Judaismo conversion Israel Mashiaj Tora Dios amor paz

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 Lic. Prof. Yehuda Ribco (Av 6, 5762 - 15/7/02)

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BeShem H' El Olam

 

Oraciones y Bendiciones

Tefilá o Avodá

(Pl.: Tefilot – Id.: Davenen – Es: Rezo u oración – Sin.: bakashá (petición); tajanunim (súplicas); avodá shebalev (servicio del corazón (Taanit 2:a)))

La Necesidad para practicar la Oración

Quizás muchas personas en la actualidad no reconozcan o sientan una intensa, o al menos débil, necesidad por la oración regular, formal. Quizás se sienten a gusto con un rezo espontáneo, surgido en los momentos de desesperación, de necesidad, de gloria, es decir, cuando el corazón impulsa al rezo.

Esta actitud tan común pasa por alto dos aspectos importantes de la tefilá establecida por los jajamim: el propósito de la oración, y la necesidad para practicarla.

Uno de los propósitos de la tefilá es aumentar el conocimiento de H’ en la vida humana y aceptar conscientemente el papel que H’ juega en la misma. Quién reza sólo cuando así lo siente, entonces, nada aporta a su comprensión de la Majestad de H’, pues gira en un círculo vicioso, de sentir – rezar – satisfacer un "instinto" de rezo. Esto no está mal, ni es impropio, pero tampoco es suficiente. Es tan sólo una de las partes de la tefilá, y si uno se queda con ésta pierde todo el resto, que es superior en calidad.

Además, como en todos los aspectos de la vida, para alcanzar la perfección en cualquier actividad o materia es imprescindible la dedicación y prácticas continuas, incluso en los momentos en que no se "siente" la necesidad de realizar tal ejercicio.

El sentido de humildad, amor y reverencia a Dios que es esencial en la recitación correcta de la tefilá no se produce instantáneamente, sino que es producto de la labor tesonera y constante, de la persona que diariamente acata la responsabilidad de la tefilá.

La persona que sólo acude a H’ en sus momentos de debilidad o de extrema "religiosidad", tal como acostumbra a hacer el hombre moderno, entonces sólo, con suerte, puede emitir pálidos gimoteos inconsecuentes, pues su voz, su corazón, su alma no están "entrenadas" para orar.

Quién hace de su tefilá una constante compañía, hace de H’ su constante compañero.

 

Prescripción de la tefilá

Además de los numerosos mizmorim (Salmos), en el TaNa"J encontramos al menos ochenta y cinco tefilot, que pueden ser la petición de Moshé por la salud de su hermana Bemidbar 12:13) a la oración de inauguración del Templo hecha por Shlomó (I Melajim 8:12-53). (Otros ejemplos: Bereshit 28:20-22; Shemot 14: 10; I Shmuel 1:11; Shoftim 16:28; II Shmuel 7:18-29; Ieshaiá 37:15-20; I Melajim 17:20,21; así como en el libro de Iyov y Daniel.

Cuando los judíos se hallaban en su propio país, en la tierra de Israel, y de acuerdo a lo prescrito por la Torá, adoptaron el método habitual de aquellas épocas, que consistía en sacrificar animales puros y vegetales como ofrendas a su Dios y entonaron canciones, como medio de comunicación con Él. En ciertas ocasiones los judíos ofrecían oraciones fervientes, conjuntamente o aparte de los sacrificios. Durante la época del Primer Beit Mikdash, se comenzó la práctica de las maamadot, oraciones simultáneas a los sacrificios realizadas en las localidades que proveían los sacrificios de esa jornada.

Indudablemente la oración establecida más antigua dentro del Judaísmo es la Keriat Shemá.

Si bien el Shemá no es en sí una tefilá, sino tres secciones de la Torá (Devarim 6:4-9, Devarim 11:13-21, y Bemidbar 15:37-41), desde épocas pretéritas ocupó un lugar de predominancia dentro del espectro de oraciones judías, siendo, como hemos dicho, la de más antigua data en ser escrita y serle conferido el grado de obligatoriedad, pues debe ser pronunciada al menos dos veces diarias, una por la mañana y otra en la noche.

Después de la destrucción del Templo, y con el exilio babilónico, ante la imposibilidad material de los sacrificios vegetales y animales tomaron mayor importancia las batei tefilá (Casas de Oración), así como se tornó central el hábito de la tefilá comunitaria. "Las ofrendas de nuestros labios en lugar de los toros," dijo el profeta Hoshea; y así fue hecho en realidad.

Los sabios judíos (jajamim) adoptaron el método de establecer comunicación con Hashem ofreciendo oraciones, públicas o privadas, en ciertas épocas y estaciones fijas, así como en ocasiones especiales. Se mantenía el carácter espontaneo de querer ‘hablar’ con Dios, pero también y ya desde la época del escriba Ezrá y los Grandes Varones de la Kneset (S. V A.E.C.) fueron instituidas plegarias (tefilot), a ser ofrecidas tres veces cada día y mediante ciertas fórmulas en la lengua sagrada, el hebreo. Consecuentemente, los judíos establecieron casas de oración, (batei kneset) sinagogas, en cada comunidad judía, grande o pequeña, en los países a los que fueron.

La costumbre de orar tres veces por día es muy antigua. Daniel oró tres veces por día (Daniel 6:10), y el Salmista canta (Tehilim 50:17): "Tarde y mañana y a mediodía oraré". Nuestros jajamim dicen (Berajot 27 b), que Avraham instituyó el Shajarit (oración matutina), Itzjak la Minjá (oración de la tarde) y Iaacov el Maariv o Arvit (oración del anochecer). Según el RaMBa"M la mitzvá de tefilá se cumple con hacerlo al menos una vez diaria; sin embargo, los jajamim estipularon en principio Shajarit y Minjá como obligatorias para los varones, y con el correr de los siglos incluyeron en la exigencia también el Arvit.

En el siglo V A.E.C., los Hombres de la Gran Asamblea iniciaron la composición de la oración básica, con la cual intentaban cubrir todo lo que el judío debería orar de forma cotidiana. Y así fue como desarrollaron la Shemoná Esre, o Amidá, o Tefilá.

Shemoná Esré significa "Dieciocho" y alude a que originalmente era ese el número de las bendiciones que conformaban la oración.

Las bendiciones del Shemoná Esre del día de semana común, pueden estructurarse en 3 grupos: tres bendiciones iniciales que alaban a H’, trece demandas de distinta índole (perdón, redención, salud, prosperidad, clima, final de destierros, etc.), y las tres finales de gratitud y despedida.

En la actualidad el número de berajot en la Amidá asciende a diecinueve, ya que en algún punto de la historia fue introducida una nueva bendición, según algunos la que pide por la desaparición de los traidores y delatores.

La Amidá es la piedra angular de cada servicio de oraciones judío, en la que se pide de forma mesurada y correcta, y se habla en nombre del bien del colectivo nacional, y no de la mezquindad del individuo.

Estas oraciones públicas sin duda expresan los anhelos propios e individuales. Pero, por lo general, tienen un carácter superior a los particular y son colectivas y nacionales, ya que los judíos oramos por la paz universal, el cese e las hostilidades y la fraternidad entre los hombres, sin distinciones ni discriminaciones. Así como la restauración de Israel a su Tierra, y el dominio de H’ por sobre el universo.

Es importante realizar las oraciones prescritas, no sólo como parte de la identificación con la tradición de nuestro pueblo, sino también porque las oraciones del Siddur incluyen aspectos que generalmente el particular no trata, o porque no sabe cómo, o porque ni siquiera se le ocurre.

 

Reflexión del alma

La oración es la comunión del alma con Hashem. Así como el niño se dirige confiadamente a sus padres, con todas sus alegrías o penas, dificultades o dudas, así nosotros satisfacemos la necesidad más profunda de nuestra naturaleza cuando dirigimos públicamente nuestras oraciones a Hashem, nuestro Padre, le ofrecemos plegarias en adoración de Su grandeza; le expresamos el reconocimiento por todas Sus bendiciones; le suplicamos cuando sentimos nuestra debilidad y necesidad humana. Pedimos perdón cuando tenemos conciencia de los pecados y faltas; anhelamos consolación en la dificultad y la adversidad; rogamos por esperanza y fortaleza en la angustia y la perplejidad y brindamos nuestra humilde sumisión a Su voluntad en las horas de prueba y angustia.

Cuando oramos no presumimos informar a Hashem, omnisapiente, de nuestros deseos, sino, sintiendo que Hashem está cerca cuando lo llamamos, derivamos fortaleza y coraje, aliento e inspiración de la convicción de que El es nuestro Padre benigno, que escucha las oraciones de todos Sus hijos. Por consiguiente hemos de convertir en el deber más sagrado de nuestra vida la búsqueda de una comunión constante con Hashem, pues este sagrado lazo es lo que nos permite alcanzar una parte de nosotros mismos.

Veamos un interesante detalle lingüístico. La raíz de la palabra ‘tefilá’ es p.l.l. Si observamos detenidamente cualquier diccionario hebreo, podremos apreciar que con esa raíz se conforma la palabra ‘plilim’, que está asociada a ‘juicio’, ‘juez’, ‘ley’. Tefilá es un verbo reflexivo, eso quiere decir que la acción del verbo recae sobre quien la ejecuta. Por lo tanto podemos decir que tefilá es ‘hacer juicio sobre uno mismo’, esto es reflexionar.

Es decir, al hacer tefilá nos permitimos reflexionar, conectarnos con una parte íntima de nosotros mismos.

Observemos que la palabra castellana plegaria está emparentada con plegar, y esta con flexionar...podemos ver como las asociaciones se repiten en diversos idiomas.

Y ahora un detalle lingüístico más, sabemos que en idioma hebreo no se escriben las vocales, tan sólo las consonantes. La palabra tefilá se escribe exactamente igual que la palabra ‘tiflá’. Y esta palabra ¿qué significa? Pues, incoherencia, falta de juicio. Podemos concluir, pues, que si no hacemos la tefilá como corresponde estamos incurriendo en tiflá...¡no es interesante y terrible!

En el antiguo idioma de los judíos europeos, el Iddish, a la tefilá se la nombra como "daven" o también "davenen". Si buscamos las raíces linguísticas de estas palabras nos hallamos dos sorprendentes familiares: en latín "divinus", es decir divino, de Dios; y en arameo (idioma semítico antiguo) "davunon", que significa de los padres. En ambos idiomas, y en ambas acepciones se le da una jerarquía elevada a la tefilá, por un lado como conexión a lo divino, pero al mismo tiempo como legado y fiel compromiso con las acciones e ideales de nuestros antepasados.

 

Tefilá no es ordenar un servicio

Ahora bien, debemos tener en cuenta constantemente que Hashem no es nuestro esclavo ni nuestro sirviente que esté dispuesto a cada instante a satisfacernos, ya que Él conoce las cosas que a nosotros nos resultan complejas, secretas y hasta que ni son imaginables, y todas sus acciones son justas, adecuadas, buenas y correctas, aunque nuestro limitado entendimiento no pueda penetrar en la majestad de Su pensamiento infinito. Por lo cual, al abrir nuestros corazones en ruego y pedido, nunca debemos olvidar que es Él el que sabe y conoce lo que es correcto y exacto en cada momento, situación y lugar.

Parte de la tefilá bien hecha es la reverencia y la humildad, de ponernos en el lugar apropiado ante Hashem. Y no esperar que Dios corra a satisfacer nuestras necesidades.

 

Modos apropiados de elevar el rezo

La oración es una parte muy importante de la vida espiritual judía, y es deber especial de todo judío adorar a Hashem ofreciéndole oraciones, reconociendo con ello Su soberanía sobre el universo. Al adorarlo, reconocemos también que Él es nuestro Maestro, en cuyas manos se encuentran los destinos de todos los hombres y que nada puede ser logrado sin Su voluntad. Las oraciones y otras formas de devoción son manifestaciones de nuestros sentimientos religiosos, de nuestros deseos de dar expresión a nuestros disposición de reverencia, sumisión y adoración y, aunque podemos orar por nuestras necesidades en todos los momentos y en cualquier manera que consideremos apropiada, debemos, sin embargo, seguir las fórmulas de las oraciones instituidas por nuestros sabios en los tiempos más antiguos. Debemos también orar en el idioma que ellos han elegido para la oración, que es el hebreo, y orar en los momentos señalados por ellos para ofrecer esas oraciones. Porque, al orar en el mismo lenguaje, con las mismas fórmulas y en los momentos señalados, los judíos de la diáspora seguirán siendo un pueblo, aunque hablen el lenguaje y observen las costumbres de los países de su adopción.

Es, por ello, nuestro sagrado deber familiarizarnos con el lenguaje hebreo y ponernos al corriente de las diferentes leyes y costumbres relativas a las oraciones. Si bien cada persona puede rezar lo que mejor le parezca, los jajamim (sabios) en el transcurso de los años editaron un siddur, para centrar las distintas oraciones y dar un cuerpo organizado al rezar.

Por otra parte, pensemos lo siguiente: si una persona todos los días toma una cartilla en su mano, y frente a su esposa comienza a leer: "Yo te amo mucho, eres adorable, hermosa...", etc.; y la misma cantinela todos los días, como un ritual constante, sin emociones, sin afecto, sin corazón ni mente, ¿la esposa se siente halagada por todos los cumplidos escuchados?

Lo más probable que no.

Los escuche ya hastiada, luego de innumerables ocasiones de oír la misma repetición incolora, inodora, sin gusto ni gracias.

Escuche la mismas palabras, pero no sienta el amor que quieren expresar, pues son frías, sólo palabras expelidas, viento modulado por la boca, sin sentido.

Más apropiado es acercarse con todo el sentimiento a flor de piel, y brindar amorosamente las palabras que surjan del alma.

Como ya explicamos, el amor es base del judaísmo, pero sólo con amor no se llega a mucho. Por lo cual, lo imprescindible es dotar de pleno significado, de sentido, a las palabras escritas por nuestros jajamim en el siddur, y agregar algún concepto, alguna creación original nuestra dentro del concierto de oraciones ya compuestas.

Lo necesario es dotar de vida a las palabras expresadas o escritas, y no sólo recitarlas de forma vacía.

Pues el vacío sólo lleva al vacío.

También es bueno, y aconsejado por los jajamim, integrar a la tefilá prescrita nuestros anhelos íntimos.

Pongamos como ejemplo, cuando una persona recibe una tarjeta de felicitación por alguna causa, sea cumpleaños, aniversario, festejo, etc., ¿qué es lo que llega más profundamente? ¿El texto impreso finamente y con sabio arte, o las palabras garrapateadas por la mano que amorosa envía la tarjeta?

Seguramente que el valor de la tarjeta no se encuentra en el costo económico, ni en el preciosismo de su realización, sino en el sentimiento franco y leal expresado con más o menos habilidad por el que la envía. En la tefilá de manera similar, un sidur puede ser decorado, hermoso, carísimo, pero lo que torna valioso su contenido milenario es la lealtad y la creación continua que uno ponga en su expresión.

No tomar a H’ como la fuente de nuestros pedidos y el depositario de nuestros ruegos, sino como un amoroso Padre que aguarda el pedido querido de su amada criatura.

 

¿En qué idioma rezar?

Las tefilot son en su mayor parte en hebreo, y si bien es aconsejable rezar en este idioma, la persona que no lo entienda o no lo lea con facilidad puede remitirse a la fonética, o hasta rezar en cualquier idioma, ya que supuestamente H’ los conoce todos.

El Talmud (Sotá 33:a) enseña que está permitido rezar en cualquier idioma que el orante comprenda; sin embargo, el judaísmo rabínico tradicional siempre ha enfatizado la importancia de orar en hebreo. Una historia jasídica (que cuenta con numerosas variantes) nos habla de la oración de un judío inculto que quiso orar pero no sabía hebreo. El hombre empezó a recitar lo único en hebreo que conocía, el alefbet. Y lo recitó una y otra vez, hasta un rabbí le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre contestó entonces: "El Santo, Bendito es Él, sabe lo que está en mi corazón. Yo le daré las letras, Él puede formar las palabras."

Incluso el judaísmo liberal ha reconocido el valor de hebreo cada vez más. No hace mucho en las sinagogas de la Reforma era poco frecuente escuchar el uso del hebreo, en la actualidad el libro de rezos reformista contiene muchas oraciones en hebreo (a veces seguidas de transliteración o fonética, así como por traducción al idioma vernáculo). También se retornó a la lectura pública de la Torá en hebreo, con traducción y comentarios en idioma comprensible por la congregación.

Hay muchas buenas razones para orar en hebreo: es un incentivo para aprenderlo; proporciona un eslabón de unión a los judíos del mundo; es el idioma santo ("lashon kodesh") y de los ancestros; expresa directamente lo que el TaNa"J o los sabios quisieron expresar con sus palabras.

Cuando se traduce de la lengua hebrea se pierde y se añade irremediablemente al significado prístino. Se extranjeriza lo que era propiamente judío, al usarse un idioma que no es de por sí judío.

Por ejemplo no es lo mismo decir Biblia que TaNa"J, tefilá o rezos, Dios o H’...¡cuánto se modifica de un idioma al otro!

Sin embargo, no hay que obviar que comprender el significado es primordial. Por lo cual, la mejor solución, si no se posee el suficiente conocimiento de hebreo bíblico o rabínico como para desenmarañar las delicias del rezo, entonces, conviene seguir la tefilá en hebreo, en un siddur que posea traducción, así se obtiene doble ganancia; por un lado rezar en el idioma más adecuado; también poder ir aprehendiendo algo de lo que se está haciendo.

Mucho mejor aun es investigar y profundizar en la tefilá (iyun tefila) como forma de estudio, preparándose así para gozar de la correcta dicción y del aguzado entendimiento.

 

Cuándo y cómo rezar apropiadamente

"A Hashem he puesto siempre delante de mí", dice el Salmista (16: 8). Este es un principio muy importante en la vida judía. Pues, la manera en que nos comportamos cuando estamos solos en casa no es la misma que cuando nos hallarnos en presencia de un gran rey. Nuestro modo de hablar entre los miembros de nuestra propia familia y nuestros amigos no es la misma que cuando nos hallamos en la compañía de un rey. En este último caso, nos cuidaremos ciertamente de que nuestra conducta y nuestras palabras estén debidamente preparadas de antemano. Mucho más cautos, entonces, debemos ser si tomamos en cuenta que el gran Rey, el Santo, bendito sea, cuya gloria llena el universo, está siempre presente y observa todo lo que hacemos. Como se ha dicho (Irmiá 23: 24: "¿Se Ocultará alguno, dice H’, en escondrijos en que yo no lo vea? ¿No levanto Yo, dice H’, el cielo y la tierra?"), cuando tenemos un verdadero sentimiento de temor y reverencia, el mismo nos impedirá hacer o decir cosas que le serán ingratas a El, y así la vida tendrá un propósito solemne y serio, por lo cual a cada momento procederemos de la manera más digna a nuestra condición humana, como judíos y como fieles a H’.

Esta conducta apropiada debe ser mantenida en todo tiempo, circunstancia y lugar, pero aun más detalladamente en el lugar escogido para reverenciar públicamente su santo Nombre, que es el Beit HaKneset.

Es, también, la conducta que la tefilá le enseña a la persona a tener con respecto a las otras personas. Pues en definitiva la tefilá te acerca a Dios, pero te permite acercarte al resto de la sociedad.

Para un judío observante del cumplimiento de las mitzvot el acto de orar no es simplemente una acción que se ejerza una vez cada tanto o por semana en el recinto de la sinagoga, ni siquiera diariamente en tres oportunidades. La tefilá es una parte íntegra de vida cotidiana. ¡De hecho, uno de las oraciones más importantes en Judaísmo, el Birkat HaMazón (Bendición de agradecimiento por el alimento), generalmente no se recita en el Beit HaKneset!

Como expresáramos más arriba, el judío fiel a las mitzvot debe tener presente en forma constante a H’, y nuestro modo de actuar debe estar guiado por el amor y reverencia a su Santo Nombre; por lo cual cada palabra y cada gesto puede estar nutrido de la esencia de la Tefilá.

De forma halájica (legalmente judía) nuestro primer pensamiento por la mañana, incluso antes de salir de la cama, es la oración que agradece a Dios que nos devolvió nuestras almas, permitiéndonos despertar. Hay oraciones para ser recitadas antes o después de disfrutar cualquier placer material, como comer, ir de cuerpo o estrenar ropa; las oraciones para recitar antes de realizar cualquier mitzvá, como el lavado de manos ritual, el tzitzit o encender las velas de festividades; las oraciones para recitar al ver algo inusual, como un rey, un arco iris, o el sitio de una gran tragedia; las oraciones para recitar siempre que alguna cosa buena o mala pase; y oraciones para recitar antes de acostarse por la noche.

Todas estas oraciones además de los tres servicios formales diarios, conjuntamente a los adicionales festivos.

Los motivos que pueden impulsar a una persona a elevar las plegarias a H’ pueden ser varios, y las ocasiones, como vimos, constantes, pero lo que el judaísmo exhorta es que sean hechas con corazón puro y con extrema kavaná (devoción, intencionalidad de rezar o dirección del rezo), y no como una forma de agradar a H’, de comerciar o de pasar el tiempo (Berajot 31:a; Talmud Ierushalmi Berajot 3:2).

Al respecto, podemos aprender (Avot 2:18) que se nos enseña: "No hagas de tu tefilá una actividad fija, sino que eleva tus oraciones llenas de súplicas y misericordias frente a Dios". Es decir, ofrecer el corazón anudada a la mente a Dios es más importante que la perfección de las palabras pronunciadas. Aunque claro, ambas cosas: corazón y perfectas palabras sería el ideal de la tefilá.

El nivel mínimo de kavaná es un conocimiento que uno está hablando directamente con el Eterno, y que se tiene la intención de cumplir la obligación de orar. Sin este nivel mínimo de kavaná en lugar de orar se lee, tal como se leería el diario o un cartel comercial.

Es preferible liberar la mente, en lo posible, de otros pensamientos que no sean la tefilá. En caso de saber el significado de lo que se está diciendo mucho mejor, pero de no ser así, al menos no distraer la atención con pensamientos ajenos es lo recomendable.

Se acostumbra a menudo acompañar la tefilá melodías litúrgicas como una ayuda a formar el estado mental apropiado. Muchas oraciones y servicios de la oración tienen melodías tradicionales asociadas con ellas. Sirven a despejar el pensamiento y a dirigir la atención al rezo y su intención.

Generalmente entre los ashkenazim, es costumbre que en el momento de hacer tefilá el orante se menee (en iddish: shókelen).

Algunos explican esto como un tic nervioso, improcedente e improductivo, además de indigno como para presentarse de esa forma ante el Rey de reyes; otros (por ejemplo en el "Cuzarí") como resabio de una conducta surgida en las épocas que escaseaban los libros y había que estar en constante movimiento para poder rezar en grupo con un solo libro; otros más lo consideran como actuar una referencia del sefer Tehilim (35:10): "Todos mis huesos dirán: Hashem, ¿quién como tú, Que libras al afligido del más fuerte que él, Y al pobre y menesteroso del que le despoja?", con el movimiento del cuerpo todos los huesos parecen alabar a H’; y otros más lo hallan como un movimiento "hipnótico" que sirve como forma accesoria para concentrarse y hacer tefilá de manera más adecuada.

 

Oración grupal

La mayoría de nuestras oraciones se expresan en la primer persona del plural ("nosotros") en lugar de "yo," y se recita en nombre de todas las personas judías. Esta forma de expresarse da énfasis a nuestra responsabilidad colectiva, a nuestro sentido de pertenencia a una comunidad de sentimientos, cultura e ideas.

En el Judaísmo, la oración es mayormente una actividad colectiva, o más bien, grupal, en lugar de una diligencia individual. Aunque está halájicamente contemplada la posibilidad de orar de forma individual y queda cumplida la obligación de orar, se debe hacer el esfuerzo necesario para conseguir un grupo de oración.

Cuando hablamos de grupo, nos referimos al número formalmente establecido de diez hombres judíos mayores de bar mitzvá que están involucrados en el acto de rezar, o inmersos en la tarea religiosa que los une.

Esto es un minián (de la raíz hebrea contar o numerar).

De acuerdo a disposiciones rabínicas todas las oraciones de "Santidad o Santificación" divinas deben efectuarse solamente en presencia de minián, así por ejemplo el Kadish, el Barju, la Kedusha; pero entran dentro de este requisito también la repetición pública y en alta voz de la Amidá, o la lectura de la Torá.

Puede argumentarse que esta necesidad de conseguir un minián ha ayudado a menudo a mantener unida la comunidad judía en áreas aisladas o en épocas dramáticas.

Ahora, si la pregunta es, ¿por qué diez hombres?

A ciencia cierta no hay una respuesta única y que pueda satisfacer la curiosidad de la persona que no se conforma con apariencias de sabiduría.

Por lo cual sólo podemos mencionar que en la Torá (parashá Lej Lejá) es famoso el diálogo que entablan Avraham Abinu y H’, en el cual el primero intenta defender a unas ciudades malignas del castigo destructivo del Eterno.

Avraham propone que las ciudades sean perdonadas por el mérito de los sabios y justos que en ellas residen.

Y se comienza un regateo que comienza en cincuenta personas, y que finalmente concluye con la existencia de al menos diez personas.

Al no haber ni siquiera ese número, el patriarca desiste y reconoce la falta de merecimiento de las ciudades pecadoras.

Nuestros jajamim creyeron percatarse que el número diez no encierra en sí ninguna magia, ni poder místico, sino que es un fenómeno psicológico, algo así como recién con un mínimo de diez individuos se difuminan las individualidades y se establecen vínculos realmente grupales.

Y no debemos olvidar que el minián se establece momentáneamente y como medio de conseguir llevar a cabo la tarea, generalmente la tefilá colectiva.

Un interpretación, esta vez mística, nos intenta explicar el porque el número diez, y precisamente varones y no mujeres. Algunos sabios místicos sostienen que las cualidades del alma femenina son superiores, y una sola de ellas equivale al agrupamiento de diez almas masculinas; por lo cual, en el momento de dirigirse a H’ una sola mujer vale tanto como un minián.

Esta hermosa explicación no sólo parece explicar el hecho de que sean solo hombres lo que se cuentan para el minián, así como el número mínimo, como también deja bien en claro el lugar preeminente de la mujer, muy apartado de la imagen diluida de machismo que los desconocedores del judaísmo achacan al mismo.

Hay una explicación que se enseña por ahí que es por completo falsa y errónea, una que dice que debemos ver en el diez un 1 y un 0. El 1 es la unidad de H’, en tanto que el 0 es la nada. Y que el minián hace conjugar a H’ con la nada, logrando la perfección.

Esta explicación además de estúpida y falta de sentido, ataca directamente uno de los fundamentos del judaísmo.

En principio la estupidez: los números 1 y 0, en tanto que conforman el diez del sistema decimal en notación arábiga no es sino una invención bastante reciente; el número diez en épocas de la Torá o de los jajamim seguramente que no se formaba del uno y del cero.

En segundo lugar, y muchísimo más grave: se propone la existencia de H’ pero incompleto, imperfecto; es más, se supone la existencia de una nada que queda por fuera del poder del Eterno, y que Éste sólo logra su totalidad en unión a esa nada externa a Él...y esto es una completa aberración.

Como último elemento debemos destacar que hay comunidades conservadoras que en la actualidad aceptan incluir a las mujeres en la cuenta del minián; en tanto que para los reformistas el minián es otro de los usos obsoletos del pasado.

 

Las oraciones de los Servicios

Daremos ahora un breve listado de los servicios de oraciones diarios:

    1. Servicio vespertino (Maariv o Arvit)
    1. Servicio matinal (Shajarit)
    1. Servicio adicional (Musaf) (Shabbat, jaguim, Jol HaMoed, Rosh Jodesh) a recitarse luego de Shajarit
    1. Servicio de la tarde (Minjá)

Esto es basado en el servicio de Ashkenazi, aunque el servicio de Sefaradi tiene una estructura muy similar. Quizás las melodías sean diferentes, o posean algunas variaciones en salmos, himnos, y oraciones.

 

Variaciones del Movimiento a Movimiento

Lo anterior es del siddur Ortodoxo. El servicio de la Reforma, aunque es más corto, sigue la misma estructura básica y contiene versiones más cortas de las mismas oraciones con unos cambios significantes en porte o importancia (por ejemplo, en la Amidá, en lugar de alabar a H’ como el que "da vida al muerto,", alaban a H’ que "da vida a todos", pues no comparten la creencia en la resurrección).

La versión Conservadora es muy similar a la versión Ortodoxa, y contiene variaciones sólo menores en el tono de las oraciones (similar al ejemplo de la Reforma).

Hay unas diferencias significantes en la manera que se dirigen los servicios en los movimientos diferentes:

    1. En el Ortodoxo, se sientan mujeres y hombres en zonas perfectamente separadas y delimitadas de la sinagoga; en la Reforma y el Conservador, todos toman asiento juntos.
    2. En el Ortodoxo y normalmente el Conservador, todas las tefilot estás en hebreo. En Reforma, la mayoría de las mismas se hacen en el idioma vernáculo, aunque están usando el hebreo cada vez más. Entre los Conservadores se usa también las traducciones o lecturas en idioma vernáculo en medio de las oraciones.
    3. En el Ortodoxo, la persona que dirige el servicio se ubica generalmente en medio de la congregación, o en el frente, pero mirando hacia el Arón. En el Conservador y la Reforma, el oficiante enfrenta a la congregación.
    4. En el Conservador y la Reforma se realizan los rezos de forma conjunta y rígida: todos hacen lo mismo al mismo tiempo, se incorporan o sientan al unísono, etc. En tanto que entre los Ortodoxos es algo más libre: las personas rezan como pueden, cada cual a su ritmo, a su forma. Aunque es necesario que se conteste Amén al unísono, o que se responda en los momentos que hay que hacerlo, o rezar la Amidá junto con la congregación, pero, en general, sin que se estipule qué debe rezar quién y cuándo.

 


Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas llegar que son siempre muy bienvenidas.

 

Lic. Yehuda Ribco, Rosh Jodesh Kislev 5759

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