Entre venganza y justicia

El mediático, showman, demagogo, figurín devenido en Dr. Honoris Causa (aunque no tenga honor y su causa sea objetable en grado sumo), referente intelectual/moral para muchos, expresidente de Uruguay, José Mujica, en una de sus tantas barbaridades una vez afirmó, con esa rotunda firmeza que lo caracteriza para los dislates (siendo que es famoso en su “como te digo una cosa te digo la otra”, para justificar sus tropelías paradójicas): “la justicia tiene hedor a venganza“.
¡Más errado no podía estar este hombre (que no señor)!

Realmente el SHALOM (completitud, paz, integridad, armonía de nivel superior) es una construcción en base a acciones (pensamiento, palabra y actos) de bondad y justicia.
Cuando falta (o está en demás) alguno de estos elementos, el SHALOM se resiente, lo que genera insatisfacción, malestar, agobio, premura y todo otro tipo de sentimientos pesados que activan de inmediato mecanismos para que el sistema que se tambalea busque reencontrar el equilibrio.
Es por ello que al exceso de bondad le debe complementar un exceso de justicia.
En tanto que si la rigidez de la limitación es excesiva, requiere de una generosidad que rompa los límites.
Hasta que la homeostasis retorne, a la espera del nuevo desequilibrio.

Pero, la venganza rompe los límites y no integra un sistema de estabilidad.
Es solamente el impulso del EGO por obtener algo de poder ilegítimo a partir de estar o sentirse en impotencia.
Es la corrupción del mundo, una parodia de justicia, pues con la excusa de obtener satisfacción y de “equilibrar la balanza” se acometen acciones nefastas, perjudiciales, carentes de un sentido trascendente.
Rompe y no tiende a la construcción.
Su placer está en el mismo acto de la destrucción.

Mientras los hombres se violentan con represalias, acciones vengativas, rencores, manifestaciones de EGO la vida se resquebraja.
No es posible el crecimiento ni el disfrute de lo permitido.
Todo queda embadurnado de esas emociones negativas, chupando la energía vital para utilizarla en muerte y destrucción.

Sí, también cuando una buena persona que ha sufrido alguna desgracia “injusta” y se embarca en la venganza… también allí no habrá SHALOM, aunque se crea sentir satisfacción.
Porque pasarle el auto por encima del tipo que estando borracho piso con su auto a tu familiar, no te devolverá a tu pariente, ni te quitará la penuria del alma.
Tampoco el mundo estará mejor, aunque un asesino borracho esté enterrado; queda vivo un asesino que premeditó su accionar.

El humor tétrico se contagia y se expande hasta abarcar más y más.
La persona y el colectivo se empobrecen.
El miedo y la ira se desparraman y controlan en ese frenesí descontrolado.
Es una visión terrible.

Un día, vaya a saber cuándo, cómo y por qué, el hombre descubrió esa faceta de la NESHAMÁ que es la justicia y la puso en práctica.
Recién entonces también pudo ser realmente generoso, aplicar la bondad genuina.
Ahí fue que el hombre dejó los modos del animal, que reacciona y no planifica para el bienestar.
Cuando la venganza quedó aplastada para dar paso al SHALOM, es que el hombre fue hombre.

Por supuesto que hay personas muy inteligentes que se vengan.
Incluso usan sus dotes intelectuales para preparar venganzas sofisticadas.
Es que, el hombre no se destaca del resto de los animales por su mentalidad, sino por su espiritualidad (y por poder optar voluntariamente por negar la espiritualidad/ética).
Por lo cual, los poderes mentales pueden ser muchos y estar dirigidos al mal, lo que convierte al hombre en notablemente más peligroso que cualquier otro animal.

Con la venganza, el EGO pretende obtener un mágico poder que no tiene, aunque se cuente con mucha fuerza al punto de poder realizar actos salvajes, destructivos, nefastos.
Solamente para alguien hundido en el EGO, lleno de ira y violencia, apabullado por creencias escabrosas y faltas de sensibilidad, se puede equiparar la venganza a la justicia.
Sola para alguien que hiede en su interior la justicia tiene hedor a venganza.

Si no tenemos acciones de justicia y bondad, estamos condenados al sufrimiento.
Por tanto, trabajemos para llenarnos de pensamientos, palabras y actos de bondad y justicia.
Erradiquemos la venganza aunque la sintamos con fuerza y supongamos que nos asiste el “derecho” para ejercerla.
Y no hagamos así porque de Dios sea la venganza, sino porque de la NESHAMÁ es la bondad y la justicia.

Como dato curioso, en épocas antiguas la Torá habilitaba un extraño proceder, en el cual la familia de alguien que murió a causa de un crimen ultra intencional tenía derecho a vengarse del matador. Pero éste podía refugiarse en alguna de las ciudades de refugio que fueron decretadas que existieran y permanecer allí hasta la muerte del Cohén Gadol. Recién entonces podía salir de la ciudad y volver a su vida, sin temer por las represalias de los familiares del difunto, quienes ya no tenían permitido hacerle daño al homicida, quien ya había expiado su culpa. Pero, si el tipo no se acogía al asilo y quedaba fuera de la ciudad, la familia podía hacer con él “justicia por mano propia”.
¿No es esto un caso de venganza que contradice lo que veníamos explicando de la bondad y justicia?
¿Cómo entenderlo?
La respuesta es bastante simple.
La venganza está mal, por eso la Torá establece un lugar para que el homicida pueda refugiarse y que con justicia pague su pena estando recluido (en exilio), tal como sería estar preso hoy día.
El ánimo irracional, del EGO, del familiar sobreviviente lo impulsará a la revancha sangrienta. Será natural e instintivo, tal vez, ¡pero no está bien desde el patrón de la ética/espiritualidad!
Para prevenir entonces que el familiar se convierta en títere del EGO y para prevenir que el homicida accidental muera injustamente, es que la Torá establece todo un procedimiento complicado pero efectivo.
Es justamente lo contrario a la venganza lo que propone la Torá con estas reglas.
Da cuenta de una triste realidad, nuestro ser abducido por el EGO; pero también nos aclara que tenemos opción para ser realmente humanos a plenitud.

En resumen, a construir SHALOM dentro y fuera.
Para lo cual, juzguemos los dichos y acciones de Mujica con toda la justicia posible… y con la cuota de bondad que podamos.
No permitamos que el carisma mal encaminado nos lleve a una vida de miseria espiritual.
Porque, el espíritu existe y se manifiesta en la ética.


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