, o el de... ¡qué más da!, cualquier excusa es buena para culpar
de sus propios defectos y horrores al judío y los judíos...).
Ya no molestó intentando convertirnos a la idolatría por medio de la fuerza
y el terror, pero sí hacernos cómplices de la inmoralidad que subyace a toda
idolatría.
Dejó de echarnos de las tierras a las que arribaron nuestros exiliados, para
querer liquidarnos por completo (físicamente, o al menos en
la triste muerte de la asimilación).
Y, actualmente que regresamos a nuestra tierra patria, y podíamos soñar con
vivir en paz mesiánica, tampoco nos quieren dejar, ya que el salvaje imperio
árabe-musulmán (con sus perennes aliados entre los idólatras)
procuran desterrarnos nuevamente de nuestro Hogar y expulsarnos al Mar
Mediterráneo, y así pretender acabar con el vestigio de Dios en la Tierra.
(Creo que en diez renglones resumí lo peor que aconteció en
la Historia judía, y que está profetizado hace miles de años en las
maldiciones de Devarim / Deuteronomio cap. 30).
Por estas vicisitudes, la cultura judía
reconoció pronto que apegarse a los bienes materiales es un fracaso.
Que ni las ricas estancias, ni los regordetes tesoros, ni los títulos
pomposos, ni los lujos señoriales, ni nada de lo que los demás usan para
ufanarse, es lo que cuenta al final de cuentas.
Solamente en el intelecto, en el espíritu, se halla el tesoro que perdura a
pesar de terremotos y Holocaustos.
El lema sería: morirá el judío, pero no su riqueza inmaterial, su orgullo de
ser verdaderamente humano, en toda la dimensión trascendental de la palabra.
La segunda probable respuesta la hallamos,
como no podía ser de otra manera, en la Torá.
Que nos dice: "Solamente cuídate y cuida mucho tu vida, no sea que te
olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni que se aparten de tu corazón
durante todos los días de tu vida. Las enseñarás a tus hijos y a los hijos
de tus hijos." (Devarim / Deuteronomio 4:9).
La Torá nos ordena que estudiemos, que nos apliquemos al estudio, que no nos
abandonemos a la pereza, que hagamos vivo el mensaje estudiado, que lo
trasmitamos a los que nos continúan para que ellos a su vez lo estudien y
enseñen.
Porque el héroe verdadero de la nación judía no es un rey, o un guerrero, o
un brujo, o un conquistador, ni siquiera un dramaturgo; sino que es el
talmid jajam, el estudioso, sea quién fuera.
Este héroe nacional ideal es lo que toda madre judía que está ligada a la
Tradición pretende para su vástago.
Este estudioso es lo que todo padre judío, que lo sea realmente, espera que
llegue a ser su hijo.
Cuando muchos judíos se creen haber desprendido de la Tradición, de la Torá,
finalmente caen en cuenta que mantienen vigente el ideal nacional: el
estudio y el logro intelectual-ético es preferible a cualquier sangre
derramada, dinero acumulado o espada cruzada.
Un ejemplo que está muy claro.
Dios se aparece para el novel rey Salomón y le ofrece lo que él más desee,
que el Todopoderoso se lo dará.
El joven rey podía haber reclamado dinero, fama, gloria, la cabeza de sus
enemigos, la preponderancia de su religión por sobre el resto, la hegemonía
de alguna raza, el imperio mundial, ganar un campeonato de fútbol, sexo,
belleza, petróleo, tierras, poder... PERO
él rey niño, sabio hijo de sabio, respondió: "Da, pues, a Tu siervo un
corazón que sepa escuchar (inteligencia), para juzgar
a Tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo..."
(1 Melajim / I Reyes 3:9).
Apreciado Miguel, quizás hay más respuestas,
pero por ahora es suficiente como para ir pensando.
Le deseo lo mejor, y le
recuerdo que nuestro sitio se mantiene gracias a la colaboración de los
generosos visitantes.
Que el Uno y Único Dios bendiga a quienes le
son fieles servidores,
y que
sepamos construir Shalom, Iebarejejá H'.
Yehuda Ribco
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