Unidad y soledad

Cada uno cuenta con su propio mapa interno idéntico.
Lo vamos armando con nuestras experiencias, sensaciones, sentimientos, encuentros, desencuentros, etc.
Así, tu forma de percibir el mundo (interno y externo) es única, te pertenece a ti y no puede ser compartido por completo por nadie más.

Alguien podrá comprenderte, sentir simpatía y empatía, sintonizar en tu misma onda, pero necesariamente estarás solo por siempre. Incluso si tienes un hermano gemelo, que en apariencia son iguales, que recibieron similar educación, que pasaron por parecidas experiencias en su etapa formativa, ni siquiera él cuenta con un mapa interno idéntico. Tú sientes, piensas, crees, accionas y reaccionas de acuerdo a ese mundo interno, tu gemelo de acuerdo al suyo propio.
¡Imagínate cuan diferentes somos con los demás!

Por supuesto que hay puntos de contacto, es lo que nos permite comunicarnos, convivir, colaborar, aprender de otro, disfrutar la compañía, etc.
Pero estamos solos. El cuerpo nos separa, tal como lo hace nuestro mapa interno.

Contamos con la Comunicación Auténtica, con la Construcción de Shalom, con los actos de bondad y justicia y algunas otras técnicas para convivir en la armonía posible, para mitigar el dolor de la separación, para fomentar el encuentro. Pero, en última instancia siempre estamos solos.

Sin embargo, hay algo que nos permite evitar la soledad, es nuestra esencia espiritual, nuestro Yo Esencial, aquello que somos y que proviene directamente del Eterno.
La neshamá no depende del material genético de tus progenitores, ni se nutre con lo que consumes de este mundo, ni se engrosa con emociones, ni se altera con tus acciones u omisiones. La neshamá, es lo más humano que somos, pero al mismo tiempo es lo que pertenece al Eterno.
La neshamá es tu esencia divina, aquello que eres tú por siempre y que al mismo no eres tú.
En la dimensión de la neshamá no hay separatividad sino solamente unidad.
Ni el tiempo, ni el espacio, ni los acontecimientos provocan una desconexión de la neshamá con la Fuente de toda Vida.
(En verdad, existen casos extremos en que sí ocurre esa desconexión, a causa de la inmensa brecha que han abierto con sus acciones, pero son casos realmente contados, tales como Hitler, Pablo de Tarso, Arafat, Stalin, gente de esa índole de maldad, nada que probablemente alcancemos nosotros).

Sin embargo, esa dimensión divina en lo humano, de unidad perfecta, no es fácilmente accesible para nosotros.
El Yo Esencial se encuentra encapsulado en este mundo por las otras cuatro dimensiones que nos forman (física/material, emocional, social, mental).
Sigue en permanente conexión con el Todo, pero no accedemos a tener conciencia de ello, ni siquiera una impresión. A veces en sueños nos llega un atisbo. En ocasiones sentimos su poderosa pero silenciosa voz que nos impulsa a acciones éticas, de construcción de shalom, aunque todo se oponga a ello. Pero, por lo general se encuentra escondida, envuelta en máscaras y cáscaras que hemos ido acumulando y asumiendo, que nos han ido mandatando.

Por ello, es como si estuviéramos separados, como si fuéramos solamente individuos y no integrantes de una red que todo lo conecta.
Si alcanzamos a despojarnos de máscaras y cáscaras que vamos sumando en nuestra vida, entonces resplandece la Luz de nuestro interior, la que nos unifica con el todo.
Pero, tal como los casos de maldad extrema son escasos, los de unificación del ser hasta alcanzar la unificación cósmica también son escasos.

Tenemos referencias explícitas en la Torá de que Moshé estuvo conectado al Todo.
Por ejemplo:

"Aconteció que al descender Moshé [Moisés] del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, mientras descendía del monte, Moshé no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Elokim.
Aarón y todos los Hijos de Israel miraron a Moshé y he aquí que la piel de su cara era resplandeciente por lo cual temieron acercarse a él."
(Shemot / Éxodo 34:29-30)

El más alto grado de profecía, el que solamente obtuvo Moshé, poder hablar “frente a frente” con el Eterno.
Un acceso claro y fluido al Todo.
Como consecuencia, Moshé se despojó de las máscaras accesorias de su Yo Vivido y se unificó en sí mismo, por lo cual estaba en unidad con el Eterno.
Hasta su cuerpo se había modificado, ya que el resplandor del espíritu irradiaba desde su rostro.
Y a pesar de ello, no tenía conciencia de su cambio. Fueron los otros, los que le miraron quienes le tuvieron que advertir de su nuevo estado. Parece paradójico, conocedor de secretos profundos y al mismo tiempo ignorante de su situación. Los que estaban absortos de su identidad espiritual pudieron testimoniar el resplandor sagrado de Moshé, mientras que el propio Moshé no era consciente de su manifestación.

Tan poderosa era la Luz que provocó miedo en los que le rodeaban, gente esclavizada al EGO, personas normales y corrientes como nosotros.
Temieron al contemplar el rostro iluminado, el poder del yo unificado.
El sentimiento de impotencia de la gente disparó al EGO de inmediato, como siempre.
Así, Moshé debió ocultar si rostro, usar voluntariamente una máscara o velo, que quitaba para comunicarse con el Eterno.
El maestro debió auto limitarse para poder relacionarse con el resto de sus hermanos.

Volviendo a nosotros, ninguno tiene un mapa interno idéntico.
Cada cual percibe y reacciona según ha ido construyendo su personalidad.
Entonces, ante una ilusión óptica, por ejemplo, todo observamos la misma imagen y se produce parecida ilusión; sin embargo, procesamos esta experiencia de acuerdo a nuestro mapa mental y reaccionamos acorde a éste.

Suele pasar que en determinados aspectos admitimos el punto de vista de otro. Aceptamos las divergencias. No pretendemos imponer nuestro mapa mental a otros.
Pero, el fanático, el cegado por la fe, el extremista, necesita eliminar a cómo dé lugar la diferencia.
Tiene la compulsión de hacer callar la duda, eliminar lo que lo pueda llevar a salir de su creencia.
¿Qué hace entonces?
Se despoja y obliga a despojar a cada cual de su identidad, para sumergirse todos en la misma masa doctrinal estrafalaria. “Ya no hay más griegos ni judíos, sino todos hermanos en nuestra creencia que nos iguala”, sería la consigna a seguir, con las variantes del caso.
Se repiten los lemas, se disparan las consignas memorizadas, se cancela el pensamiento, se prohíben las preguntas, se exilia lo que pueda provocar el sentimiento de separación, se adoctrina, se adora al líder salvador, se persigue y detesta lo diferente, se puede llegar a cualquier abuso.
Ser parte del rebaño da sensación de seguridad, de poder, de formar parte de algo que promete unificar y hacer morir esa angustia de estar solo y ser impotente.
Es todo ilusión del EGO, nada realmente cercano a la unidad que solamente es posible por la senda del AMOR.

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Jonathan Ortiz

Moré, en dias pasados oia hablar a una «evangélica», llamaba mi atención que lo único fluido que decia eran las consignas típicas de su religión, pero al tener que referirse a temas fuera de ésta las palabras escaceaban y apenas se expresaba.

A la luz de este y otros texto se entiende que las caretas tambien bloquean el lenguaje acertivo, la comunicación auténtica y lleva a hacer uso de verborragias que privan a la persona de decir lo que piensan y sienten.

Gracias Moré!

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