Para quien está siendo sometido por un parásito emocional

Quizás estás encerrado en la prisión de trampas y trucos que armó para ti un parásito emocional.
Tal vez te diste cuenta de que estás atrapado y quisiste salir, pero no encontraste la forma.
Probaste alguna cosa, hiciste un amague de liberarte, pero terminaste igualmente encerrado.
De hecho, el intento solamente provocó una reacción devastadora de parte del parásito, que aumentó su manipulación y presión sobre ti.

Intuyes que te está consumiendo las energías, te desgasta emocionalmente, te mantiene en estado de impotencia para ir sorbiendo tu vitalidad.
No hay alegría ni confianza a su lado, no te sientas seguro ni fuerte, pero de alguna forma entre ambos se las ingeniaron para meterte en esa cárcel y no sabes cómo salir.
Y esto en el mejor de los casos, porque quizás ni siquiera te diste cuenta del rol lamentable que estás jugando en esta relación enfermiza que te está aniquilando.

Tanto el parásito emocional como tú, su presa, están haciendo su parte en el macabro juego.
El parásito por supuesto está movido por su EGO, desde la impotencia que siente encuentra recursos para adherirse a su víctima, a la que reconoce como proveedora de energía.
Es decir, el poder lo tienes de tu lado, por eso se ha adosado a ti tu enemigo.
Pero, obviamente no se presenta como tal, sino como alguien que te quiere, que te valora y respeta. Tiene que camuflarse para que le dejes entrar a tu vida, que le des un lugar importante, desde el cual de a poco ira conquistando más terreno, haciéndote dependiente de sus deseos. Por lo general es tu pareja o un amigo muy íntimo, alguien que tiene acceso a las partes más sensibles de tu personalidad. Pero puede ser un colega del trabajo, un padre, un hijo, un clérigo, hasta un vecino. Lo que importa es que se ha creado una relación en la cual tú cargas con su impotencia, le alimentas mientras te vas destruyendo.
Como su trabajo es parasitar, seguramente que tiene más habilidad que tú en manejar la relación, en aparecer como víctima, en poder justificar sus acciones devastadoras. No sería raro que los observadores te acusen a ti de ser la parte tóxica de la relación en tanto que apañan al parásito, hasta ese punto llega su capacidad para manipular y tergiversar los eventos.

Con esto consiguen manipularte con más fuerza, absorber más de tu energía. Te inhabilitan, de llevan a que sientas desprecio y que imagines que es a través de ser sumiso a sus deseos que obtendrás tranquilidad, estabilidad, alegría. Cosa que por supuesto es tremendamente falsa, porque ellos no quieren nada bueno para ti, y si te dan un poco de espacio es para que tomes más energía que puedan robarte luego. Todo es parte de su estrategia destructiva, nada hay pensado en tu bienestar.
Tenlo bien en cuenta, te odian porque están llenos de rabia, la impotencia les carcome las entrañas y fueron adoctrinados desde pequeños a chupar la energía de sus víctimas.
Por eso te eligió a ti en el primer momento. Porque vio que estabas lleno de vitalidad, de alegría, de poder y al mismo tiempo tenías debilidades que podían ser usadas para manipularte. Es decir, con gran astucia te hizo una radiografía emocional y descubrió tu intenso poder y tus puntos flacos por donde conquistarte. De a poco fue corroyendo tu confianza, porque te ningunea, te humilla, de recuerda lo idiota que eres, te afirma que no tienes vida sin él, te hace dudar si no eres tú el parásito que está aprovechándose de él.
Te rompen, pedacito a pedacito, a veces con más violencia, en otras con ternura, pero todo con una misma finalidad: destruirte y en el proceso robarte la energía emocional para sentirse ellos vivos.

¿Te acuerdas como antes eras una persona divertida y que disfrutaba de salidas, bailes, comidas, sexo, amigos, lectura, paseos o lo que fuera? Ahora todo está tan lejano, que pareciera que no hubieras sido tú esa persona tan poderosa.
En un momento estabas con planes, lleno de esperanza y trabajando por crecer y obtener mayores logros. Pero sin darte cuenta cómo, un día te viste envuelto en esta telaraña de la cual parece que no hay escape. Todo lo que puedes hacer es seguir atrapado, siendo drenado hasta la asfixia pero sin morir porque el parásito no te lo permite.
Te llevó a vivir aislado, tuviste que cortar la relación con tus parientes o amigos.
Tu vida social es extremadamente reducida.
Tienes miedo de pensar mucho, porque eso le desagrada a “tu amo”.
No paras de sufrir, de pasarla mal, de sentir que tu vida no tiene sentido.
Cuando alguien se acerca y pudiera rescatarte, te alejas corriendo lleno de miedo, o tu parásito te obliga por las buenas o las malas a que se corte este lazo saludable.
Probablemente se mudaron a un lugar que te resulta extraño, sea por su cultura, su idioma, o lo que fuera que te hace permanecer encerrado en tu casa.
Porque cuanto más aislado estés, mejor le sirves a tu parásito.
Te ves al espejo y no te reconoces como la persona que prometía tanto en el pasado.
La enfermedad física acompaña a la emocional, porque tu energía es desviada para sostener al enemigo.
Pero él te dirá que a su manera te ama, que es el único que te soporta, que si te vas lo destruyes pero te destruyes a ti (y a tus hijos, carrera, lo que sea).
Te hace sentir que tú eres el causante del estrés en la familia, de los conflictos, de las amarguras. Solo tú causas lo malo, en tanto que él es la víctima de tu maldad. Y tú lo aceptas, porque estás cansado de luchar, porque te ha comida “el coco” y ya no tienes fuerzas ni ganas de pensar. La risa se evaporó, las ganas de salir no existen, lloras o ya hasta ni eso. Todo esto se traduce en ideas negativas, que se expanden, que te trastornan, que te siguen debilitando. Estás por completo en una prisión, formada por barrotes de creencias nefastas.

No esperes que se apiade de ti, ni que un buen día te diga sinceramente que irá a terapia porque se da cuenta que está actuando mal y te está perjudicando.
¡De ninguna manera!
Por el contrario te hará sentir culpas, te mostrará lo estúpido que eres, como fracasas en todo, como nadie te quiere, como todos los demás te engañan porque te tienen lástima o se aprovechan de ti.
Pero él, el parásito, no comete errores, no está haciendo nada mal, ni te está dañando. ¿Cómo te atreves a sugerirlo siquiera?
Y de verdad, no sienten que ellos estén enfermos ni estén siendo parásitos emocionales. Porque hay una desconexión entre su mente y su emoción, son incapaces de darse cuenta y asumir su terrible impotencia y enfermedad emocional.
Como sea justificarán sus acciones y si no pueden hacerlo, no encontrarán nada de qué arrepentirse o alguna conducta para modificar.
Eres tú, la víctima, el eterno problema, el que está fallado y debes darle infinito agradecimiento que se rebajan a estar a tu lado y no te abandonan a tu inutilidad.
Hasta ese punto llegan en devastar tu mente con mensajes de podredumbre emocional.
Forman así muchos de los barrotes que te retienen en ese Sistema de Creencias oscuro y de muerte.

Si consiguiéramos llevar al parásito emocional a terapia y que ésta fuera efectiva, tendría muchos elementos para trabajar en salir de su propia celdita mental. Para crecer emocionalmente. Para ser libre de sus dramas internos y conseguir algo de paz interior.
Pero estamos ante un personaje que se esconde dentro de miles de máscaras y disfraces, para de esa manera protegerse de su enorme impotencia.
No te puedo asegurar si el parásito es feliz con esta vida de tormentos hacia su víctima, de show hacia los demás, de muerte interior. No sé si disfruta al destruir a su víctima, pero sí sé que siente que sin ella él será destruido. Porque es intolerable sentirse a la intemperie, sin la energía de la víctima que lo sostenga. Entonces haciendo gala de sus dotes de actor y estratega, se mantendrá atento para que tú no te escapes, para que sigas adormecido y sin reaccionar. En caso de que despiertes, moverá sus piezas para seguir sometiéndote.

Recuerda que el poder es tuyo, aunque parezca que eres el débil e impotente en la relación.

Y sin embargo, no será fácil salir de esa prisión.
Porque si algo no te sientes es poderoso.
El miedo está presente. La angustia te asfixia. No tienes confianza en ti. Probablemente tu relación con el Creador sea lejana, apática, desganada. La inseguridad es tu manera de actuar. Te sientes culpable todo el tiempo. Estás pendiente de que tu parásito no se enoje ni te agreda, cosa muy difícil de que suceda.
No hay magia para estabilizarte, ni un milagro te hará parar con firmeza sobre tus pies.
Será un trabajo lento, dificultoso, con vaivenes y contratiempos, e indispensable con la ayuda de un profesional y probablemente abandones tu tarea de liberación.
Muy probable que no mantengas tu esfuerzo y vuelvas a las fauces del parásito, el cual se aprovechará de tu intento de libertad para encadenarte con más fuerza y rabia.

Si no tomas conciencia de lo que está sucediendo, si no usas el perdón contigo mismo, si no eres valiente para enfrentar los obstáculos, no hay libertad posible.
Debes retomar las relaciones anteriores, con las personas de tu entorno que te daban vitalidad.
Debes salir de la soledad asesina y formar vínculos con personas que te apoyen.
No puedes permitir que el parásito te siga absorbiendo la energía y te mantenga encerrado física, emocional, social y mentalmente.
Romper con la telaraña en todos los planos es indispensable.
Sufrirás, pero es lo que hay que hacer. Y sin embargo, te prometo que ese sufrimiento será siempre menor al que tienes permaneciendo en la prisión en la que estás.

Confía en el profesional en salud emocional/mental que está para ayudarte en tu proceso de liberación.
No toleres que el parásito se interponga, no lo sigas alimentando.
No es tu amigo, no es tu amante, no es quien te protege sino que es tu enemigo, tu odiador, quien te está aniquilando lentamente y con dolor.

No dejes que el miedo y los sentimientos de culpa te digan lo qué hacer.
No reacciones desde el EGO, sino que aprende a construir SHALOM, pensamientos, palabras y acciones de bondad y justicia.
Habla con el Creador y pídele ayuda, pero te repito que no esperes magia, porque el proceso para ser libre es TU tarea y no la de Dios.
No dejes que tus propias excusas sean socias de tu destructor, sino que atrévete a dar un paso cada vez en la dirección de tu felicidad.

Porque si ya sabes que estás en esta relación destructiva y sigues permitiéndolo, dejas de ser la víctima para ser cómplice en tu aniquilación.
Pero que esto no te lleve a más acciones autodestructivas, sino a la confianza de querer ser la mejor versión de ti mismo.
Pues sigues siendo poderoso, sigues siendo alguien estupendo, de lo contrario el parásito ya te hubiera desechado por inservible a sus fines terribles.

Confía, aunque parezca que no tienes en qué.
Da ese paso libertador y no mires atrás, no esperes aprobación de tu verdugo.
La alegría te está esperando y tú puedes disfrutarla.

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