Des-Aprender

La Real Academia indica que aprender es:

  • Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
  • Concebir algo por meras apariencias, o con poco fundamento.
  • Tomar algo en la memoria.

Es una actividad que vamos haciendo desde el comienzo de nuestra vida, se supone que se continúa hasta el momento de la muerte.
Pero, esa suposición no suele confirmarse en los hechos.
Más temprano que tarde dejamos de aprender.
Nos quedamos aferrados a aquello que creemos, conocemos hemos experimentado, recordamos o nos parece recordar.
Nos dicen quien somos, que somos, como debemos comportarnos, que creer, que pensar, que no pensar, que sentir, como vivir, a que aspirar, recibimos mandatos a los que convertimos en mandamientos, en patrones de conducta inmutables. Luego damos vuelta en torno a los mismos ejes, una y otra vez repitiendo, volviendo a situaciones que ya hemos experimentado o que son muy similares. Sostenemos nuestros disfraces, los variamos apenas, y con mucha suerte. Seguimos por la ruta que nos han trazado, incluso cuando nos suponemos rebeldes que rompemos los esquemas.
Seguimos presos de los aprendizajes, de esas ideas, creencias, deseos, temores, sentimientos, mascaradas, personas, aprendizajes.

Dejamos de aprender y damos todo por sentado.
Ya no hay más preguntas, sino solamente respuestas prefabricadas, las que encajamos a como dé lugar.
Cuando se nos presenta algo que quiebra nuestro esquemas, lo tratamos de acomodar rápidamente, hacerlo comprensible de acuerdo a lo que sabemos, manipularlo hasta que se comporte según nuestra “imagen y semejanza”. Es intolerable lo que está realmente por fuera de ese marco estrecho de nuestro aprendizaje adquirido. Es peligroso, porque nos muestra inoperantes, en impotencia.
Se lo acomoda o se lo desaparece de la conciencia, sea por olvidarlo, apartarlo, negarlo, lo que fuera con tal de que no perturbe.
Preferimos la oscura celdita mental, con nuestros aprendizajes encajonados, sin novedades, sin sorpresas, sin preguntas, nada que altere la falsa calma, la falsa seguridad, la falsa estabilidad.
Porque estamos presos, enfermos, en una existencia vacía, sin embargo nuestro sentimiento de impotencia es terrible por lo que nos creemos poderosos para no hacer caso de razones, o absolutamente incapaces por lo que no valen de nada las razones. Como sea, prevalece el sentimiento de impotencia, la nulidad de nuestro ser.

Por supuesto que esto es aprovechado por todos aquellos que hacen su negocio a partir de nuestra debilidad y consiguiente desesperada búsqueda de salvación. Sean líderes religiosos, políticos, partidarios, grupales, comunales, todos los que se creen con autoridad y nos someten a sus designios. Se encargan de fortalecer nuestra necedad, oscurecernos aún más en nuestra ceguera. Las preguntas son peligrosas, corrompen, porque pueden llevar a la libertad o al menos a un atisbo de conciencia. Entonces, prohíben las dudas, condenan al que piensa por fuera del rebaño, cancelan la opción de la divergencia, se niegan a responder cuando son increpados, son amos de sus sectas con poder “divino”, sin que nadie tenga derecho ni capacidad como para cuestionarlos o siquiera comprenderlos en sus acciones.
En algunas ocasiones estos amos de la nada son más astutos y procuran que estemos sumergidos en la ignorancia, nos enseñan a ser ignorantes activos. “Aprendemos” lemas, memorizamos párrafos, repetimos con fidelidad solamente aquello que el pastor (el clérigo de la religión, secta, grupo que sea) nos enseña, y a eso llamamos “aprender”.
Si nos falta el pastor, nos entra la confusión, caemos en el caos, no sabemos qué hacer. Por ahí seguimos andando por la senda marcada, con absoluta falta de integridad, con apego inmoral al que ya no está a la cabeza. O buscamos con desenfreno a otro pastor, otra congregación de fieles, otros lemas, otras banderas, algo para hacernos sentir alguien. No podemos vivir en la duda, en la interrogante, en la soledad del que busca la verdad y construye shalom. Preferimos el abrazo falso, la risa mentirosa, la palabra hueca, la enseñanza podrida con tal de no estar fuera de la celdita mental que llamamos “yo”, “mi vida”.

Es necesario des-aprender.
Sacar la mugre de la mochila que pesadamente cargamos a nuestras espaldas.
Quitar lo inútil, borrar la memoria, hacer lugar, librarnos, tirar por la borda, y lavar y limpiar y hacer brillante nuestra mente.
Des-aprender es un paso esencial antes de estar en condiciones de aprender realmente.

Te propongo que me ayudes a formar una lista de cuestiones que debemos ir des-aprendiendo para de a poco irnos constituyendo en personas saludables, en lo que significa en verdad ser un constructor de shalom.
Nuestro pasado es diferente, cada uno carga su propia mochila, con sus propias cuestiones, sus aprendizajes, las cuestiones que debe hacer desaparecer conscientemente o las que ha de modificar para convertirlas en experiencias provechosas.
Pero, igualmente tenemos cosas en común, similares, que podemos compartir aquí para irnos dando una mano mutua en nuestro crecimiento.
Por ejemplo, un amigo de este hogar expuso lo siguiente en otro de nuestros posts:

  • A des-aprender que la Biblia sea indispensable para los noájidas: la religión de la cruz siembra el terror que sin las escrituras ‘sagradas’, el hombre no tiene rumbo -incluso yo, que no pertenecí a sectas o ser prácticamente de la tradición religiosas de mis padres, lo llegué a creer-.
  • Des-aprender que existe una entidad maligna que le hace travesuras al Creador y a las creaciones.
  • Des-aprender que no podemos levantarnos de pie y caminar por sí solos.

¿Me ayudas?
Gracias… por ayudarTE…

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