Siete silencios y una gran comunicación

Desde pequeño se nos enseña y motiva a repetir palabras, a hablar (que no es lo mismo que comunicarse auténticamente), pero nadie se encarga de instruirnos en el callar, en el valor de saber estar en silencio cuando el silencio es lo necesario.
A través de la cualidad del buen silencio, así como del buen expresarse, es que se pueden corregir algunos defectos, al tiempo que se entrena en la prudencia e indulgencia con las faltas del prójimo.

Atención, debemos distinguir claramente entre el silencio comprensivo, conector, parte sustancial de la Comunicación Auténtica, de aquel otro silencio, ese perverso, el silencio de la represión, de la censura injusta, de la imposición autoritaria, de la limitación que asfixia.
Seguramente tuviste mucha práctica con ese silencio, el cual probablemente te fueron inculcando desde tu infancia, cuando te obligaban a callar lo que era necesario decir, por vergüenza, por miedo, para no molestar, para no contrariar a los mayores, para dejar ver el importante programa de TV o el juego deportivo…, ese silencio es espectral, enfermizo, que arrincona y no da vida que es por completo diferente al silencio que habilita a la comunicación.

Yo te propongo aprender acerca del buen silencio.
Guardar silencio.
Mantener silencio.
Observar en silencio.
Contemplar en silencio.
Recibir lo que viene de fuera en silencio.
Admitir en silencio que el otro piensa y manifiesta lo que piensa y manifiesta.
Aceptar en silencio que uno no puede controlar aquello que no puede controlar.
Darse cuenta, en silencio, de como una cosa se conecta con otra.
Iluminarse en silencio en la conexión, en la unidad.

Luego, de ser necesario, responder activamente desde la Comunicación Auténtica.
Que implica actuar en base a la bondad con la justicia, tal como también decir lo que es necesario y correcto.
Esto es, en buena medida, construcción de Shalom (interna y externa).

En silencio, porque no hay ningún padre a quien agradar, ninguna aprobación por comprar con tu sumisión.
En silencio, porque deseas comprender al otro ampliamente, sus palabras, sus gestos, sus posturas, sus intenciones, sus omisiones, sus anhelos, sus brechas.
En silencio, para percibir qué sientes tú, por donde estás cuando dejas de querer apabullar con palabras o ruidos.
En silencio, para ser aprendiz y no un falso maestro.

En silencio, para adentrarte en lo que armoniza tu Yo Vivido con tu Yo Esencial.

Ahora te pido, si quieres probar un pequeño ejercicio.
Trata de guardar siete silencios para que te mires a ti, lo que eliges, porque lo haces, de qué huyes, qué quieres conseguir, en qué te limitas cuando escoges lo que escoges.
No procedas, no ejecutes, no decidas, no hagas, solo observa en silencio.
No busques palabras para comentar, deja todo en silencio, que fluya en tanto tú eres un observador privilegiado.
Fluye tú también, en silencio.

¿Puedes y quieres hacerlo?
Luego, cuando estés preparado te agradecería si me cuentas que aprendiste hoy.
Muchas gracias por compartir esta lectura y tu tiempo conmigo. Me siento halagado por tu compañía.

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