Shabbat: Iyar 24, 5764 <> 15/5/04
(Esta semana corresponde leer la parashá Behar
junto a Bejukotai).
Comentario de la Parashá -
Bejukotai:
El amor de Dios, el odio de los rebeldes
Uno de los "Padres de la Iglesia", Juan
Crisóstomo (347-407) que es reconocido por muchos como
el predicador por excelencia del cristianismo germinal y que le atribuyen
sus seguidores un mérito sobresaliente y reconocida santidad en su dios, no
tuvo empacho en predicar y enseñar como dogma de su religión lo siguiente:
"Cómo pueden los
cristianos atreverse a sostener la 'más mínima conversación con judíos, los
más miserables de todos los hombres, hombres que son ... concupiscentes,
rapaces, avaros, bandidos pérfidos.
¿Acaso no son ellos asesinos, destructores, hombres; poseídos por el demonio
a quienes la mala vida y la embriaguez han entregado a las costumbres de los
cerdos y la cabra concupiscente?
Ellos sólo conocen una cosa: satisfacer sus agallas, emborracharse matar y
estropear...
¿La sinagoga? No solo es un teatro y una casa de prostitución, sino una
caverna de bandidos, una hostería de bestias salvajes, un lugar de vergüenza
y ridículo, el domicilio del diablo, como también lo son las almas de los
judíos. En verdad los judíos adoran al diablo; sus ritos son criminales e
inmundos; su religión es una enfermedad. Su sinagoga, de nuevo, es una
asamblea de criminales... una cueva de ladrones... una caverna de demonios,
un abismo de perdición... yo también aborrezco a la sinagoga. Dios aborrece
a los judíos y siempre aborreció a los judíos... Yo también aborrezco a los
judíos."
Tanto amor y misericordia,
fueron y son doctrina para sus seguidores,
que se empeñan en hacerse llamar "religión del dios de amor".
Y no sólo de los católicos han nacido linduras
como las que oímos,
miremos con desprecio la inteligencia aplicada a la maldad
que poseía el perverso Lutero:
“los judíos
envenenan, son asesinos rituales, usureros; ellos son parásitos de la
sociedad cristiana; son peor que demonios; es mas difícil convertirlos a
ellos que al propio Satanás; ellos están destinados al infierno. Ellos son,
en verdad, anticristo. Sus sinagogas debieran ser destruidas y sus libros
decomisados; debieran ser obligados a trabajar con las manos; más aun,
debieran ser expulsados por los príncipes de sus territorios”
Con tan inflamantes palabras, el corazón de
los que lo escuchaban
salían a violar, atropellar, robar, asesinar, expulsar
a los judíos allí donde estuvieran.
Y no consideraban estar delinquiendo o pecando,
¿cómo hacerlo, si un "padre" de su religión les instaba a hacerlo?
Pero,
por si fuera poco,
los judíos a sus asesinos ojos de demente cruel,
eran peores que bestias,
hijos del diablo,
diablos ellos mismos...
Además,
no tienen descaro en afirmar que Dios los ha escogido a ellos como Su nuevo
pueblo,
y tienen la ingrata desfachatez de hacerse llamar "el nuevo Israel",
señalando sin retaceos que Dios ha invalidado el (que ellos
llaman) viejo pacto,
para hacer un nuevo pacto a través de la sangre (del
perverso y depravado) Jesús.
Todas mentiras hediondas y criminales que ya
se escuchan desde los mismos evangelios (Juan 8, Mateo
23 y 27, por ejemplo).
Mentiras asquerosas que sirvieron y sirven (miren a Mel
Gibson por ejemplo) para arremeter con odio y furia ciega contra los
judíos, allí donde están,
y privarlos de sus bienes,
quitarles sus derechos,
limitar su libertad,
cortar sus vidas.
Toda la maquinaria del odio
aplicada a castigar vilmente a los judíos,
para de ese modo rebelarse contra el Uno y Único Dios.
Y no faltan los que,
movidos por la ingenuidad,
o por el fanatismo sanguinario,
continúan argumentando que Dios odia a los judíos,
y por eso los mantiene todavía en el exilio,
sin autonomía,
pues aunque haya retornado una parte de sus hijos a la santa tierra de
Israel,
el exilio continúa y es pesado,
cada día muy pesado.
A todos estos portadores de odio,
a todos estos rebeldes contra Dios
y terroristas contra la humanidad,
se les debe leer y releer las perennes palabras de la perfecta e inmutable
Torá de Dios,
en donde se ha dicho de los judíos en exilio:
"Aun con todo esto,
estando ellos en la tierra de sus enemigos,
Yo no los rechazaré ni los odiaré hasta consumirlos,
ni invalidaré Mi pacto con ellos;
porque Yo, el Eterno, soy su Elokim.
A favor de ellos Me acordaré del pacto con sus antepasados...
para ser su Elokim. Yo soy el Eterno.'"
(Vaikrá / Levítico 26:44-45)
Dios es el que dice, y no cambia de parecer,
que:
-
Él castiga a los judíos, pero NO los odia.
-
Él no cancelará jamás el pacto hecho con
Israel.
-
Él no rechaza a los judíos, sino que deplora
sus pecados y espera su arrepentimiento.
-
Él es el Dios de los judíos, y no el diablo,
ni un hombre crucificado, ni ninguna otra idolatría.
-
Él no permitirá jamás que Israel desaparezca.
-
Él no ha hecho un nuevo pacto, ni
tratará como antiguo el Testamento/Pacto sellado con los judíos.
-
Él exilia a los judíos a causa de sus pecados,
pero no a causa de que los odie.
-
Él lleva a los judíos a la tierra de extraños,
no por haber rechazado al falso dios Jesús, sino por no haber sido fieles a
la Torá ni estrictos en el cumplimiento de los preceptos.
Amigo lector,
tenemos por un lado
la enfermedad y el odio de parte de Crisóstomo, de Lutero, de Mateo y de
Juan, así como de todos los que actúan según sus prédicas malvadas;
por el otro lado,
tenemos al Uno y Único Dios
que ha expresado Su amor a Israel y Su eterna Voluntad en Su perfecta
Torá...
¿A QUIÉN PRESTAMOS ATENCIÓN?
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
-Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
HACIENDO CLIC
AQUÍ y AQUÍ.
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Relato
La multitud aguardaba paciente a que el gran
maestro les atendiera.
Horas tras horas hacían guardia, esperando su turno para recibir la
bendición de manos del sabio, así como algún preclaro consejo de vida.
Aquel que quisiera los breves minutos de entrevista, sabía y toleraba que
varias horas de vigilia le aguardaban.
En un día como cualquier otro, en el cual
decenas y decenas esperaban, un hombre entró como una tromba a la antesala
de la recamara del sabio.
Exigió hablar YA con él.
El secretario afablemente aunque algo cansado le explicó que como el resto
de los presentes, debería esperar hasta que le tocara su justo turno.
El sobresaltado e impaciente hombre, ahora también disgustado, corrió de un
manotazo al secretario e impulsivamente se metió al recinto del sabio.
Sin respetar ni al rabio ni al consultante
(ni a sí mismo), el hombre apurado le espetó al
maestro una sarta de problemas relativas a sus negocios, su vida conyugal y
otras cosas que son muy privadas para contar ahora.
El maestro, como calmada respuesta lo único
que le contestó fue: "Mi querido, dé la vuelta y espere su turno, como todos
los demás".
Y el sobresaltado sujeto, perdiendo un poco
los estribos reclamó: "Pero maestro, no me entiende, es importante, urgente,
necesito, requiero YA una respuesta, una bendición".
El maestro, como calmada respuesta lo único
que le contestó fue: "Mi querido, dé la vuelta y espere su turno, como todos
los demás".
Y el hombre gritó: "¿Eso es lo que me dice?
¡Eso! Vengo por una bendición, por un consejo para vivir en paz, y ¿¡eso es
lo que recibo!? ¿Qué espere mi turno?".
Y se dio vuelta para irse, enojado y
despotricando.
Al estar ya casi fuera, el rabino lo llama y
le dice: "Mi querido, usted vino por un consejo y una bendición... ¡y ya se
la he dado! Aprovéchelos...·
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