La ilusión del poder

Decía Aldous Huxley: “Un fanático es un hombre que conscientemente sobrecompensa una duda secreta”.
No sé si estoy por completo de acuerdo con este genial pensamiento, me rechina una palabra “conscientemente”. Yo tengo la fuerte impresión que debiera ser “inconscientemente”.
Según lo entiendo, el fanático es uno que duda, que no sabe, que solamente se basa en una precaria fe ciega, que se sostiene con argumentos oscuros y falaces. No tiene paz interior, no hay luz, no hay claridad ni fortaleza. Solamente debilidad, escaso compromiso, caos interno, un infierno que lo devora desde dentro.
Duda de sí, seguramente porque no se conoce, está envuelto en disfraces y lemas, bien lejos del espejo que le devuelva la verdadera mirada.
Duda del prójimo,seguramente porque no SE conoce, entonces, menos puede llegar a conocer a otros.
Duda de sus dioses, porque no tiene de donde aferrarse que le dé calma.
Duda de todo, no confía en nada, está desesperado, aterrado, en permanente estado de abandono, con la miseria a flor de piel.
Aunque nade en dinero y placeres mundanales, abrumado está como para poder ser feliz.
No, no  hay paz en la vida del fanático.
Para el fanático la paz puede que sea una palabra del diccionario, pero nada más… ¿o quizás un sueño muy distante que lo llena de dolor? ¿O tal vez una palabra que usa como lema, como mantra, como estandarte, pero detrás no tiene vida, es solo una palabra, hueca, vacía, en agonía constante como quien la pronuncia?
Con ese sufrimiento encima, sin pausa, anda el fanático.
Entonces, de manera inconsciente se a los extremos de cualquier línea para actuar su dolor, llega a lo absurdo, allí en donde hay acciones arbitrarias, en donde no hay racionalidad ni explicaciones, solamente acciones que manifiestan poder y fuerza, pero que son solamente ilusión de poder. Solo sombras,vanidad, apariencias, actuación, porque el verdadero poder, ese que surge de la paz interna, ese que es producto del conocimiento y la humildad, ese poder no está a su alcance. Es un guerrero, que defiende la mentira radical que es su vida, aunque de tanto repetirla y sostenerla en alto la hace pasar por verdad, la llega a sentir como LA VERDAD. Pobre desgraciado, pobrecito… si no mancillara lo sagrado, si no violentara al inocente, sería digno de la más tierna compasión…
Así son todos los fanáticos, quienes de manera inconsciente van sobrecompensando su debilidad con demostraciones de fraudulento poder.
Terroristas, religiosos, racistas, partidarios, misioneros, xenófobos, charlatanes, traficantes de la fe, proselitistas rabiosos, celotes, celosos, disparatados difusores de sus enconos, neonazis, ovejas de un pastor, discípulos de un maestro “místico”, portadores de estandartes de LA VERDAD… ponle el mote que quieras, el disfraz que se te ocurra, la causa que se te antoje, todos son lo mismo, marionetas del EGO, fracasados, actores que pretenden tener el poder pero están ahogados hasta el gañote en sus sentimientos terribles de total impotencia. Podrán tener el poder temporal, pero son absolutamente impotentes en lo que realmente.

Ah, la ilusión del poder.

Dinero, fuerza, dominio, fama, subordinados, conquistas, territorio, bienes materiales, toda una farsa de poder.
Guerras de destrucción, genocidios, matanzas, violaciones, robos, pillaje, demostraciones de mucha fuerza material, pero la impotencia travestida de poder.

Se compra la alegría del momento, la sonrisa fácil, el placer que vibra y desaparece y a eso se llama erróneamente felicidad.
Pero no está en lo pasajero la felicidad.
Tampoco en la fortaleza el poder.

Se aplasta la disidencia, se acalla con griteríos las voces discordantes, se silencia al que se opone, se asesina al diferente, se lleva al extremo, todo al extremo… porque en secreto se duda, se teme, se siente impotente, se sabe que uno está parado en terreno resbaladizo, se percibe que uno no es real.

Ya lo sabes, el EGO te manipula, porque te hace sentir impotente (lo seas o no, lo seas en gran o pequeña medida), pero te hace creer poderoso (o incompetente para salir del pozo).
Tú puedes aferrarte a esa celdita y sufrir y hacer sufrir. Puedes ser un fanático, un depredador porque temes ser presa. Pero si así pasa, seguirás siendo un muñeco patético, una piltrafa, un impotente con aires de sobrador.

El camino está en construir shalom, desde dentro y de allí hacia fuera.
De unificarte, armonizar tus dimensiones, sintonizar tu Yo Vivido a tu Yo Auténtico.
La clave está en el AMOR, el real y no el de la palabra hueca.
Conócete para amarte y cuidarte, así podrás ser poderoso y no un mero fanático de la superstición o el líder que te arremolina.

Ya deja la ilusión de poder y realmente PUEDE.
En palabras del Rav Kook: “Si olvidas tu grandeza, te olvidas de ti mismo” (Orot).

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