Astucia para la vida

Un señor va a conocer África y lleva a su perrito. Éste se distrajo y sin darse cuenta terminó perdido en mitad de la jungla.
No conocía el lugar, el millón de olores lo confundía, así que no tuvo mejor cosa que hacer que aventurarse para ver si encontraba una manera de volver con el dueño.
En eso, encontró un montón de huesos y se puso a mordisquearlos, como buen perro. De repente vio a una pantera que se lanzó hacia él.
El perrito se dio cuenta de que no tenía mucha chance contra ese monstruo enorme. Ya había enfrentado a varios gatos de la calle, y este decididamente era un gato con esteroides. Reconoció rápidamente que él no era tan fuerte, ni rápido, ni conocía los escondites secretos, ni siquiera tenía algún amigo que le diera una mano.
Pero el perrito tenía una gran creatividad y muchas ganas de vivir, entonces cuando la pantera estaba cerca él lanzó un grito triunfal, lleno de poder: “¡Qué rica pantera me acabo de comer! Pero, ¡me quedé con hambre!”.
La pantera escuchó y entendió. No conocía qué animal era ese, nunca había visto uno así, entonces imagina que será una especie de demonio o vaya uno a saber. Llena de terror se para en seco, da media vuelta y sale caminando despacito para el otro lado, bien suave para no hacer ruido y que la bestia asesina lo descubra. ¡No sea cosa que termine siendo el postre de un devorador de panteras!
Un mono presenció toda la escena, y vaya uno a saber porqué salió veloz a buscar a la pantera.
Le contó cómo había sido engañada por el perrito, que los huesos ya estaban ahí, que ese era un animalito doméstico, que no era un contrincante contra la formidable pantera.
Mientras la pantera escuchaba le iba subiendo la presión, cada vez se enojaba más. Entonces subió al mono a su lomo y fueron ambos a darle una tremenda paliza a ese perro pillo.
El perrito los ve venir, se imagina qué está sucediendo, siente que el miedo está por vencerlo esta vez y que será su fin. Pero no permite que el lado oscuro triunfe, sino que les da la espalda a los enemigos, se sienta tranquilo y cuando escucha que están cerca grita como ansioso: “¿Qué habrá pasado con ese mono tonto que mandé hace media hora a buscarme una pantera para que me la coma y todavía no regreso? ¡No se puede confiar en nadie hoy día!”.
Al escuchar la pantera esto… ¿qué creen que hizo?

En la Torá se nos dice:

«Mira, pues; yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición»
(Devarim/Deuteronomio 11:26)

El mensaje de la Torá está muy claro, a cada instante tenemos ante nosotros que elegir qué queremos para nuestra vida, y para los que nos rodean.
¿Queremos estar bien, en paz, felicidad, todo lo bueno?
¿O vamos a escoger la ruta del conflicto, de la queja hueca, del reproche, del malestar?
Cada minuto, casi cada segundo, tenemos que tomar una decisión de la cual no sabemos cuál será el resultado final.
¡Tampoco es que dependa de nosotros el resultado!
Porque hay infinidad de factores que intervienen en cada situación, de la inmensa mayoría no tenemos control y hasta ni siquiera somos conscientes de ellos.
Pero si tenemos que estar conscientes de este momento, de lo que está pasando aquí y ahora, para que podamos optar por la mejor de las opciones de acuerdo a lo que es nuestra actual perspectiva.
¿Se entiende?
Ahora es el momento de decidir, antes de que se juegue el partido, y no podemos reprocharnos con el diario del lunes, con el resultado a la vista si la decisión tomada con toda buena fe, con inteligencia, con responsabilidad no fue la que aparece como la mejor.

Entonces, ¿qué tenemos para hacer?
Depende de cómo interpretamos la situación y por tanto lo qué decidimos hacer.
Podemos dejarnos vencer por el miedo y la desesperanza, entonces gana la maldición.
O, hacemos algo realmente creativo. Vemos en qué estamos, con qué herramientas contamos, cuáles son nuestras posibilidades, pedimos ayuda al entorno, rezamos, confiamos en nuestra capacidad y ponemos una enorme confianza en que Dios va a darnos una mano y entonces nos entregamos a la tarea constructiva. Nos ponemos a hacer lo que está a nuestro alcance, estando conscientes de que estamos haciendo lo mejor posible y con toda la mejor buena onda, esperamos que el resultado sea el más feliz. Sea que al final triunfemos o no, en verdad hemos triunfado. Porque no fuimos derrotados por nuestra imaginación negativa, ni nos dejamos convencer por la falta de confianza, ni abandonamos la cancha de juego antes de siquiera empezar a jugar el partido.

Hay dificultades, hay monos que nos hacen trampas, hay gente que querrá perjudicarnos, hay panteras que quieren comernos, problemas gracias a Dios no faltan.
Pero tenemos en nuestras manos, corazones y mentes que son claves para iluminar hasta la más oscura de las noches.

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