La noche y el día de Iaacov

La semana pasada encontramos el siguiente relato:

«Y llegó a cierto lugar y pasó allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una de las piedras de aquel lugar, la puso como cabecera y se acostó en aquel lugar.
Entonces soñó, y he aquí una escalera puesta en la tierra, cuya parte superior alcanzaba el cielo. He aquí que los enviados de Elohim subían y descendían por ella.»
(Bereshit / Génesis 28:11-12)

Esta semana la narración nos trae:

«Iaacov [Jacob] llamó el nombre de aquel lugar Peniel, diciendo: ‘Porque vi a Elohim cara a cara y salí con vida.’
El sol salió cuando él había partido de Peniel, y cojeaba de su muslo.»
(Bereshit / Génesis 32:31-32)

Notemos que en ambas ocasiones sueña y en ellos aparecen enviados de Elohim.
Sin embargo, son circunstancias y acontecimientos netamente opuestos.

En el primero párrafo se cuenta cuando Iaacov estaba saliendo de la Tierra Prometida rumbo a la aventura.
A iniciar una nueva vida en la diáspora.
A comenzar su familia, concretar sus sueños, como si de un muchachito joven se tratara.
Y se anuncia que ya era la noche, y se especifica que el sol ya se había puesto.
Interesante que se haya detallado esto, ¿no?
Porque, si es la noche… ¿no es evidente que el sol ya no está sobre el horizonte?
Cierto, entonces… hay algo más que una descripción astronómica; aquí seguramente hay una enseñanza profunda, que con las herramientas de la jotmat haCabalá podremos descubrir.
Pero antes…

En el segundo relato, estaba de regreso, retornando al Hogar.
Éste también podría ser considerado como un inicio, una nueva etapa.
Venía acompañado por sus mujeres e hijos, empleados y ganados, riquezas y experiencias.
Y se anuncia que el sol había salido entonces. Ya unos versos antes se había indicado que estaba rayando el alba.
Nuevamente, un punto que es resaltado y que bien puede ser considerado absolutamente menor, ¿no?
¿A quién le puede importar que el sol ya había salido cuando el patriarca partió de ese lugar?
Entonces, la jojmat haCabalá viene al rescate, para darnos luz y orden.

Al salir Iaacov de Israel comenzó para sí la noche, una que duró más de dos décadas.
En tanto seguía en exilio, la luz de ese sol no alumbró en su vida.
Porque, la tierra de Israel tiene cierta santidad, irradia una energía especial, que vivifica a todos pero en especial a las nefashot (almas, que no es lo mismo que espíritus) de los yehudim, en este caso, el de uno de los padres que dieron nacimiento a esta nación terrenal.
Fuera de Israel pudo prosperar en varios sentidos, adquirir bienes y renombre, acrecentar sus posesiones, traer hijos a la vida, ser un habitante poderoso en la tierra… y sin embargo su nefesh permanecía abrumada, rodeada de brumas. Estaba en la noche y exiliada.
Ahora, tanto tiempo y sucesos más tarde, reencontró el camino al Hogar.
Su Yo Vivido iba a tener que sufrir una metamorfosis, cosa que ocurrió al ir finalizando la noche del destierro.
Cuando, estando solo pero acompañado, se enfrentó con un “hombre”, al que solemos atribuir la condición de ángel, es decir, enviado de Elohim.
Ese combate era necesario para dar nacimiento a una nueva identidad, la de Israel. Aquella en la cual su Yo Vivido está reflejando su Yo Esencial.
Porque, Iaacov era el Yo Vivido del exilio, entorpecido a causa del influjo del EGO.
En tanto que Israel es el Yo Esencial y su reflejo en el Yo Vivido, aquel que se manifestó en el viejo Iaacov pero que ahora cojeaba a causa de la metamorfosis.

Cada uno de nosotros está en exilio, sea porque siendo judíos no moramos en la tierra de santidad; y/o porque llevamos una existencia en discordancia, ya que el Yo Vivido que actuamos no pone en evidencia el Yo Esencial que somos.
Precisamos del momento sagrado del altercado con nosotros mismos, donde desnudamos las defecciones de nuestras máscaras para así poder dejar a la vista el verdadero rostro de nuestro ser.
Solo entonces alumbra el sol.

Como le pasó a Moshé, al descender del encuentro con el Eterno en el Sinaí, cuyo rostro fulguraba de una luz poderosa.
Era la LUZ de la NESHAMÁ que traspasaba las barreras y se hacía visible al ojo humano.

¿Podremos nosotros tomar nota de estas enseñanzas y atrevernos a ser la mejor versión de nosotros mismos?

Por supuesto que hay mucho más para aprender y disfrutar, por lo cual te espero el 6 de febrero próximo, del 2017, en el fabuloso encuentro de Cabalá que tendremos en ciudad de México.
Estoy seguro que quieres ir y podrás encontrar la manera de hacerlo.
Hay mucho para obtener de esta ocasión única.

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