Lic. Prof. Yehuda Ribco |
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BeShem H' El Olam |
No recordaba, pero sentía que de cachorro las cosas fueron diferentes.
Quería creer que en esos dulces y lejanos años lo acariciaban a cada instante, cepillaban, amamantaban y divertían.
Cuando creció, sabía que las caricias fueron esporádicas, los juegos en solitario; de tanto en tanto le regalaban una vuelta a la manzana.
Para recibir alguna golosina aprendió un ritual, su cuerpo sabía que debía sentarse, gemir y dar la patita.
Cuando los años encanecieron su bigote, recibía una pobre ración diaria de arroz pastoso con trocitos de carne semiputrefacta, como única comida.
Hasta que la Fortuna le sonrió. En una oportunidad el patrón le pisó una pata, para calmar su conciencia le regaló un fragante trozo de queso. Otra vez, inadvertidamente el amo derramó agua hirviente sobre su fiel can, quien dolido y lloroso corrió a su cucha.
Allí lo consolaron con una presa sangrante y fresca de pollo.
Ahora, busca ansioso el daño, pues, así se siente lleno hasta el hartazgo de pan y amor.
Hellen Camejo
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