Probable proyecto:

La enseñanza de Torá

en la época de

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.. Durante siglos, y tras la desastrosa expulsión de los judíos de su patria y la destrucción del segundo Beit HaMikdash, la enseñanza y la aplicación de la Torá a la vida del judío no representaba un supremo reto interiorizado.
Cada cual seguía lo que su sentido le indicaba, y este sentido, que era común a la mayoría de los sujetos en líneas generales, estaba soportado por un contexto cultural (y al decir cultural incluyo todo lo que hace a lo económico, social, político, etc.) que le aseguraba al sujeto la perpetuación de su identidad nacional, así como familiar.
Es decir, quien nacía judío, moría (la mas de las veces), y viva como judío.
Y sus hijos a modo similar. Y cuando vivía como judío, queremos decir como observante de las mitzvot, como ser integro y total adecuado a las limitaciones halájicas, y al espíritu hagádico.
Y no es con ánimo idealizador que planteamos esta imagen prístina del ser judaico, sino precisamente con el convencimiento inherente a la cuasideterminacion cultural, desprovista de critica (en el sentido de Foucault, Deleuze o Guattari), en la cual se vivía y se sobrevivía.
A pesar de las presiones externas, de las compulsiones antijudaicas, de la clandestinidad en la cual muchas veces se refugiaba el nefesh yehudi para sobrevivir (hablando principalmente de los europeos y los posteriores advenedizos americanos), no fue sino hasta la Iluminación, con la consecuente graciosa obtención de los derechos de igualdad para confraternizar con las naciones, que los conflictos acerca de la asunción de la propia identidad judía fueron extendiéndose por todo lo largo y ancho del nuestro pueblo.
Las revelaciones de Sinaí eran desatendidas, enfrascados los oídos judíos en las disputas internas y externas, en la afanosa prosecución de las nuevas metas del mundo: la riqueza mercantilista, el bienestar burgués, el afectado sentimiento de refinamiento epicúreo, la estupenda alegría de vivir los bienes del momento.
Los viejos modelos dormían su virtual agonía. Mientras que la pujanza del pueblo de "dura cerviz" se involucraba con los nuevos paradigmas: la ciencia, la cientificidad, las profesiones liberales, los emporios económicos, las bellas o no tanto artes, las nuevas religiones de la oquedad y el vacío de contenido, el zen, el tranta, mantra, rock, cocaine…

El retorno de Ashera y de Baal, son evidentes en el tipo de vida, llamado, a nuestro parecer erróneamente, materialista.
Pero el, a primera vista, inimaginado renacer de Molej parece incomprensible. Porque, ¿que padre racional y alejado de las tinieblas lóbregas del esclavista estilo de vida judío, puede quedar embelesado por los aun mas oscuros cuanto siniestros susurros punzantes de las llamas calcinantes, devoradoras, que surgen incólumes de esta maléfica deidad devoradora de niños recién nacidos?

Y es aquí precisamente en donde el psicólogo judío, y el educador judío pueden centrar sus líneas de ataque. El llegar a atisbar una solución a este misterioso afecto por el dios pagano, podría acudir en auxilio de aquellos que reiterada y solícitamente cuestionan: ¿por que la apatía de los alumnos en participar en materias judías? ,o, ¿por que tras varios años de educación judía no se ven en los alumnos los resultados esperados?, o, ¿como explicar la contradicción entre la escuela y el deseo de los padres?

El pretender hallar soluciones ha sido y es parte del esfuerzo mancomunado de aquellos entre nuestro pueblo que se niegan al suicido nacional, a la erradicación de los descendientes de Israel, al genocidio a mano propia ideologico-colectivo.
Sin embargo, y carente de la información certera que me permita fundamentar esta hipótesis, las soluciones son parciales, ineficaces, carentes de efectividad, porque no apuntan precisamente a atacar el problema en su multivocidad, en su complejo advenir.
Entonces, están aquellos (que en terminología cristiana diríamos) buenos samaritanos, que se esfuerzan en publicitar las fascinantes maravillas de nuestra historia y tradición.
O aquellos nobles quijotes que luchan con sus palillos (en forma de mezuzot o sifrei Torá, o aun de conservadurismo) frente a las agitadas convulsiones de la (pos) modernidad.
Y aquellos que sabiamente (a su entender) endilgan responsabilidades a padres, y/o a educadores, o a sistemas nacionales, o a culturas y contraculturas.
Están esos otros que se alejan de las fuentes manantes del judaísmo pero con la intención de (dicen) retornar con mas vigor y nuevos ímpetus, disfrazando los shiles como iglesias, a los ordenados rabinos como ministros y a los cultos como manifestaciones artísticas plétoras de belleza, pero carentes de sentido pleno.
Hay aun, (ya que entre nuestra nación la variedad es paradigmática) aquellos que embadurnados en (seudo) misticismo aprovechan el desconcierto y el descarrío de los titubeantes para encaminarlos por sendas de lujuriosa magia llena de vacío.
Y la lista continua…
Pero, los esfuerzos, correctos o incorrectos (y de acuerdo a que sistema axiológico), duraderos o efímeros, conscientes o atropellados, vanos o elevados, etc. parecen no encontrar el centro del problema.

Como mencionamos, y quizás sea el punto neural del proyecto, el problema es tan complejo que debe involucrar un estudio y una actitud, mas una acción netamente interdisciplinaria, en la cual no solo lo codificado por las ciencias, o por las estadísticas, o aun por la halajá, por si solo pueden funcionar.
El poder de Molej (que lo tomamos como la metáfora de los padres entregando a sus hijos al fuego impurificante de la degradación moral, y en lo que nos aqueja como educadores, desvalorización de lo judaico), no esta en su fuego (que en ultima instancia mano de la mano de un mortal); ni en su terrible imagen; sino mas bien en el componente imaginario.
¿Que queremos decir con esto?
Molej por si sólo es hierro o barro o excremento, el poder de Molej reside en los hombres que permiten que las tiernas carnes de sus hijos se chamusquen y desaparezcan en el. Es el imaginario de las personas el que le confiere el poder al Destructor. Y este imaginario, obviamente, es no patrimonio pero sí terreno apropiado para el psicólogo, y máss aquel familiarizado o próximo al conocimiento psicoanalítico; pero en una óptica diversa, es territorio de irhe shamaim.
Porque a manera de hipótesis, que en este momento no creo apropiado fundamentar, este nivel imaginario esta sustentado en una insaciable sed por Hashem. Es este Deseo por el Eterno el que mueve el motor de las fértiles imaginaciones humanas.
Lamentablemente y tal cual leemos en la Torá (Ki Tisa), los seres humanos abandonan pronto la santidad de sus vidas, y en un esfuerzo quizás fiel, pero sumamente errado, erigen ‘Agalim, becerros, no con la intención de ignorar a H’, sino precisamente porque no saben, no pueden hallarlo por intermedio de los caminos acertados. Es decir, y sin ánimo de justificar esta iconofilia, cuando dice Elohei maseja lo ta’asu lajem, quizás esta indicando que no pongamos máscaras sobre H’, no lo escondamos detrás de ídolos, porque corremos el riesgo de atesorar la cáscara y perder el rico contenido.
Y también, no hagamos de nuestra búsqueda o adoración divina una máscara, ni de pietismo (jasidut) ni de paganismo (‘akum).

¿Como concatenar estas hipótesis exegetas con el evidente punto conflictivo de la educación?
Es precisamente en este trabajo de ligar ideas y recursos que se podría centrar un proyecto de trabajo. Las bases teóricas o quizás metafísicos están ya apenas esbozadas, pero no olvidamos que la práctica y la puesta a punto de sistemas que se adecuen a los requerimientos reales son los fundamentos materiales de cualquier proyecto. Es decir, no con ensoñaciones o cuasi delirios paranoicos referidos a dioses antiguos es desde donde partimos, sino de la cruda, muy cruda realidad.
Pero, si obviamos las múltiples valencias de la misma, caemos nuevamente en el error irremediable, en el circulo de la asimilación. Y lo terrible de esta es que a pesar de no estar instituida, produce efectos netamente instituyentes.
Es la institución de la asimilación que opera disolviendo los lazos antiguos de nuestra nación.
Pero tal como apuntáramos acerca de Molej, el poder de la asimilación no esta ni en ella (que en si misma es tan solo un concepto desprovisto de existencia real), ni en los que la propugnan o como ideal de meta judía, o como tumba del estigma judaico.
El poder de la asimilación estriba en el judaísmo.
El problema es ¿que judaísmo pervive en el pozo vacío y sin agua?
Nuestros jajamim afirmaron que todo judío, hasta el más desvergonzado, hasta el último instante de existencia es pasible de retornar a La Fuente. Nuestro racional sistema de pensamiento, nuestras academias estilizadas occidentalmente, nos semitapan la visión de que la dimensión del espíritu permanece inexplorada. Aun para el jasid, aun para el datí, el frime, el observante, lo espiritual (hablamos generalizando toscamente, esperamos se disculpe esta gracia literaria) es cosa de ritual. Y es aquí nuevamente en donde la confusión destella y resplandece. Y observamos al observante que observa con desagrado al que se aleja de la halajá; cuando quizás su misma dimensión espiritual esta apartada de la esencia de la Torá.

A modo de conclusión eventual, en la era en que se espera los resultados al instante, en el cual Pentium de 75mhz es lento, y 32 mega d RAM es nada, los modos de vida judíos tienen el potencial de vibrar con el vigor que solo en contadas ocasiones lo hizo en el pasado.
Es quizás el momento en el cual soñaron los videntes del pasado, en el cual la Luz de la Torá brillaría hasta los confines del mundo, y en el cual el Conocimiento seria el arma de paz.
Lo lamentable es que los portadores de la llama duermen la siesta de los perezosos, o juegan a huir por las veredas del Internet, o a esquizofreinar la existencia. En una aventura de descubrimiento, el judío, aun el más apartado del termino judío, exige reencontrarse a si mismo. Y sin maniqueísmo, ni reduccionismos, ni disociaciones, el espíritu esta implorando por zafar del tenaz abrazo de la materia, para que el equilibrio pueda retornar, como en los días edénicos.

Lo importante, y lo que se circunscribe a un programa para educadores diaspóricos, es que nosotros tenemos la oportunidad, el momento, la chance de apropiarnos de los mensajes del pasado, para resignificar el presente en pos del futuro. Es el tiempo indicado para cortar la podredumbre mortal del cosificante retorno de lo pasado, para introducir el cambio.

Y, paradójicamente, el cambio no es reformismo, sino judaísmo.

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Yehuda Ribco

Darjey Noam - Abril 1997 / Nisán 5757

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