En batalla contra el desastre

La época no se presentaba armoniosa, los desastres estaban a la puerta, si es que ya no habían ingresado al hogar.
Lo que no cabe dudas, es que la conducta de la gente distaba de estar en sintonía con la Senda del Eterno.
Esa senda sencilla y evidente, el de la ética, que siempre es de origen espiritual y que desde lo profundo de nuestra esencia nos reclama a cada instante para conducirnos y encaminarnos.
Ética que se manifestó en los mandamientos declarados para que cumpliéramos, tantos los básicos e indispensables que corresponden a los noájidas (los gentiles) así como los que en específico Dios proclamó para la Familia Judía.
Sí, era un época en la cual la gente manifestaba su religiosidad, se llenaban las bocas de lemas de supuesta santidad, convocaban a asambleas numerosas en las cuales todos se bendecían cual sabios iluminados, sin embargo, la cosa no estaba marchando bien. Por más que sacrificaran cientos de animalitos inocentes en supuesto honor al Eterno, de acuerdo a las reglas prescritas, algo estaba corrompido y drenaba pus.
¿Acaso Dios precisa de alguna cosa de nuestra parte?
¿Se sacia de oler el humo fragante de los asados en Su honor?
¿Se deleite con el derramamiento de las sangres en Su Nombre?
¿Requiere de rituales y evocaciones para henchir su ego?
¿Está desesperado aguardando los elogios y el jolgorio para Su alabanza?
La gente, de todas las eras, pareciera creer eso, y así se comportan. Llevados por sus EGOs, que se materializan en forma de religiones, creencias absurdas, desapego del espíritu con la excusa de llevar una vida de ascetismo o de su contrario en dedicación al Dios.
Pero algo no está bien cuando eso sucede.
Por eso, se levanta nuevamente un profeta del Eterno, en aquellas edades de la humanidad cuando era normal y necesario escuchar la Voz del Padre a través de uno de sus enviados proféticos.
No fue el primero, tampoco el último que transmitió similar idea, la ciencia del espíritu.
Como boca de Hashem dijo:

«Porque misericordia quiero Yo, y no sacrificios;
y conocimiento de Elohim, más que holocaustos (un tipo de sacrificio quemado por completo en honor a Dios).»
(Hoshea / Oseas 6:6)

Misericordia dice Dios que quiere.
¿Hacia quién estaría dirigida?
¿Hacia Él?
¡Ciertamente que no!
¡Qué tenemos nosotros para darle! Tan solo el agradecimiento es lo que nace de nosotros y le podemos dar.
Así pues, Él está siendo extremadamente claro y preciso, Él dice lo que le “alegra” (metafóricamente hablando), y es comportarnos de manera bondadosa con el prójimo. Ser buenos en verdad, sin esperar recompensas, ni de hombres ni del Cielo. La bondad que nutre y beneficie, y no aquella que corrompe y perjudica.
Porque esa bondad es la que quiere Dios, no porque la precise, sino porque hay algún prójimo en este mismo instante que está angustiado y a la espera de que tú seas el canal que le lleve la Divina Misericordia.
Ahora mismo, mientras estás haciendo otras cosas, tal vez muy importantes, seguramente hay alguien que puede estar precisando de ese don que tienes tú para compartir.
Quizás yo mismo lo precise, o tal vez seas tú.
Por supuesto que la bondad que podemos desplegar tiene un límite, pues hasta la misericordia fanática es enfermiza y desagradable. Agrede a quien se entrega así como a quien es el receptor.

Por ello añade el Eterno a través de Hoshea que también el hombre debe actuar basado en el conocimiento, que lo impulse a la justicia, aquella que equilibra y tonifica a la bondad.
Porque las buenas intenciones sin saber, suelen terminar en tragedias.
Por lo cual, sé bueno pero también justo, así construyes Shalom.
Y para lograrlo, deberás aprender y desaprender, tener conocimiento y madurarlo con la crítica analítica.

Como resultado, estarás fabricando una mejor realidad.
Una que atacan los enemigos de Dios, que por tanto se constituyen en tus enemigos.
Los esclavos enceguecidos del EGO, que por lo general son religiosos, te odian, porque te temen, porque con tu LUZ dejas en evidencia su podredumbre.
¿Qué debes hacer entonces?
Redoblar la construcción de SHALOM, lo cual no significa ser un pacifista necio, pues el constructor de SHALOM también sabe defenderse y defender a los inocentes, con el arte y la ciencia de la guerra si es necesario.

En resumen, mientras el EGO sigo ejerciendo su dominio desmedido, estamos en combate.
No con hombres, sino contra nuestros propios impulsos.
A veces deberemos manifestar el poder con la fuerza física que prevenga, disuada o haga brotar la justicia.

Las palabras del inspirado proverbista pueden darte mayor claridad:

«Todo camino del hombre es recto ante sus ojos, pero el Eterno es el que examina los corazones.
Practicar la justicia y el derecho es más aceptable al Eterno que el sacrificio.
Pecado son la altivez de ojos y el orgullo del corazón, la lámpara de los impíos.»
(Mishlei / Proverbios 21:2-4)

(Que este estudio sea para elevación del espíritu de la abuela de nuestro querido amigo Edgar, fallecida el 21 de Siván 5776; y de la Sra. Rochel Cohen. Ambas mujeres de valor, quienes inspiraron a otros a hacer el bien y lo justo, como ellas mismas predicaron con su ejemplo).

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