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Como reflexión para este gran día,
permítasenos esta pequeña parábola.
"Érase una vez un príncipe
que había pecado contra su padre, el rey.
El rey lo expulsó de su palacio.
Todo tiempo que el príncipe permanecía cerca del palacio
real, los ciudadanos sabiendo que era príncipe, lo veían
con simpatía y le ofrecían alimento para calmar su hambre
y agua para mitigar su sed.
Mas al transcurrir los días el príncipe alejóse del
hogar paterno, internándose en el interior del país, hasta
que se tornó desconocido ante los ojos de los ciudadanos y empezó
a carecer agudamente de alimentos.
Entonces empezó a vender sus ropas y con el producto de la venta,
compróse alimentos.
Cuando ya no le quedó nada más para vender se dedicó
al pastoreo trabajando como asalariado. Una vez dedicado a este tipo de
labor ya no experimentaba la falta de nada, pues realmente no necesitaba
nada. Solía sentarse en las laderas de las montañas y apacentaba
las ovejas cantando, tal como lo hacían los demás pastores,
hasta que llegó a olvidar que era un príncipe y desvinculóse
de todos los placeres que antaño formaban parte de su vida.
Como quiera que los pastores suelen cobijarse de la lluvia e intemperie,
bajo un precario techo de heno, intentó el príncipe hacer
lo mismo, mas ni siquiera eso logró hacer, y grande fue su angustia.
Aconteció una vez que el rey recorría
aquella provincia. Su costumbre era que todo aquel que tenía alguna
petición la escribiera y la arrojaba a la carroza real.
El príncipe también vino con los demás peticionarios
y arrojó también su deseo que consistía en un pequeño
techo de heno como tenían los demás pastores.
El rey reconoció la escritura de su hijo y quedó profundamente
acongojado al saber que su hijo había caído tan bajo hasta
el punto de olvidar que era príncipe, notando únicamente
la falta de un precario techo de pasto reseco.
Lo mismo ocurre con nuestra gente, ya han olvidado
que cada uno es hijo del Rey, y han olvidado sus verdaderas necesidades.
Uno clama diciendo: "¿De qué viviré?" El
otro clama porque no tiene hijos, pero en verdad, ninguno de nosotros nota
la carencia de todas nuestras delicias que antaño poseíamos.
Todos olvidan el orar por esto."
(Extraído de "Darje HaJaim")
Quiera H' que se cumplan nuestros ruegos, y que
éstos sean en la senda de la Teshuvá, del arrepentimiento
y del retorno a lo original y verdadero, tal como reza el Majzor:
"Ascienda pues, hasta el Torno de Tu Gloria,
el gemido de los que te imploran.
Torna en realidad los deseos de Tu pueblo, que proclama Tu unicidad.
Pues Tú oyes las oraciones de los que a Ti retornan."
Ketivá VaJatimá Tová
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