Conciencia espiritual, la conexión

Uno de los fundamentos para nuestro equilibrio es lograr un estado de conexión (consigo mismo, con el prójimo, con el mundo, con Dios).
Tal es la función primordial de nuestra dimensión espiritual: servir de nexo con el universo y con el Eterno.
Las mitzvot, los preceptos, son los eslabones que construyen y sostienen esta conexión.
Recordemos que mitzvá está íntimamente asociada con las voces tzav y tzevet, es decir ordenanza y grupo.
Es su doble faceta, son mandamientos pero al mismo tiempo son mecanismos de conectividad estipulados por Dios para el hombre.
Cada uno de los Siete Mandamientos Fundamentales para los gentiles, como los 613 de los judíos, sirven para establecer, sostener y vitalizar nuestra conexión con la Realidad.
Al cumplir mandamientos NO se está complaciendo a Dios en alguna necesidad “personal” de Él, sino haciendo un gran favor a nuestro ser y a la creación entera.
Nos estamos nutriendo, estamos perfeccionando nuestro ser, adquiriendo placer para la eternidad, conectando nuestro espíritu con el manantial multidimensional de espíritus y con la Fuente de toda vida.

Pero, nuestra vida encarnada en nuestro existencia terrena padece de muchas “necesidades” diferentes, en sus varias dimensiones del ser.
Alimentación, nutrición, cobijo, resguardo, seguridad, empleo, vivienda, cónyuges, sentido de vida, cariño, curiosidad, amistad, puedes tú añadir ítems a esta lista, incluyendo lo que te resulten necesidades, desde las prioritarias y esenciales hasta las derivadas de la moda, el placer vacío, la necedad, etc.

Lo cierto es que en nuestro mundo cada vez estamos más atareados, como los sistemas operativos de computadoras, tenemos que abrir varias ventanas y ejecutar diversos programas al mismo tiempo.
Como esos sistemas operativos, cada vez consumimos más recursos, cada vez nos resulta indispensable sumar más aparatitos, complementos, funciones que llenan el ojo.
Todos queremos ser Windows 7, el último Linux, el mejor Mac Os X, etc..
Nos parece común correr, no tener tiempo para uno mismo, menos para los hijos, aunque todo sea hecho en nombre de los hijos o del propio crecimiento en esa escala de valores tan “modernosa” en que vale la persona según lo que ostenta que posee.

Y en esa agitación, parece que hay una escasez de personas a quien recurrir para el contacto verdadero.
Estamos tan conectados a los juguetes electrónicos, que nos estamos desconectando del prójimo, del mundo, de Dios, de nuestro propio ser.
Ni siquiera tenemos conciencia de quien somos en realidad (pero, eso no se lo achaquemos al modo moderno de vida, es un error que carga la humanidad desde Adam y Javá hasta aquí).
Tanto consumismo, palabrería, mística, religiosidad de feria, chismerío de Facebook, agitación sin sentido de trascendencia, etc. no son más que las excusas novedosas para el mismo drama de la humanidad de todas las épocas.
Escapamos de nuestra esencia, con mil excusas, pero que todas apuntan a lo mismo: escapamos de nuestra esencia.
Nos desconocemos, nos rechazamos, nos alejamos del prójimo, inventamos religiones y místicas, abusamos de los recursos, encontramos empleos que nos sirvan como anestésico a nuestros problemas familiares, nos hundimos en toda clase de adicciones, nos negamos a la conciencia, nos vetamos a la conexión.

Ahora, unas líneas para revertir esta situación, para crecer en la escalera del éxito verdadero.

1- Es necesario hacer un alto.
Comenzar a percibirnos.
A darnos cuenta de cómo hemos estado viviendo para que descubramos cual es la realidad carcelaria que hemos ayudado a construir.

En la percepción de nuestro ser, desde los detalles que nos pasan desapercibidos hasta las grandes estructuras que nos envuelven por dentro y por fuera, en esa percepción estamos caminando hacia la conciencia espiritual que nos abre la conciencia multidimensional.
Puede resultar tan básico que algunos lo consideran tonto.
Detenerse a oír, a oler, a saborear, a palpar, a ver pero de manera alternativa a la habitual.
¿Sabes cuántas percepciones te estás perdiendo en este mismo momento?
Es todo un ejercicio para realizar, descubrir y descubrir tu ser en el Ser.

2- Tomemos un momento del día, de cada día, para introducirnos en nuestro ser.
Es uno de los méritos de la tefilá, la plegaria.
Están todos los otros detalles y fundamentos del rezo (para los judíos, codificados y explicados con detalles en nuestra Tradición Santa).
Pero está también la profundidad del espíritu en su función de conectividad, más allá de las palabras, de los gestos, de los rituales.
Otros lo pueden llamar meditación, o como le quieran decir, pero la idea fundamental es la misma, conectarse, amplificar la conciencia.
Darse ese lapso diario para desenvolver nuestro ser, descubrir nuestro lugar, incrementar nuestros nexos, comunicarnos con Dios.

3- Está el vivir en el aquí y ahora como otro utensilio para despertar la conciencia espiritual.
Relajar nuestra fantasías de omnipotencia, despreocuparnos por tiempos que no existen, ser uno “aquí ahora”, como Dios mismo se denomino “soy el que Soy”. En un presente perpetuo, que no es hostigado por recuerdos ni fantasías, que se asienta en la línea del tiempo pero que no se bambolea en ella.

4- Cuando estés  con alguien, debieras preguntarte y responderte con cabal sinceridad:
          1) ¿Qué puedo aprender de esta persona?
          2) ¿Qué le puedo dar desinteresadamente a esta persona?

Toda persona tiene conocimientos, ideas y perspectivas que nosotros no poseemos.
Hasta cuando el otro no quiere compartir, está compartiendo.
Incluso cuando su conducta es defectuosa y sus creencias acérrimas enemigas de la Luz, también se puede aprender algo de personas así (quizás lo positivo en lo negativo, o lo positivo en contraste con lo negativo).
Cuando escuchamos, percibimos con conciencia espiritual, entonces no solamente conversamos, sino aprendemos y construimos una conexión, es decir, damos energía a nuestra dimensión espiritual y de paso podemos servir de Luz al otro.

Por su parte, el DAR es un generador de gran conexión.

5- Cree nuevos hábitos, positivos.
       1) Sea siempre simple.
       2) No tema a introducir los pequeños ajustes necesarios. El temor es una excusa.
       3) Ejercite con constancia, nadie se hace experto por hacer algo una vez o un mes.
       4) Proponga la meta que quiere alcanzar, téngala clara, verbalícela, dibújela en su mente, repítala en voz alta.

6- Trate a diario de conectarse con otra persona, sea conocida o no.
Una vez por semana, por ejemplo, puede invitar a gente a su casa, a compartir una rica comida y una mejor conversación.
Hay tanto para dar, a bajo costo incluso, y tanto tesoro para recibir sin egoísmo.

Amigo querido, que pase un bonito día.
Que nuestra conexión se fortalezca para construir un mejor shalom.

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