Caminante hay camino y lo tienes que andar

«אִם־בְּחֻקֹּתַ֖י תֵּלֵ֑כוּ וְאֶת־מִצְו‍ֹתַ֣י תִּשְׁמְר֔וּ וַֽעֲשִׂיתֶ֖ם אֹתָֽם:
‘Si andáis según mis estatutos y guardáis mis mandamientos, poniéndolos por obra,»
(Vaikrá/Levítico 26:3)

«ה־אָמַ֞ר יְהוָ֣ה צְבָא֗וֹת אִם־בִּדְרָכַ֤י תֵּלֵךְ֙ וְאִ֣ם אֶת־מִשְׁמַרְתִּ֣י תִשְׁמֹ֔ר וְגַם־אַתָּה֙ תָּדִ֣ין אֶת־בֵּיתִ֔י וְגַ֖ם תִּשְׁמֹ֣ר אֶת־חֲצֵרָ֑י וְנָֽתַתִּ֤י לְךָ֙ מַהְלְכִ֔ים בֵּ֥ין הָעֹֽמְדִ֖ים הָאֵֽלֶּה :
–Así ha dicho el Eterno de los Ejércitos: ‘Si andas en mis caminos y guardas mi ordenanza, tú también gobernarás mi casa y guardarás mis atrios; y yo te daré libre acceso entre éstos que están de pie. (8 / 14919)»
(Vaikrá/Levítico 26:3-3:7)

¿Por qué se use el verbo lalejet (andar, ir) para dar a entender el cumplimiento de las reglas de vida de origen espiritual?
¿Por qué se ha decidido que esas reglas sean conocidas como halajot, que precisamente viene de lalejet?

Por otra parte, comparemos con:

«וַֽיַּעֲמֹד֙ מַלְאַ֣ךְ יְהוָ֔ה בְּמִשְׁע֖וֹל הַכְּרָמִ֑ים גָּדֵ֥ר מִזֶּ֖ה וְגָדֵ֥ר מִזֶּֽה :
Entonces el enviado (ángel) del Eterno estaba parado en el sendero entre las viñas, el cual tenía una cerca a un lado y otra cerca al otro lado.»
(Bemidbar/Números 22:24)

La cuestión es la siguiente.
El ser humano es el único que tiene libre albedrío, es decir, tiene la opción de elegir entre escoger lo que es bueno o lo que es malo.
Los animales no pueden hacer así, ya que siguen un patrón de conducta férreo formado por instintos. Cuando están bajo el dominio del hombre pueden estar entrenados y entonces cuentan con una segunda naturaleza, tan irreflexiva y automática como el instinto, que los mueve a actuar sin una libertad racional y emocional para escoger.
Algo similar acontece con los emisarios celestiales, los ángeles (entre los que se incluye, obviamente, al Satán), los cuales son creados para cumplir determinada función pero no cuentan con un sistema que les permita elegir entre el bien y el  mal. Actúan según han sido programados, pudiendo escoger métodos, pero no evaluar el bien o el mal y optar en consecuencia.
Pero el humano es el único ser dinámico, pues es NESHAMÁ (Yo Esencial, espíritu, chispa de la Divinidad). Este dinamismo es lo que le posibilita escalar con su Yo Vivido hacia alturas maravillosas, o desbarrancarlo y convertirlo en oscuros bocetos de lo que podrían haber llegado a ser.
En palabras del inspirado salmista:

«אֲֽנִי־אָ֭מַרְתִּי אֱלֹהִ֣ים אַתֶּ֑ם וּבְנֵ֖י עֶלְי֣וֹן כֻּלְּכֶֽם :
Yo os dije: ‘Vosotros sois Elohim (dioses, poderosos, eminencias); todos vosotros sois hijos del Altísimo.’
אָ֭כֵן כְּאָדָ֣ם תְּמוּת֑וּן וּכְאַחַ֖ד הַשָּׂרִ֣ים תִּפֹּֽלוּ:
Sin embargo, como un hombre moriréis y caeréis como cualquiera de los gobernantes.’»
(Tehilim/Salmos 82:6-7)

Tenemos en nosotros el ADN sagrado, que nos permite ser dioses, actuar como Dios, con dominio, creatividad, libertad de elegir entre el bien o el mal.
Pero tenemos también el ADN animal, que nos limita, en todos los aspectos, entonces morimos, tropezamos, caemos, etc.
Esta es la naturaleza del hombre, que no comparte ni con animales ni con ángeles.
Ellos en este aspecto son quietos, parados, petrificados; en tanto que nosotros somos cambiantes, andamos.

Así pues, la importancia de aprender a andar, conocer las reglas que componen el código ético/espiritual, para que la versión de nuestro Yo Vivido sea la mejor posible, en un estupendo reflejo del Yo Vivido.

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