El idioma de tu tiempo

"El que sigue la justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra."
(Mishlei / Proverbios 21:21)

En nuestros idiomas usamos los tiempos para conjugar los verbos (en el indicativo).
”Estoy comiendo”, en el presente.
”Estaré comiendo” o “comeré”, en el futuro.
”He comido” o “comí”, en el pasado.
Hasta donde sé, en hebreo, inglés, francés, italiano, alemán, idish, portugués, también es así (si conoces otros idiomas que cumplan esta regla, puedes añadirlos en los comentarios).
Te estoy comentando algo poco interesante, ¿no es cierto?

Permíteme que te sorprenda (eso espero) a continuación.

El lenguaje estructura nuestro pensamiento y delimita nuestros sentimientos.
Tendemos, entonces, a elaborar un mapa del mundo (interno y externo) en base al mismo.
Por ello, en buena medida, se marca profundamente la temporalidad en nuestra mente.
Aquí es el presente, allá está el pasado, y acullá el futuro.
Son como compartimientos estancos, donde uno necesariamente no es el otro.

Pero, si te preguntara cuál es con exactitud el momento presente, ¿podrías asirlo y mostrarlo?
Porque, cuando te pones a reflexionar sobre el tema, el presente es un instante, fugaz, veloz, sin sustancia. Ese segundo que llamo “ahora”, ya es pasado al terminar la palabra. Ese futuro que parece estar adelante, pasó veloz y como un rayo se hizo presente para convertirse de inmediato en ocurrido.
Entonces, es como si el presente en realidad no existiera más que como una idea, o como una sucesión de tiempos que no son precisos en su definición. Un umbral borroso que toma porciones de ayer y mañana para conformar este hoy que sentimos como “aquí y ahora”.

Según muchas escuelas de pensamiento y acción (algunas de las cuales lejanas de la senda espiritual), debemos vivir a pleno el aquí y ahora (a nosotros también nos parece una buena postura de vida).
Se plantea que de esta manera evitamos el sentimiento de culpa y remordimiento por el pasado, así como la angustia y miedo por el futuro, ya que uno está sumergido completamente en este tiempo, sin lazos que lo perturben. Ese es el ideal.
Disfrutar el presente, hacer todo lo bueno que está a nuestro alcance en este momento, corregir hoy sin nublarse en tiempo que no existen, porque fueron o serán, pero no tienen sustancia real.  

Pero.
¿Viste que el presente es eso que pasó antes de siquiera percibirlo?
Entonces, ¿cómo hacer para vivirlo plenamente si es una sombra sin sustancia?
Esta idea ya bloquea el disfrute del momento. Porque, según mencionamos, en nuestras sociedades lingüísticas se hace dificultoso vivir el presente, porque es un cajoncito pequeño que está apretado entre la mole pretérita y la del porvenir.

Otra contrariedad que se podría plantear al “presentismo”, sería que uno se podría creer irresponsable, tanto por lo que hizo como por lo que le corresponde para más tarde. Si solamente importa el presente, ¿para qué perturbarse con corregir el pasado, pedir perdón, reparar el daño, o prever para mañana, ahorrar, ser cuidadoso de no dañar al prójimo o al ambiente, etc.
Y lo vemos en la vida cotidiana. Gente que se hace de unos pesos y los destina a insensibles placeres pasajeros, satisfacer al EGO, para luego sufrir de penurias o desprecio. Naciones embarcadas en obtener ganancias abultadas, a cosa de erosionar el ecosistema. Personas que llevan una vida procaz, descuidada, perezosa, como si el lema fuera “vive ahora que mañana no sabes si estarás vivo”.
Es ciertamente una crítica importante, que en unos párrafos trataremos. Pero desde ya podemos afirmar que ésta manera irresponsable, sin previsión, desprovista de compromiso, no es la manera acorde de vida para quien desea seguir por la senda espiritual. La senda del espíritu incluye el deleite de lo permitido, pero también el apartarse de lo prohibido, el sano egoísmo que conlleva la solidaridad real; un presente que no cierra el futuro (ni en el acá ni en el más allá), sino que lo llena de sentido y mayor posibilidad de placer. Sin dudas una propuesta integral, saludable, arraigada, pero que no es sencilla de realizar.

Ahora, volviendo a la reflexión del lenguaje y su estructuración del pensamiento.
Hablar nuestros idiomas en cierta medida condiciona la posibilidad de vivir el aquí y ahora satisfactoriamente, puesto que la mente estaría pendiente de los otros tiempos, como si hubiera que hacer un esfuerzo y dedicarse a enfocarse en este pedacito de tiempo que estamos experimentando.
Más que dejarnos fluir, podría sentirse como zozobrar en una barcaza chiquita en una rápida corriente que fluye a nuestros pies.

Probablemente pensemos que así ocurre para todas las otras personas.

Pero, existen idiomas en los cuales no hay conjugación temporal de los verbos.
El verbo no se conjuga y es igual en todos los tiempos y para todas las personas.
Por ejemplo, el chino mandarín (del cual puedes ver un poco más aquí).
(Si conoces algún otro idioma, actual o en desuso, con similar característica, por favor coméntalo aquí debajo, es bueno aprender y compartir).
En chino mandarín uno dice “yo comer” (en chino, claro suena mejor) y de acuerdo al contexto se reconoce el tiempo de la acción, ¿y si no se reconoce?
Habría que preguntarle a alguno de los centenares de millones que hablan este idioma, y estructuran sus pensamientos con él, cómo se manejan. A nosotros nos puede resultar bastante extraño, un poco impensable. Obviamente que saben y usan el pasado, presente y futuro, pero no precisan hacer la distinción obligatoria cuando se comunican.
¿Y para qué nos sirve todo esto?

Resulta interesante añadir que hay un estudio de Keith Chen, de la Escuela de Negocios de Yale, en el cual se analizaron datos de decenas de países, al respecto de hábitos saludables, previsión monetaria y cuidado de la salud.
Uno tendería a suponer que la gente mentalizada a compartimentar el tiempo, pasado-presente-futuro, estaría mejor preparada para el futuro. ¿Por qué? Porque lo tienen visualizado como un tiempo en sí mismo, demarcado precisamente en la conjugación del verbo, ya que obligatoriamente lo usamos al hablar.
Pero, no es así.
El estudio revela que entre la gente que emplea lenguas que tienen conjugación según tiempo referencial, como nosotros, hay 30% menos disposición a ahorrar dinero o a establecer pautas de vida saludables que ayuden a un mayor bienestar en el futuro.
Es decir, si hablas en mandarín y por tanto piensas según su estructura, no estás encadenado a una línea del tiempo mental, sino que vives el tiempo como un todo, lo cual te llevaría a tener mayor conciencia de tus actos y su influencia en el porvenir.

Para ellos, vivir aquí y ahora de forma fluida podría ser lo que hacen “naturalmente”, al menos a partir de la conjugación verbal y de cómo ésta estructura el pensamiento.
Tienen integrado en su pensamiento que el presente es parte del pasado y del futuro. Todo es parte de lo mismo.
Por tanto, cada toma de decisión ya tiene incorporada la previsión sin por ello angustiarse, o sin por ello dejar de ser precavidos.

Recuerdas que mencionamos una crítica que habitualmente se hace a la postura del presentismo, que dice que lleva a la imprevisión, al deleite inconsciente que no toma en cuenta los resultados y resulta en una vida posterior plagada de penurias, carencias, necesidades que no se satisfacen por falta de los recursos que fueron malgastados en un alocado vivir el presente. Este reproche se podría sustentar en las conclusiones de la investigación de Keith Chen.

Por nuestra parte, consideramos que la manera correcta de vivir en el aquí y ahora es la que toma el presente como una sucesión constante y no un cuadro suspendido en el vacío. El presentismo no debiera amparar el malestar, el ser injustos, apartarse de la senda del bien, derrochar ahora sin considerar las consecuencias, quebrar los reglamentos, etc., porque en ese caso entonces no estamos ante una forma adecuada de vida, sino ante otra manifestación del EGO.

El presentismo armonioso con lo espiritual no borra el recuerdo, ni quita la responsabilidad, ni nubla la perspectiva, ni obtura la previsión; sino que instruye a una vida enfocada en el presente, que toma en consideración el pasado para realzar nuestra vivencia actual (por medio de sus enseñanzas, con el mérito del arrepentimiento, etc.), y sostiene un lazo provechoso con el futuro, no de temores, engaños o similar.

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Que interesante. El hacer del presente el único tiempo para la experiencia humana no es solamente una idea, o una actitud forzada; sino que todo un proceso de educación, comunicación y concientizacion.

lissett

Que tema tan intresante. Tengo un aporte que quizás sirva de algo. Una de las lenguas que aprendí fue la de mi vecino país Haiti. El Creole es una lengua joven ,de unos 400 años y que se ha ido desarrollando y extendiendo a otras islas del caribe, como Martinique. En Creole el verbo ser o estar no se menciona en el tiempo presente y cuando se hace es para enfatizar una condición que se considera fija e imposible de cambio. Como la nacionalidad el color de piel ,el sexo. El verbo en la frase es entonces omitido y solo… Read more »

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