Final de Campeonato Apertura 2013

Ayer en menos de seis minutos, a la mitad (más muchos) de uruguayos, “se le cayó la estantería”.
Era la última etapa en el campeonato de fútbol de primera profesional.
Había tres equipos con chance de ser el campeón: Nacional, River y Danubio.
El más grande, con mayor trayectoria, mejores sueldos y etc. es Nacional, con ganar y que no ganará River saldría campeón. Tenía otras varias opciones para abrirle el paso al campeonato, al igual que las tenía River. El menos favorecido, en principio, era Danubio.

Las probabilidades eran para cualquiera, pero la gente estaba convencida que sería el equipo grande de Uruguay nuevamente quien alzara la copa.
Si bien fue un campeonato con altibajos, bastante pobre y escaso de ingenio, igualmente “el bolso” estaba seguro de su preeminencia, de su destino para la gloria.

Los tres encuentros deportivos se desarrollarían a la misma hora.
Al poco de comenzar los tres partidos “el bolso” se puso en ventaja, en tanto los otros mantenían el cero.
Alegría junto a nervio, porque no sería la primera vez que Nacional comenzaba con racha ganadora y terminaba con estrepitosa pérdida.
Pero, un gol arriba y los otros sin miras de avance da esperanza e ilusiona.
Es solamente un partido de fútbol, pero la gente lo vive como una experiencia religiosa, comunal, mística, algo que supera la descripción racional (o quizás proviene y pertenece a un reino ajeno a la precorteza frontal del cerebro).

Al iniciar el segundo período, la expectativa crecía más porque los resultados permanecían sin cambio.
En la hinchada se hacían bromas sobre el tradicional adversario, en franco fracaso este año.
No solamente se gana, sino que se “babosea” al perdedor, se hace escarnio del fracasado, se aprovecha la ola para surfear sobre los caídos.
Sí, parece un momento de gloria dificil de equiparar cuando el equipito va ganando y se aproxima, lenta pero seguramente, al nuevo triunfo.

La fanaticada estaba feliz, cuando de repente, quién sabe cómo, le empataron a Nacional.
No importaba, se decían los ilusionados hinchas, con este resultado igual vamos a la final el viernes con River.
A ellos ya les ganamos en el torneo, así que no pasa nada –seguían tranquilizándose los nacionalófilos.
Para mejorar las esperanzas, River recibió un gol; con ello nuevamente era campeón Nacional y sin añadir otro partido. Faltaban unos treinta minutos para consagrarse y el ánimo estaba jubiloso, pero ansioso para que el tiempo volara. Los cánticos en la cancha eran soberbios, orgullosos, de victoria y de burlas al tradicional adversario (aquel que hacía un par de semanas atrás les había dado una paliza inesperada y que estaba complicando un poco este cotejo final).

Entonces, vaya uno a saber cómo, le metieron otro gol a Nacional. ¡Pasó de ganar y ser el campeón a estar en desventaja pero a mano con River para la final extra!
Al ratito, penal a favor de Nacional, lo iba a disparar el “ídolo”, el “salvador”, el elogiado Alvaro “Chino” Recoba. Sí, todos soñaban con el gol mágico, milagroso, ese que a último momento resuelve todo, y en el botín del líder de los amores del cuadro.
El “Chino” lanza para que lo contenga fácilmente, por pura casualidad, el arquero.
¡No! ¡Qué desastre!
Pero igual, los hinchas alentaron el doble, sin parar, alentando a su cuadro, a eso que los hace sentir más grandes que ellos mismos y sus impotencias.
Y mientras no se pasaba el malhumor, la amargura, la decepción desde la radio se escuchó lo que no se quería escuchar: gol de Danubio. Golazo. Inesperado, fuera de planes, la Cenicienta que nadie esperaba a la fiesta pasó de pronto al frente, faltando tan solo seis minutos reglamentarios.
Entonces, gol de River…
Nacional, en un ratito, pasó de festejar el campeonato a conformarse (no, no es cierto, no se conformaron) con el tercer puesto, a dos puntos del Campeón y uno del segundo.
¿Cómo pudo ser?
Durante casi 90 minutos, todo el partido, la cosa estaba resuelta.
De pronto pasa a perder, el otro empata, el otro gana y la cosa estaba saldada.
”A llorar al cuartito”.

Aprendamos algunas cositas:

  1. Los partidos se ganan en la cancha (si no hay compra de referís, extorsión a jugadores, o cualquier otra práctica mafiosa que por supuesto no ocurre en el fútbol profesional).
  2. Un resultado no está asegurado hasta que el referí no pita la finalización del partido.
  3. No podemos controlar lo que no está en nuestro dominio controlar.
  4. La esperanza es lo último que se pierde, pero a veces sería mejor perderla desde el comienzo para trabajar con realismo y sentido práctico.
  5. Los ídolos tienen pies de barro, tarde o temprano caen.
  6. Idealizar a alguien o algo, es la mejor forma de destruir la relación.
  7. Ni siquiera el mejor jugador puede asegurar la trayectoria del balón.
  8. El fútbol es un deporte, no debe salirse de su encuadre.
  9. El fútbol es un juego, debe ser jugado como tal.
  10. A veces el que es menos tomado en cuenta puede resultar el que obtenga el triunfo.
  11. Los que juegan son los jugadores (y los del equipo arbitral).
  12. Burlarse del que pierde no te hace mejor.
  13. La ilusión suele ser un engaño.
  14. Buscamos ser parte de un algo más grande, que sentimos como poderoso, para ocultar… ¿qué?

¿Tienes más ideas o comentarios que nos puedan ayudar a crecer más?
Gracias por tomarte el tiempo de leer y opinar.

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Lecturas complementarias:

  • 1 Shemuel / I Samuel cap. 17
  • 1 Melajim / I Reyes cap. 20
  • Amos / Amós cap. 6
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Emanuel Ruiz

15. Matar a los policías y a los simpatizantes del equipo contrario e incendiar propiedades ajenas no hará ascender al equipo.
Es una realidad triste aquí en Argentina, que se mate por un estúpido juego… que animales!

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