El poder de decretar tu bienestar

De acuerdo a la Tradición judía una de las cualidades que nos distingue por sobre el resto de las criaturas de este planeta es la capacidad del habla.
Tengamos en cuenta que comunicar se comunican hasta las plantas entre sí, obviamente que también entre los animales se establecen diferentes tipos de comunicación.
Hay primates, chimpancés y orangutanes por ejemplo, a los que se les enseñó lenguaje de señas o a usar tarjetas para comunicarse con sus adiestradores.
Pero solamente el ser humano es el que cuenta con el fabuloso poder del habla.

Ésta es una de las cualidades con las que nos ha dotado el Creador para que podamos actuar de manera parecida a Él.

Como hizo Dios, con la palabra podemos crear; pero tenemos que tener mucho cuidado, porque también podemos causar mucho dolor y destrucción al mal usar la palabra.

Y no solamente en el plano de las relaciones con otras personas, sino que también afecta la realidad material. ¡Hasta tal punto tiene poder el habla de las personas!

Por ejemplo, la famosa física cuántica enseña que es la mirada del observador la que de cierta forma modifica la realidad material, solamente por estar observándola.
¡Cuánto más cuando se la piensa y se la dice!

Y esto que puede parecer magia o mística, está confirmado por la ciencia, corroborado y por ahora es una verdad firme.
Una que coincide plenamente con lo que nuestra tradición viene enseñando hace milenios.

En la Torá  encontramos el siguiente pasaje:

«El Eterno me dijo: ‘Está bien lo que [los israelitas] han dicho.»
(Devarim/Deuteronomio 18:17)

Dios estaba aprobando algo que habían manifestado los judíos y actuaría Él conforme a lo pedido por la gente.
Si los judíos no hubieran pedido lo que pidieron, entonces probablemente Dios no hubiera hecho lo que hizo.

¿Se entiende la profundidad de lo ocurrido?
El hombre decretado y Dios aceptando y acatando.

El infinito todopoderoso poniéndose a trabajar para llevar a cabo lo que el minúsculo ser humano estaba pidiendo.
Y esto no es una cuestión que dicen los místicos de las religiones, o alguna superstición, sino que es lo que está escrito en nuestra sagrada Torá.

Quizás la respuesta no sea inmediata, tal vez no podamos ver los efectos de nuestra palabra al instante, pero es una certeza en nuestra tradición de que no hay rezo que quede sin ser respondido.
Y ahora vemos que va más allá del rezo, cualquier palabra tiene tremendo poder, aunque no lleguemos a comprender cómo ni cuándo.

Por ello es saludoso que acostumbremos a nuestra boca a elogiar, agradecer, animar, congeniar, amigar, motivar la bendición.
Que sembremos semillas de prosperidad, salud, entendimiento, paz.

Al cuidar la palabra está una gran clave para atraer la bendición, o para sembrar semillas de mal, ¡Dios no permita!
Usar palabras dulces, de bondad, de edificación y acompañarlas de buenos actos.
Nos enseña esta gran verdad uno de los comentarios del Talmud llamado Tosafot, cuando dijo:

“Son dulces las palabras cuando salen de la boca de quien obra siempre bien”
(Talmud Iebamot 88)

Llenemos de decretos positivos nuestra mente, nuestro corazón, nuestro entorno, entonces seguramente estaremos en condiciones de cosechar muchísimos brotes de prosperidad, salud, entendimiento, amistad… todo lo bueno.
Siempre acompañado de buenas acciones, para no quedar solamente en la palabra o en la buena intención, por más poderosas que sean.

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