Vaishlaj 5779-Sitra ajra, el lado oscuro del ser

Estos son los temas centrales de la parashá:

  • Iaacov/Jacobo se prepara para reunirse con su hermano Esav/Esaú.
    Han pasado varias décadas desde su último encuentro, dos según la lectura literal de la Torá; casi cinco si tomamos en cuenta al Midrash.
    Lo cierto es que ambos han crecido y cambiado bastante desde su juventud, cuando vivían  juntos en la Tierra Prometida, en el hogar familiar.
    Ahora, nuestro patriarca teme mucho, pues recuerda que su hermano juró hacerle daño cuando le encontrara nuevamente.
    Iaacov se prepara en tres aspectos: le envía importantes regalos a Esav, acompañados por generosos cumplidos; reza; y deja lista a su gente para un enfrentamiento bélico.
    La noche anterior al encuentro se produce aquel extraño episodio en el cual Iaacov combate con un “hombre”, que no se tiene en claro qué o quién era, varias son las interpretaciones. La lucha dura hasta el alba, cuando el sujeto pide para irse y entonces le cambia el nombre de Iaacov a Israel (Bereshit/Génesis 32:4-33).

  • Se produce el reencuentro en paz de los hermanos.
    La angustia se desvanece y deja paso al diálogo. Conversan, intercambian elogios y buenos deseos, luego se separan para ir cada uno por su camino (33:1-17).

  • Dina, la hija de Iaacov y Leá, era un joven ingenua e inexperta que fue seducida por Shejem, el hijo de Jamor el heveo, que era uno de los jefes del país. Este suceso negativo podría haberse resuelto con  la incorporación de dicha gente a las tribus de Israel, pero Shimón y Leví, dos hermanos de Dina, se dejaron llevar por su reacción emocional violenta y terminaron matando a todos los varones de aquella ciudad. Al enterarse Iaacov más tarde de este acontecimiento, les reprende duramente y desde entonces guarda en su recuerdo esta conducta, para estar prevenido en el futuro (34:1-31).

  • Nuestra matriarca Rajel/Raquel muere al estar dando a luz a Biniamín/Benjamín.
    Ella no fue enterrada en la Cueva de Majpelá, sino que fue sepultada en Efrat, que es en la actual Beit-lejem/Belén (35:16-21).

  • El patriarca Itzjac/Isaac muere.  Son mencionados los doce príncipes de la descendencia de Esav (35:22-36:43).

Es frecuente que las personas se perciban a sí mismas como decentes, inteligentes, racionales, y motivadas sólo por las mejores intenciones. Por ello opinamos y creemos que nuestra opinión es la que debiera prevalecer, de lo contrario pensaríamos lo que sostiene el otro. También solemos creernos justos, sintiendo que nuestras acciones son meritorias y tienen fundamentos; si no, hubiéramos actuado diferente o estaríamos disculpándonos por el error cometido. En síntesis, tenemos la convicción de estar del lado correcto de las ideas y acciones.
Sin embargo, la experiencia y el autoexamen honesto nos dicen que incluso los más justos y generosos poseen un aspecto irracional, egoísta, belicoso, nebuloso que en la tradición rabínica se ha llamado “Sitra ajra”, literalmente: el «Otro lado».
Algo así como el Mr. Hyde del Dr. Jekyll; o como el complejo Ello-Súper Yo del que habló Freud en su invención psicoanalítica.
Nuestro “lado oscuro” forma lo más profundo de nuestro subconsciente y se presenta a la vista usando diferentes disfraces, habitualmente virtuosos. Así, la ambición despiadada puede disfrazarse de  «ética de trabajo”; crueldad y venganza como «compromiso con la honestidad”; chismes traicioneros como «interés genuino en la justicia”, y la hipocresía como «mentir para lograr paz». Éstos son pocos ejemplos de la capacidad para el auto engaño que nos lleva a ignorar a  nuestra zona oscura y no reconocerla como problemática. Porque creemos que… ¡el problema lo tiene el otro!

En nuestra parashá Iaacov confronta su Sitra ajra, en lo que es narrado como el encuentro con aquel extraño hombre con el cual pelea hasta el alba. Iaacov cruzó el río de la negación, se introdujo en la noche y tuvo el coraje de verse sin las mentiras y las excusas que son tan humanas desde que comimos del Árbol prohibido. Lucha con lo más cruel, despiadado, violento, falso, engañoso, débil de sí mismo y surge como una nueva y más plena persona junto al amanecer de un nuevo día.
Es por ello que recibe su nuevo y eterno nombre: ISRAEL; que también significa el que es recto en todo momento, que no hace trampas porque es realmente íntegro y poderoso.

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Muchas gracias more. Ser el propio terapista de si mismo, tal como lo fue Jacob, parece ser algo peligroso , pero posible.
Hay elementos propios que parecen negarse a toda costa, y que hieren con sólo concientizarlos.

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