Vencer la sombra del fracaso

« נָבֹ֣ל תִּבֹּ֔ל גַּם־אַתָּ֕ה גַּם־הָעָ֥ם הַזֶּ֖ה אֲשֶׁ֣ר עִמָּ֑ךְ כִּֽי־כָבֵ֤ד מִמְּךָ֙ הַדָּבָ֔ר לֹֽא־תוּכַ֥ל עֲשֹׂ֖הוּ לְבַדֶּֽךָ:
Te agotarás del todo, tú y también este pueblo que está contigo. El trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.»
(Shemot/Éxodo 18:2-18)

Las impotencias reales están ahí, a veces se pueden resolver, otras paliar, otras esquivar y otras no hay más que aceptarlas y fluir sin estancarse a causa de lo que sentimos.
Ejemplos de tales impotencias: el sueldo no me alcanza; el bus no viene y llego tarde al trabajo; la empresa tiene un código de procedimientos anticuado y enfermante; el médico con el que me atiendo está de vacaciones y me toca consultar con un joven reemplazante; tengo una caries; me torcí el tobillo; mi hija no ayuda en las tareas del hogar; mi hijo deja todo desparramado en su habitación y no colabora; el wifi es lento; el pan está lleno de hongos; el mozo en el restorán no me atiende; el ascensor está estropeado y vivo en el piso 20; el vecino pone música (si a “eso” se le puede decir música) a la madrugada a todo volumen; la batería para mi gadget se descarga muy rápido; tengo un virus en la PC; el teclado está en coreano en mi tablet; mi mejor amigo se suicidó anoche; mi perrita está viejita y enfermita; hace tiempo que ninguno de mis amigos se contacta conmigo; detesto las reuniones sociales y me invitaron al casamiento de la hija del gerente de la empresa; la compañía aérea perdió mis valijas; tengo entradas para Disney para hoy y hay una tormenta eléctrica pasmosa; mi sobrino quedó en pasarme a buscar y no aparece; y podemos seguir dando ejemplos desde banales hasta cuestiones trágicas. La impotencia es real, está presente, por algo que hicimos o dejamos de hacer, o por factores externos los cuales no dependen de nuestro accionar o voluntad.
Lo que hacemos con ellas, como dijimos más arriba, puede ser variable (las flexibilidad y opciones a veces dependen en buena medida de nuestra preparación y acción).

Pero las impotencias sentidas son construcciones de nuestra imaginación. Tienen realidad en tanto le proveemos de energía para su subsistencia.
Ejemplos de tales impotencias: no hablo con la dama soltera que me gusta, vecina de mi edificio, aunque sueño con que sea mi esposa; no le pido al electricista que revise la conexión porque temo que se burle de mi ignorancia; no estoy a gusto con el lugar en el que está mi oficina dentro de la empresa, sé que hay otros sitios disponibles pero no quiero que el jefe se sienta presionado; mis hijos no colaboran con las tareas del hogar y no converso con ellos para que comprendan la necesidad de que todos hagan su parte; nadie me quiere; soy incompetente; fracaso en todo; y los ejemplos pueden seguir hasta el cansancio.

Al momento que dejamos de darle energía, dejan de operar.
Suena sencillo, lo es.
El problema (otra impotencia) es que no estamos entrenados para hacerlo, nadie nos enseña, ni existen cursos para ello. Por tanto, nos mantenemos aferrados a la impotencia, dotando a nuestro enemigo de presencia y poder, lo que nos resta el poder para ser aprovechado en nuestro beneficio. Para colmo, se transforma más pronto que tarde en una impotencia real.
Tomemos el caso de la señora soltera que quisiera fuera mi esposa.
Lo que produce la impotencia sentida no lo analizaremos ahora, simplemente veamos la estrategia para al menos lograr hablar con ella.
Me aproximo, la saludo y le hablo de algún asunto neutro y que pudiéramos tener en común.
Impotencia sentida evaporada.

Suena como una estrategia demasiado tonta… ¿lo es?


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Delallel

Gracias Moré. Preciso para otra semana llena de laburo.
Que triste esto de las impotencias sentidas. Me ha costado mucho deshacerme de mi personalidad el ser tan enrollado.
Lo más triste es cuando eso me ha hecho perder oportunidades de crecer o relaciones con personas.
Cariños

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