Milagros no… ¡mandamientos!

Esta semana corresponde leer la parashá llamada Shelaj Lejá ("Envía para ti") que es la cuarta del cuarto tomo de la Torá, el sefer Bemidbar, conocido en español como "Números".

La historia central de la parashá de esta semana es la bien conocida cadena de eventos:

  1. El Pueblo a las puertas de ingresar a Israel, desean confirmar si es verídica la promesa de Dios de que recibirán como heredad una tierra maravillosa.

  2. El desconcierto de Moshé ante el incrédulo pedido.

  3. El permiso dado por Dios para que la tierra sea inspeccionada antes de ser tomada como propiedad.

  4. El envío de doce jefes de tribu como exploradores a la tierra de Israel.

  5. El regreso de éstos, y el consiguiente informe negativo por parte de diez de ellos, que se resume en la frase: "No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros." (Bemidbar / Números 13:31).

  6. El lamento y descontento del Pueblo.

  7. El castigo por parte de Dios, que la nación de Israel debiera permanecer fuera de la tierra hasta que transcurrieran 40 años.

  8. El castigo de que los diez exploradores pesimistas y poco confiados en Dios, así como de los adultos entre 20 y 60 años, de morir sin poder entrar a la Tierra Prometida.

Hasta aquí un breve resumen de los jalones de la historia.
Si quisiéramos condensar el mensaje central de nuestra parashá podríamos decir: "los milagros no hacen creyentes en Dios", tal como el propio Dios dijo: "¿Hasta cuándo Me ha de menospreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo no Me ha de creer, a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos?" (Bemidbar / Números 14:11).

Aquí tenemos el claro ejemplo de nuestros ancestros liberados de la esclavitud egipcia.
Estos hebreos quejosos fueron testigos personalmente de las plagas que Dios enviara contra Egipto y los egipcios.
Vieron el Mar de las Cañas partirse al medio y pasaron por allí sin siquiera humedecer sus pies.
Presenciaron la mano de Dios que provocó el hundimiento del poderoso Faraón y su escogido ejército.
Estuvieron presentes en la Revelación de la Torá en Sinaí, viendo los prodigios indescriptibles y oyendo las voces del Todopoderoso.
Fueron conducidos por el desierto, alimentados, protegidos, sanados, no les faltó absolutamente nada, gracias a la Providencia divina.
Mil y un milagros y maravillas fueron hechos ante sus ojos y para su beneficio, y sin embargo ellos no dudaban en quejarse amargamente una y otra vez; no descansaban de pedir más y más; no hacían mucho por no volver a caer en los viejos pecados; y no se avergonzaban de exclamar eslóganes rebeldes y maliciosos tales como: "¡Nombremos un jefe y volvámonos a Egipto!" (Bemidbar / Números 14:4).

Personas que han sido beneficiados con tantas bendiciones maravillosas por parte de Dios, ¿cómo pueden osar decir esas palabras?
¿Cómo se atreven a faltarle el respeto a Dios?
¿Cómo es que todavía no han conseguido el mínimo básico de confianza en Él, como para saber que lo que Él promete, Él lo cumple a su debido tiempo?
¿Cómo explicar que tantos milagros no hayan quitado la desconfianza y el recelo de los corazones de estas personas?

Y la respuesta es bastante simple, aunque duele reconocerla: Dios no impone que se crea en Él por medio de realizar milagros, o de revelar Su Presencia incuestionablemente, o por medio de cautivar los corazones con emocionantes influjos. (Eso Dios se lo deja a los que tienen fe en dioses extraños u otras ideas ajenas a la Torá).
Dios enseña que se llega a confiar en Él y a la creencia verdadera por un único camino: el profundo estudio de Torá que permite abocarse al asiduo e íntegro cumplimiento de Sus mandamientos.
Tal como culmina nuestra parashá: "Será para que os acordéis y cumpláis todos Mis mandamientos, a fin de que seáis santos para vuestro Elokim." (Bemidbar / Números 15:40).
Y tal como el salmista sabiamente cantó:

"Así sacó a Su pueblo con gozo; con júbilo sacó a Sus escogidos.
Les dio las tierras de las naciones, y heredaron el fruto de las labores de ellas, para que guardasen Sus estatutos y observasen Sus Torot.
"
(Tehilim / Salmos 105:43-45)

Así pues, el amor de Dios por Sus criaturas no se manifiesta precisamente en la cantidad y grandiosidad de los milagros por Él realizados en beneficio de ellos, sino en la cantidad de mandamientos que les entregó para que ellos cumplan estrictamente.

¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!

Moré Yehuda Ribco

 

Relato

El nieto de Rabbí Baruj estaba acostumbrado a rezar a los gritos.
En una ocasión, le dijo su abuelo: ‘Hijito, presta atención a lo qué diferencia la mecha hecha de algodón de la hecha de lino. La de algodón al encenderse da una potente y silenciosa luminosidad; en tanto que la de lino crepita ruidosamente y da una luz tambaleante. Así que, ya lo sabes: un movimiento de verdad, es suficiente que sea hecho con el dedo pequeño del pie’.
Desde entonces, el joven sabio rezó concentradamente y en reverente murmullo, iluminando enérgicamente con sus accionar.

(Basado en "Relatos jasídicos" de Martín Buber)

Preguntas para meditar y profundizar:

  • ¿Cómo se puede relacionar este relato con el comentario que brindamos de la parashá?

  • ¿A cuál de las mechas se parecen los milagros, y a cuál el cumplimiento de los mandamientos de la Torá?
    ¿Por qué?

  • Las palabras del profeta: "Porque han sembrado viento, cosecharán torbellino."
    (Hoshea / Oseas 8:7), ¿cómo se relacionan con la idea que presentamos en el comentario a la parashá?
    ¿Cómo se relaciona con nuestra vida cotidiana?

  • ¿Qué está queriendo decir Salomón con la frase: "No abandones la Torá, y ella te guardará; ámala, y te preservará." (Mishlei / Proverbios 4:6)?

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