Judaismo conversion Israel Mashiaj Tora Dios amor paz

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 Lic. Prof. Yehuda Ribco (Av 6, 5762 - 15/7/02)

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BeShem H' El Olam

CANON – Hakdashá o jatimá (santificación o conclusión).

                                                                    Yehuda Ribco - Shevat 5760

Canon es una voz griega que significa literalmente 'de medir', en español es sinónimo de 'norma' o 'regla'.

Parece cierto el hecho que la raíz de esta voz se halla en el hebreo, pues derivaría de 'kané', que en sentido figurado equivale a 'patrón de medida' (kané midá).

La palabra canon fue utilizada por vez primera por los padres de la Iglesia católica cuando efectuaron su selección de las escrituras bíblicas, por ellos consideradas de inspiración divina. Pasaron a ser éstas las canónicas en contraposición a las escrituras apócrifas, las ilegítimas que quedaron por fuera de la 'regla' establecida por la Iglesia.

Si bien es cierto que en el Talmud no se conoce este término, parece indudable que es de origen judío el sentido de legitimar ciertos escritos en contraposición a otros.

Es más, el término canon como regla que sirve para dilucidar entre lo santo y lo profano es el fundamento de la misma canonización o santificación que fue realmente hecha.

El pueblo hebreo con el paso de las generaciones fue eligiendo entre los numerosos escritos aquellos que llegaban más cerca de su corazón, elevando su rango y dignidad como 'consagrados', término que en hebreo es similar al de 'santificados'. Los guardaban en santuarios o en las casas dedicadas al culto o el estudio, y con la ampliación de las obras escritas consideradas consagradas, también los iban reuniendo en distintas colecciones.

Este proceder gradual en la consagración, es testimoniado en varios lugares del propio TaNa"J: Shemot 24:7,8; Devarim 31; Iehoshúa 24:27,28; I Shmuel 10:25; II Melajim 22:8 Nejemiá 8:1-8.

Como podemos constatar, ya desde la 'Generación del Desierto' (los salidos de Mitzraim) se comenzó el proceso de canonización, empero, cobró fuerza y dignidad recién en época de Ezra HaSofer.

Entre los hebreos, la necesidad ineludible de distinguir entre categorías de libros se presentó en el momento en que se había acumulado un número considerable de escritos variados, tanto religiosos, como históricos y didácticos, designados antiguamente como "Los libros", y también "Kitvei HaKodesh" o "Escritos Sagrados". La  labor de dilucidar la santidad o no, se comenzó, presumiblemente, en tiempos de Ezra HaSofer (V a.e.c.), y se continuó por espació de vario siglos. La canonización de la TaNa"J entero no quedó terminada, en su forma actual, antes del segundo siglo de la era común. Como vemos, pasaron cerca de 700 años en este proceso. Es que las decisiones que había que tomar no eran sencillas. Sin embargo, dada la imperiosa urgencia de acordar la efectiva santidad de tales escritos, es que la tarea fue asumida con esmero y dedicación por los dirigentes del pueblo, para prevenir la intromisión o introducción de elementos que perturbaran la verdadera raíz ideológica nacional del pueblo judío. No podemos olvidar que los peligros de asimilarse culturalmente a las potencias extranjeras se acrecentó luego del Galut Babel, el exilio babilonio, por lo cual la tarea fue ejecutada con mayor perseverancia.

Los libros que se incorporaron al Canon judío se integran en tres unidades: la Torá (Pentateuco), los Nevihim (Profetas), y los Ketuvim (Hagiógrafos o Escritos Sagrados).

La Torá (que puede ser traducida como Ley o Enseñanza) comprende los cinco libros de Moisés, de ahí sus otras denominaciones, tales como Jumash (los cinco) o Pentateuco, que en griego también refiere al número de tomos que la componen. Según la tradición rabínica, a partir de la era de Ezra, se afirmó que la naturaleza de la misma es por revelación divina a Moshé, por esta causa se constituyó en el núcleo del judaísmo y en su expresión escrita más sagrada. La aceptación de su origen divino fue mantenida fielmente, durante milenios, por la gran mayoría de los miembros del Pueblo judío. El eminente jajam Maimónides dispuso esta afirmación como uno de los principios básicos del sistema ideológico judío. Es más, según el mismo sabio, negar la divinidad incluso de una letra es sinónimo de apostasia. Por lo tanto, para el judío fiel a su tradición TODA la Torá tiene origen única y exclusivament en Dios, siendo Moshé Su escriba.

Los libros proféticos o Nevihim contienen los escritos históricos desde Iehoshúa hasta los Reyes, y los profetas de Ieshaiá a Malají. Muchos de ellos fueron puestos por escrito por obra de los 'Benei Nevihim', las sectas de discípulos de los profetas, aunque también es probable que sea obra de los escribas o de los secretarios de los profetas.

No es extraño el hecho que los samaritanos, de los cuales algunos en alguna oportunidad fueron parte del pueblo hebreo, sólo reconozcan el Jumash y parte del libro Iehoshúa, puesto que los otros libros fueron escritos siglos luego, cuando los sucesos históricos habían conducido a un virtual distanciamiento de criterios y nacional entre los moradores de la Tierra Prometida: judíos y samaritanos.

Por lo cual sabemos que hasta el siglo V a.e.c. la sección de los Nevihim aún no estaba canonizada, pues sencillamente no existía en parte, o se estaba escribiendo. Además, según ciertas indicaciones contenidas en Siraj, la canonización de esta sección, quedó concluida hacia el año 200 a. E. C., aunque hubo quién opinó que la colección se hizo algunas generaciones después de Nejemiá, mientras otros argumentan que se terminó durante el período de Simón II (219-199 a. E. C.).

En los Ketuvim (Hagiógrafos) se hallan reunidos: Divrei Haiamim (las Crónicas), Rut, Tehilim (los Salmos), Yiov, Mishlei (los Proverbios), Kohelet (Eclesiastés o Predicador), Shir HaShirim (el Cantar de los cantares), Eijá (Lamentaciones), Daniel, Ester y Ezra-Nejemia.
La admisión de uno u otro de esos libros como canónicos todavía se discutía durante el segundo siglo de la era común. 
Indicio instructivo respecto de los criterios que la determinaban, ofrecen las dudas formuladas en torno a escritos como Ester, y el Shir HaShirim, a causa de su carácter secular, y Kohelet, cuyo pesimismo eminentemente heleno parecía incompatible con el fundamental principio teológico de la bondad y providencia de Dios, así como de Su constante atención por sus criaturas.
Tanto este último libro como el de Yiov fueron revisados y cuestionados antes de su final canonización.

El orden de los Ketuvim se alteró varias veces, estableciéndose, definitivamente, a la primera impresión del TaNa"J hebreo a fines del s. XV e.c. (El orden del TaNa"J es diferente al de la Biblia editada por cristianos).

EI Canon judío, en conjunto, contiene veinticuatro libros, a saber, los cinco del Jumash, los ocho de los Neviim, contándose los doce Profetas Menores como unidad, y once Hagiógrafos, por lo cual el TaNa"J recibe también el nombre de Esrim VeArba, 'Los veinticuatro'.

Capital importancia tuvo el rey Jizkiau, al ordenar que escribas especializados procedieran a copiar con detalle y esmero los libros que ya habían sido consagrados popularmente (al respecto podemos leer en el primer pasuk, de acápite, del perek 25 de Mishlei).

Cualquier otro escrito de la literatura bíblica, como el libro de los Macabeos, Siraj y demás apócrifos (Guenuzim u ocultos), está considerado como profano y su lectura conceptúase inútil e incluso perjudicial para el vulgo, pues sólo trae la confusión al espíritu piadoso y aflige la carne, tal como los jajamim enseñaron a partir del pasuk que se inserta en el cierre de Kohelet (12:12), que expresa: "Ahora, hijo mío, a más de esto, sé avisado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio aflicción es de la carne" (Es interesante mencionar que en una época el libro Kohelet era el que culminaba la colección del Canon, por lo cual sus palabras finales servían en efecto como cierre al TaNa"J, pero, al variar el orden de los libros, la interpretación tradicional dada al final de Kohelet es el que hemos transcrito). Estos libros declarados prohibidos fueron atribuidos a los falsos profetas, contra los que se ensañaron singularmente varios de los profetas de H', en especial podemos leer lo que dice Iejezkel 13:9.

Por su parte, la santidad de los libros canonizados por los Sabios, reside en la creencia tradicional de que todos sus autores, eran profetas, y así su estudio es cumplir la mitzvá de estudiar Torá, y los textos deben ser guardados en un lugar consagrado, en señal de santidad y reverencia a los mismos.

Historia.

Desde sus comienzos la creencia hebrea aceptaba una comunicación directa entre el hombre y la divinidad. Esa comunicación se hacía al principio por intermedio de los sacerdotes, que manipulaban suertes en un arca sagrada, lo que todavía se recordaba en la época de Irmiá (Irmiá. 3:16), y más tarde por medio de oráculos proféticos. El primero en poner esos oráculos por escrito parece haber sido el profeta Amós (hacia 750 a.e.c.), aunque hay otras profecías y oráculos conservados en el libro de los Reyes. Pese a que los oráculos proféticos fueron considerados de inspiración divina no sólo por el pueblo, sino también por los mismos profetas, sus escritos no fueron canonizados hasta varios siglos más tarde. El mismo TaNa"J indica que las primeras escrituras sagradas eran de origen profético. Moshé aparece como profeta máximo y no como legislador, ni como sacerdote (Devarim 18:15). Los capítulos 5 a 28 de Devarim contienen un discurso profético que Moshé pronunció frente a los Hijos de Israel en la planicie de Moab antes de su deceso.

El primer libro canonizado en 621 a. de la E. C. por acuerdo del rey Ioshía, de la profetisa Julda, de los sacerdotes y del pueblo en general fue el Libro de la Ley, cuyos mandatos fueron inmediatamente proclamados leyes del reino. La parte del Jumash que corresponde a las reformas introducidas, y que por otros motivos se ha identificado con el libro hallado, son los capítulos 5 a 26 y 28 de Devarim (véase Melajim II 23). Además, Devarim (29:20) se califica a sí mismo como 'Libro de la Ley' (Sefer HaTorá). Esa constitución nacional de origen divino fue la primera en ser proclamada sagrada y su canonización la primera en la historia de la humanidad.

De acuerdo a la Crítica Bíblica, y no así a lo que es la fiel tradición judía, el redactor de Devarim era probablemente un sacerdote del Templo de Jerusalén, versado en materias rituales, pero inspirado también por los profetas, como aparece claramente en su doctrina de la deidad, de la religión y de su supeditación de asuntos puramente rituales a los deberes éticos y humanitarios. Es un compromiso entre el ritualismo y el profetismo antirritualista. Al principio, Irmiá Hanaví era partidario entusiasta del nuevo libro y de las reformas de Ioshiau (Irmiá ll,2-8), aunque pronto se hubo de convencer que el mismo carácter sagrado con que fue revestido el Libro de la Ley fomentaba el ritualismo prevalente y anulaba la moral profética. Por eso, Irmiá anunciaba una ley que se escribiría "en las entrañas y en los corazones" (Irmiá. 31:33). Por otra parte, la ley de Moshé codificada, hacia innecesario el profetismo. Devarim era pues a la vez resultado de las enseñanzas proféticas y el principio de su fin. El profetismo se sostuvo todavía durante algún tiempo, pero quedó subordinado a la ley escrita. Un pasaje agregado posteriormente señala ya marcada hostilidad contra los profetas (Devarim 13:2-6).

Con Iejezkel 40-48 y Ieshaiá 40-66, el profetismo es exclusivamente literario. Todavía se encontraban profetas en Ierushalaim en tiempos de Nejemiá, para desaparecer pronto definitivamente en el pueblo de Israel (Tosafot Sota 13,2; Sanhedrin lla.).

La canonización del Libro de la Ley fue sólo el principio de una actividad literaria intensa. Hacia 550 a. de la E. C. Devarim fue incorporado a la historia nacional. En el año 600 aproximadamente, el Libro de los Reyes fue ya arreglado de acuerdo con el espíritu de Devarim. Entonces también el Libro de los Jueces fue reeditado y la historia se completó, para incluir la caída de Ierushalaim en 586 a. de la E. C. Según la Crítica Bíblica, pero no la tradición judía, en vista de la insuficiencia de la legislación ritual, se publicó también el Código de Santidad (Vaikrá 17-26) bajo influencia de Iejezkel (40-48) y la práctica ritual del Segundo Templo (completado en 516) sirvió de base al Código Sacerdotal o P, contenido en el Levítico y otras porciones del Jumash.

Según el cronista (Ezra 7:14), la Ley de Dios fue leída ante el pueblo de Jerusalén en 444 a. de la E. C. Hacia 400, el Jumash fue separado de los otros libros históricos (Iehoshúa, Shoftim, Shmuel y Melajim) y considerado como sagrado. En 250 a. de la E. C. fue traducido al griego (Septuaginta). Por otra parte en 408 a. de la E. C., los judíos del Elefantina (Egipto) parecen haber ignorado Devarim, ya que pidieron permiso para reconstruir su templo destruido en Egipto, pedido que contradice la legislación del último de los libros del Jumash.

La popularidad de los libros históricos y su supuesta conexión con el profetismo, cuyas enseñanzas ilustraban después de un trabajo de redacción deuteronomista, motivó su canonización hacia 200 a. de la E. C. Los libros históricos fueron atribuidos a varios profetas y declarados libros proféticos (II Divrei HaIamim 29:29; II Divrei HaIamim. 9:29; 32:32, etc.).

Los libros de los profetas propiamente dichos eran menos leídos que los libros históricos. Mientras éstos apelaban al orgullo nacional, las exhortaciones de los profetas y sus sombríos cuadros del castigo divino eran poco aptos para levantar los deprimidos ánimos del pueblo, después de la catástrofe de 586, aunque el glorioso futuro pintado en el Segundo Ieshaiá y en Iejezkel volvió a despertar el interés por los libros proféticos. Más aún, se buscaba en ellos augurios para el futuro inmediato, como lo indica la interpolación de Amós (3:7). Zejariá llegó incluso a decir que Dios había manifestado sus intenciones por medio de los primeros profetas, pero que los líderes de su generación no los habían escuchado y por eso fueron castigados (Zejariá. 1:4-6). Obedecer las palabras del profeta es casi un deber religioso (Zejariá. 7:12). Además, gran cantidad de glosas e interpolaciones en los escritos de los profetas anteriores sirvieron para dar expresión al ferviente nacionalismo y al odio al opresor extranjero que animaba al pueblo después de la caída de Ierushalaim. La mayor cantidad de interpolaciones se hicieron en Ieshaiá y en los Profetas Menores. También los Profetas posteriores fueron canonizados hacia 200. a. de la E. C. Ben Sira (180 a. de la E. C.), habla de "la Ley y los Profetas".

El tercer grupo de libros de la TaNa"J, Ketuvim (Escritos) o Hagiógrafos, se compone de 10 libros individuales e independientes uno de otro. Hacia mediados del siglo segundo, después de la canonización de los profetas, la colección de Salmos adquirió carácter canónico y constituyó el núcleo para la tercera parte del canon, que no llegó a establecerse definitivamente hasta unos dos siglos más tarde. La inmensa popularidad del libro Daniel contribuyó a su canonización, probablemente poco tiempo después de su aparición en 164 (1 Mac. 2:59 etc.). Ezra y Nejemiá fueron separados del libro de Divrei HaIamim (Crónicas) y canonizados antes, en vista del gran interés que había por la restauración nacional post-exílica. También Rut y Eijá fueron aceptados sin dificultades, quedando las meguilot Rut, Kohelet y Ester sujetas a discusiones, hasta que el canon se fijó definitivamente en Yavne (90 E. C.).

La aceptación de libros contrarías a la teología oficial por parte de las sectas cristianas y heréticas, aceleró la decisión.


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